LA MISA TIENE UN PROFUNDO SUBSTRATO BÍBLICO




PLANTEAMIENTO

  • La objeción protestante sobre el término “Misa” en cuanto rito (no contemplado en la Biblia) implica desconocimiento de la historia del cristianismo en sus primeros cuatro siglos, pues ese rito alude a la celebración del misterio eucarístico, la Pascua de Jesucristo celebrado como memorial, esto es parte de la Tradición viva de la Iglesia.
  • Eucaristía, Fracción del Pan, Cena del Señor fueron los términos griegos frecuentes para referirse a la celebración litúrgica del misterio eucarístico en los primeros siglos del cristianismo, hasta la paz constantiniana.
  • La celebración del misterio de la Pascua de Jesucristo fue designada con varios nombres según eran percibidos los varios aspectos del misterio por parte de los cristianos, expresando la gran riqueza de significado de tal misterio.
  • Se evidencia una evolución en la comprensión de este misterio según es percibida por el mundo judío, gentil de rito griego y gentil de cultura latina. Esta evolución semántica se dio en un arco de 300 años.
  • “Ite missa est” es una frase latina de despedida de la celebración eucarística pronunciada por el presidente de la celebración, ésta frase sigue vigente en el Canon Romano empleado actualmente, la respuesta de la asamblea es “Deo Gratias”.
  • Históricamente se sabe que el término “Misa” comenzó a ser empleado desde el siglo IV en la Iglesia de rito latino (cfr. San Ambrosio, San Agustín).

LOS TEXTOS BÍBLICOS DE LA INSTITUCIÓN DEL MISTERIO EUCARÍSTICO
Abusos en la celebración eucarística
Preparativos y cena pascual
Contexto precedente
Anuncio de la traición de Judas
Anuncio de la traición de Judas
1Co 11,23-25
Lc 22,19-20
Tradición ANTIOQUÍA

Tradición JERUSALÉN

Mc 14,22-24
Mt 26,26-28
Tradición

Eucharistia (or. AG)
Transubstanciación
“Por vosotros”
Memorial (2 veces)
“Nueva alianza”

Escatología
Escatología

Eucharistia
Transubstanciación
“Por vosotros”
Memorial (1 vez)
“Nueva alianza”
“derramada por vosotros”


BERAKKA JUDÍA
SEMITISMO

Is 53,12
Ex 24,8; Jr 31,31
Estaban aún comiendo
Eulogia (or.  Bend.)
Transubstanciación
“derramada por muchos”



Escatología
Cantaron los himnos
Estaban aún comiendo
Eulogia
Transubstanciación
“derramada por muchos para el perdón de los pecados”


Escatología
Cantaron los himnos
Cada uno examínese antes de comulgar
Anuncio de la traición de Judas
Contexto posterior
Negaciones de Pedro
Negaciones de Pedro


  • Los cuatro relatos de la Institución de la Eucaristía tienen dos grandes tradiciones: la de Jerusalén y la de Antioquía. Cada relato recoge la estructura litúrgica inicial “tomó, bendijo, lo partió y lo dio” antes del momento de la Transubstanciación o consagración actual. Ese núcleo del misterio eucarístico posteriormente se precisó en dos partes: la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística.
  • La tradición de Antioquía emplea el término eucaristía; destaca el memorial eucarístico en continuidad con el memorial de la pascua judía, destaca también el ambiente de la Cena pascual, de donde se deriva Cena del Señor.
  • La tradición de Jerusalén emplea el término eulogía, bendición. Emplea el semitismo “por muchos” complementada con el sentido del Sacrificio voluntario del Señor “para el perdón de los pecados. También se inserta en el contexto de una cena.
  • Los cristianos de rito oriental, en continuidad con la tradición de Antioquía, emplearon preferentemente los términos Eucaristía y Fracción del Pan como lo indica “dio gracias, lo partió y dijo” (1Co 11,24), lo mismo relata San Lucas “luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos” (22,19).
  • En el siglo II d. C. aparece ya bastante lograda la estructura de la Misa en dos partes, tal como la conocemos actualmente.
  • Las dos tradiciones sobre la Institución del misterio eucarístico aparecen actualmente combinadas en el Misal Romano en todas las plegarias eucarísticas, a partir del relato de San Pablo.

HERMENÉUTICA DE LA FE DE LOS CUATRO RELATOS DE LA INSTITUCIÓN
1Co 11,23-25
Después de bendecir, el Señor parte el pan y lo da a los discípulos. Partir el pan es el gesto del padre de familia que se preocupa de los suyos y les da lo que necesitan para la vida. Pero es también el gesto de la hospitalidad con que se acoge al extranjero, al huésped, y se le permite participar en la propia vida. Dividir, com-partir, es unir. A través del compartir se crea comunión. En el pan partido, el Señor se reparte a sí mismo. El gesto del partir alude misteriosamente también a su muerte, al amor hasta la muerte. Él se da a sí mismo, que es el verdadero «pan para la vida del mundo» (cf. JN 6,51). El alimento que el hombre necesita en lo más hondo es la comunión con Dios mismo. Al agradecer y bendecir, Jesús transforma el pan, y ya no es pan terrenal lo que da, sino la comunión consigo mismo. Esta transformación, sin embargo, quiere ser el comienzo de la transformación del mundo. Para que llegue a ser un mundo de resurrección, un mundo de Dios. Sí, se trata de transformación. Del hombre nuevo y del mundo nuevo que comienzan en el pan consagrado, transformado, transustanciado.

Hemos dicho que partir el pan es un gesto de comunión, de unir mediante el compartir. Así, en el gesto mismo se alude ya a la naturaleza íntima de la Eucaristía: ésta es agape, es amor hecho corpóreo. En la palabra «agape», se compenetran los significados de Eucaristía y amor. En el gesto de Jesús que parte el pan, el amor que se comparte ha alcanzado su extrema radicalidad: Jesús se deja partir como pan vivo. En el pan distribuido reconocemos el misterio del grano de trigo que muere y así da fruto. Reconocemos la nueva multiplicación de los panes, que deriva del morir del grano de trigo y continuará hasta el fin del mundo. Al mismo tiempo vemos que la Eucaristía nunca puede ser sólo una acción litúrgica. Sólo es completa, si el agape litúrgico se convierte en amor cotidiano. En el culto cristiano, las dos cosas se transforman en una, el ser agraciados por el Señor en el acto cultual y el cultivo del amor respecto al prójimo. Pidamos en esta hora al Señor la gracia de aprender a vivir cada vez mejor el misterio de la Eucaristía, de manera que comience así la transformación del mundo.

Después del pan, Jesús toma el cáliz de vino. El Canon Romano designa el cáliz que el Señor da a los discípulos, como «praeclarus calix», cáliz glorioso, aludiendo con ello al Salmo 23 [22], el Salmo que habla de Dios como del Pastor poderoso y bueno. En él se lee: «preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; …y mi copa rebosa» (v. Ps 23,5), calix praeclarus. El Canon Romano interpreta esta palabra del Salmo como una profecía que se cumple en la Eucaristía. Sí, el Señor nos prepara la mesa en medio de las amenazas de este mundo, y nos da el cáliz glorioso, el cáliz de la gran alegría, de la fiesta verdadera que todos anhelamos, el cáliz rebosante del vino de su amor. El cáliz significa la boda: ahora ha llegado «la hora» a la que en las bodas de Caná se aludía de forma misteriosa. Sí, la Eucaristía es más que un banquete, es una fiesta de boda. Y esta boda se funda en la autodonación de Dios hasta la muerte. En las palabras de la última Cena de Jesús y en el Canon de la Iglesia, el misterio solemne de la boda se esconde bajo la expresión «novum Testamentum». Este cáliz es el nuevo Testamento, «la nueva Alianza sellada con mi sangre», según la palabra de Jesús sobre el cáliz, que Pablo transmite en la segunda lectura de hoy (cf. 1CO 11,25). El Canon Romano añade: «de la alianza nueva y eterna», para expresar la indisolubilidad del vínculo nupcial de Dios con la humanidad. El motivo por el cual las traducciones antiguas de la Biblia no hablan de Alianza, sino de Testamento, es que no se trata de dos contrayentes iguales quienes la establecen, sino que entra en juego la infinita distancia entre Dios y el hombre. Lo que nosotros llamamos nueva y antigua Alianza no es un acuerdo entre dos partes iguales, sino un mero don de Dios, que nos deja como herencia su amor, a sí mismo. Y ciertamente, a través de este don de su amor Él, superando cualquier distancia, nos convierte verdaderamente en partner y se realiza el misterio nupcial del amor” (Benedicto XVI).
La segunda lectura y el Evangelio, en cambio, centran la atención en el misterio eucarístico. De la Primera Carta a los Corintios (cf. 1Co 11,23-26) está tomado el pasaje fundamental, en el que san Pablo recuerda a la comunidad el significado y el valor de la «Cena del Señor», que el Apóstol había transmitido y enseñado, pero que corrían el riesgo de perderse. El Evangelio, en cambio, es el relato del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, en la redacción de san Lucas: un signo atestiguado por todos los Evangelistas y que anuncia el don que Cristo hará de sí mismo, para dar a la humanidad la vida eterna. Ambos textos ponen de relieve la oración de Cristo, en el acto de partir el pan. Naturalmente, hay una neta diferencia entre los dos momentos: cuando parte los panes y los peces para las multitudes, Jesús da gracias al Padre celestial por su providencia, confiando en que no dejará que falte el alimento a toda esa gente. En la última Cena, en cambio, Jesús convierte el pan y el vino en su propio Cuerpo y Sangre, para que los discípulos puedan alimentarse de él y vivir en comunión íntima y real con él” (Benedicto XVI).
La Eucaristía, en cuanto renovación sacramental del sacrificio de la cruz, constituye la culminación de la obra redentora: proclama y actualiza ese misterio, que es fuente de vida para todo hombre. En efecto, cada vez que comemos de este pan y bebemos del cáliz, proclamamos la muerte del Señor, hasta que vuelva (cf. 1CO 11,26)” (San Juan Pablo II).
El mensaje del Apóstol es claro: la comunidad que celebra la Cena del Señor actualiza la Pascua. La Eucaristía no es la simple memoria de un rito pasado, sino la viva representación del gesto supremo del Salvador. Esta experiencia no puede por menos de impulsar a la comunidad cristiana a convertirse en profecía del mundo nuevo, inaugurado en la Pascua. Contemplando esta tarde el misterio de amor que la última Cena nos vuelve a proponer, también nosotros permanecemos en conmovida y silenciosa adoración” (San Juan Pablo II).
Realmente aquí se manifiesta el testimonio de un amor llevado "hasta el extremo" (JN 13,1). Jesús se da como alimento a los discípulos para llegar a ser uno con ellos. Una vez más se pone de relieve la "lección" que debemos aprender: lo primero que hemos de hacer es abrir el corazón a la acogida del amor de Cristo. La iniciativa es suya:  su amor es lo que nos hace capaces de amar también nosotros a nuestros hermanos” (San Juan Pablo II).

HERMENÉUTICA DE LA FE DE 1Co 11,23-26
Jesús mediante la acción de gracias y la bendición transforma el pan en la comunión Consigo, comienzo de una nueva humanidad.
Partir el Pan indica el cuidado material que tiene el padre de familia respecto a sus hijos, pero también indica hospitalidad, creación de comunión, la muerte por amor de Jesucristo, un gesto de comunión con Dios, indica la eucaristía hecho ágape corpóreo. “Jesús se deja partir como pan vivo”.
La Eucaristía proclama y actualiza el sacrificio de la cruz, culmen de la redención. La Eucaristía vuelve a hacer presente la Pascua de Jesucristo, con la que se inauguró una nueva humanidad.
La Eucaristía es más que una acción litúrgica pues se completa con el amor cotidiano, la experiencia del amor cultual se une con el cultivar el amor al prójimo.

Lc 22,19-20
Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados (cf. MC 14,24 MT 26,28 LC 22,20).

Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (LC 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo” (Benedicto XVI).
La Eucaristía, de cuya institución nos habla el evangelio proclamado (cf. LC 22,14-20), es la expresión real de esa entrega incondicional de Jesús por todos, también por los que le traicionaban. Entrega de su cuerpo y sangre para la vida de los hombres y para el perdón de sus pecados. La sangre, signo de la vida, nos fue dada por Dios como alianza, a fin de que podamos poner la fuerza de su vida, allí donde reina la muerte a causa de nuestro pecado, y así destruirlo. El cuerpo desgarrado y la sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio” (Benedicto XVI).
Jesús anticipó sacramentalmente la entrega de su vida, que haría al día siguiente en la cruz, y, además, quiso que ese sacrificio, ofrecido bajo las especies de pan y vino, fuera renovado perpetuamente en la Iglesia. Y es en la Santa Misa donde se renueva, donde vuelve a hacerse presente el sacrificio único de Jesús por todos los hombres.

Por ello, debemos meditar con amor y gratitud cada vez mayores en la entrega del Hijo de Dios por nosotros, por ti, por mí. El está realmente presente en la Eucaristía y en todos los sagrarios de nuestras iglesias” (San Juan Pablo II).

HERMENÉUTICA DE LA FE DE Lc 22,10-20
Memorial indica el mandato del Señor para que la Iglesia celebrara la Eucaristía hasta su Parusía, renovando la entrega de su vida a lo largo de la historia. El sacrificio eucarístico está en el corazón de la Iglesia. El cuerpo crucificado y la sangre derramada de Jesucristo indican su libertad entregada, que es la fuente de la libertad del hombre nuevo. Esto ha de suscitar un mayor amor y gratitud por su Presencia sacramental.

Mt 26,26-28
“Ésa es la entrega total. El Hijo de Dios, antes de dar su vida en la cruz para la salvación del hombre, lo hizo de modo sacramental. Da su Cuerpo y su Sangre a los discípulos para que, consumándolos, participen en los frutos de su muerte salvífica. «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos» (JN 15,13). Cristo dejó a los Apóstoles este signo sacramental del amor. Les dijo: «Haced esto en conmemoración mía» (cf. 1CO 11,24). Los Apóstoles lo hicieron así, y, al transmitir a sus discípulos el Evangelio, transmitían también la Eucaristía. Ya desde la última cena la Iglesia se construye y se forma mediante la Eucaristía. La Iglesia celebra la Eucaristía y la Eucaristía forma la Iglesia” (San Juan Pablo II).

HERMENÉUTICA DE LA FE DE Mt 26,26
El don supremo de Sí mismo en la Cruz para nuestra salvación fue primero sacramental con la Institución de la Eucaristía y después lo hizo históricamente el viernes santo. La Eucaristía es el signo sacramental del amor de Jesucristo, como lo transmitieron los Apóstoles juntamente con el anuncio del Evangelio. La Iglesia se construye y se forma a través de la Eucaristía.

Mc 14,22-24
“Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras. No sólo recuerdan e interpretan el pasado, sino que también anticipan el futuro, la venida del reino de Dios al mundo. Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal.

Estas palabras son inagotables. En este momento quisiera meditar con vosotros sólo en un aspecto. Jesús, como signo de su presencia, escogió pan y vino. Con cada uno de estos dos signos se entrega totalmente, no sólo una parte de sí mismo. El Resucitado no está dividido. Él es una persona que, a través de los signos, se acerca y se une a nosotros” (Benedicto XVI).
“Entramos hoy idealmente en Jerusalén, en la sala veneranda donde tuvo lugar la última Cena y donde se llevó a cabo la institución de la Eucaristía. Al mismo tiempo, entramos en muchos otros lugares de todo el mundo, en otros innumerables «cenáculos». En el decurso de la historia, durante los períodos de persecución, fue necesario muchas veces preparar esas salas en las catacumbas. También hoy, por desgracia, se dan circunstancias en que los cristianos deben celebrar la Eucaristía a escondidas, como en tiempos de las catacumbas. Pero dondequiera que se celebre la Cena, en las estupendas catedrales ricas de historia o en las capillitas de los países de misión, siempre se reproduce el cenáculo de Jerusalén” (San Juan Pablo II).
“En el evangelio de san Lucas hay un pasaje iluminador. Hablando de los dos discípulos de Emaús, el evangelista describe su desilusión: "Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel" (LC 24,21). Este debió de ser también el sentimiento de los demás discípulos, antes de su encuentro con Cristo resucitado. Sólo después de la resurrección comenzaron a comprender que en la pascua de Cristo se había realizado la redención del hombre. El Espíritu Santo los guiaría luego a la verdad completa, revelándoles que el Crucificado había entregado su cuerpo y había derramado su sangre como sacrificio de expiación por los pecados de los hombres, por los pecados de todo el mundo (cf. 1JN 2,2)” (San Juan Pablo II).
“La Eucaristía es don infinito de amor: bajo los signos del pan y del vino reconocemos y adoramos el sacrificio único y perfecto de Cristo, ofrecido por nuestra salvación y por la de toda la humanidad. La Eucaristía es realmente "el misterio que resume todas las maravillas que Dios realizó por nuestra salvación" (cf. santo Tomás de Aquino, De sacr. Euch., cap. I).

En el Cenáculo  nació  y  renace continuamente la fe eucarística de la Iglesia. Al  terminar el Congreso eucarístico, queremos volver espiritualmente a los orígenes, a la hora  del Cenáculo y del Gólgota, para dar gracias por el don de la Eucaristía, don inestimable que Cristo nos ha dejado, don del que vive la Iglesia” (San Juan Pablo II).

HERMENÉUTICA DE LA FE DE Mc 14,22
La Institución de la Eucaristía es el acontecimiento central de la historia y de cada uno de nosotros. Jesucristo a través de los signos del pan y del vino se acerca personalmente y se une a cada bautizado. La actualización sacramental de la Eucaristía reproduce el cenáculo de Jerusalén.
Gracias a la acción del Espíritu Santo los discípulos de Jesús comprendieron que la Pascua de Jesucristo había obrado la redención de toda la humanidad. El misterio eucarístico “resume todas las maravillas que Dios realizó por nuestra salvación" (Sto. Tomás de Aquino).

DESPEDIDA DEL RITO EUCARÍSTICO EN LATÍN
P. Dominus vobiscum
A. Et cum spiritu tuo
P. Ite missa est
A. Deo gratias.

ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y TRADUCCIÓN DE “ITE MISSA EST”
Ite (imperativo presente de eo (ir), segunda persona plural): (Vosotros) id
Missa (supino femenino): enviada
Missa est (voz pasiva del verbo mitto [enviar; despedir], tercera persona femenino singular): (La asamblea) ha sido enviada (despedida);

La traducción de Ite missa est sería: Id (la asamblea) ha sido enviada; la Enciclopedia Wikipedia traduce “Id en misión evangelizadora” subrayando el envío misionero.

Missa es el supino femenino del verbo mitto (yo envío) que se traduce por “enviada”, indicando el mandato misionero que hace el obispo o sacerdote que preside la asamblea litúrgica, como lo refuerza el verbo “Id” en imperativo.
El género femenino de “missa” indica implícitamente a la asamblea o ekklesía de bautizados reunidos para la celebración del misterio eucarístico.
Más que una despedida común, teológicamente es un envío para que los bautizados hagan vida la comunión de la que han participado sacramental y eclesialmente, como lo plantea el CEC 1332, ampliando el alcance de la celebración litúrgica.

BREVE HISTORIA DEL EMPLEO DE “MISSA”
“The Mass is the complex of prayers and ceremonies that make up the service of the Eucharist in the Latin rites. As in the case of all liturgical terms the name is less old than the thing. From the time of the first preaching of the Christian Faith in the West, as everywhere, the Holy Eucharist was celebrated as Christ had instituted it at the Last Supper, according to His command, in memory of Him. But it was not till long afterwards that the late Latin name Missa, used at first in a vaguer sense, became the technical and almost exclusive name for this service.
In the first period, while Greek was still the Christian language at Rome, we find the usual Greek names used there, as in the East. The commonest was Eucharistia, used both for the consecrated bread and wine and for the whole service. Clement of Rome (d. about 101) uses the verbal form still in its general sense of "giving thanks", but also in connection with the Liturgy (Epistle of Clement 38.4: kata panta eucharistein auto). The other chief witness for the earliest Roman Liturgy, Justin Martyr (d. c. 167), speaks of eucharist in both senses repeatedly (First Apology 65.3-5, 66.1 and 67.5). After him the word is always used, and passes into Latin (eucharistia) as soon as there is a Latin Christian Literature [Tertullian (d. c. 220), "De præscr.", xxxvi, in P.L., II, 50; St. Cyprian (d. 258), Ep., liv, etc.]. It remains the normal name for the sacrament throughout Catholic theology, but is gradually superseded by Missa for the whole rite. Clement calls the service Leitourgia (1 Corinthians 40:2, 5; 41:1) and prosphora (Ibid., 2, 4), with, however, a shade of different meaning ("rite", "oblation"). These and the other usual Greek names (klasis artou in the Catacombs; koinonia, synaxis, syneleusis in Justin, "I Apol.", lxvii, 3), with their not yet strictly technical connotation, are used during the first two centuries in the West as in the East. With the use of the Latin language in the third century came first translations of the Greek terms. While eucharistia is very common, we find also its translation gratiarum actio (Tertullian, "Adv. Marcionem", I, xxiii, in P.L., II, 274); benedictio (=eulogia) occurs too (ibid., III, xxii; "De idolol.", xxii); sacrificium, generally with an attribute (divina sacrificia, novum sacrificium, sacrificia Dei), is a favourite expression of St. Cyprian (Ep. liv, 3; On the Lord's Prayer 4; "Test. adv. Iud.", I, xvi; Ep. xxxiv, 3; lxiii, 15, etc.). We find also Solemnia (Cyprian, On the Lapsed 25), "Dominica solemnia" (Tertullian, "De fuga", xiv), Prex, Oblatio, Coena Domini (Tert., "Ad uxor.", II, iv, in P.L., I, 1294), Spirituale ac coeleste sacramentum (Cyprian, Ep., lxiii, 13), Dominicum (Cyprian, "De opere et eleem.", xv; Ep. lxiii, 16), Officium (Tertullian, "De orat.", xiv), even Passio (Cyprian, Ep. xlii), and other expressions that are rather descriptions than technical names.
Todas las anteriores palabras estaban destinadas a ser substituidas en el Occidente por el nombre clásico Missa. El primer uso cierto de esa palabra se encuentra en San Ambrosio (+397). Él escribe a su hermana Marcelina para describirle los problemas con los arrianos en los años 385 y 386, cuando los soldados fueron enviados a su iglesia para desbaratar una ceremonia: “El día siguiente (un domingo), después de las lecturas y el tracto, habiendo despedido a los catecúmenos, expliqué el credo (symbolum tradebam) a algunos de los competentes [personas aceptadas para recibir el bautismo] en el bautisterio de la basílica. Ahí fui inesperadamente informado que ellos habían enviado soldados a la basílica Porciana...pero permanecí en mi sitio y comencé a decir la misa [missam facere coepi]. Mientras ofrezco [dum offero], escucho que un tal Cástulo ha sido aprendido por la gente” (Ep. I, **, 4-5). Debe notarse que aquí missa significa la ceremonia eucarística propiamente dicha, la liturgia de los fieles exclusivamente, sin incluir la de los catecúmenos. Ambrosio usa la palabra sabiendo que es usual y bien conocida… Podemos considerar, por tanto, que San Ambrosio es la primera autoridad certificada que la utiliza.
A partir del siglo IV el término se hace cada vez más común. Durante un tiempo casi siempre aparece con el sentido de despedida. San Agustín (+430) dice: “Luego del sermón tiene lugar la despedida de los catecúmenos” (post sermonem fit missa catechumenorum -- Serm., xlix, 8, in P.L., XXXVIII, 324). El Sínodo de Lérida, en España (524), declara que las personas culpables de incesto pueden ser admitidas a la iglesia “usque ad missam cathecumenorum”, o sea, hasta que los catecúmenos sean despedidos (Can., IV, Hefele-Leclercq, "Hist. des Conciles", II, 1064). La misma expresión aparece en el Sínodo de Valencia, por el mismo tiempo (Can I, ibid, 1067=, en Hincmar de Reims (+ 882) (“Opusc. LV capitul.”, XXIV, en P.L. CXXVI, 380), etc. Etheria (siglo IV) se refiere continuamente a todo el ritual, a la Liturgia de los Fieles, como missa ("Peregr. Silviæ", e.g., xxiv, 11, Benedicit fideles et fit missa, etc.). Igualmente Inocencio I (401-417) en Ep., XVII, 5, P.L., **, 535, y León I (440-461), en Ep., IX, 2, P.L., LIV, 627. Si bien desde el comienzo la palabra Missa usualmente describe el rito eucarístico, o alguna parte de él, también la encontramos utilizada en ocasiones refiriéndose a otros ritos eclesiásticos. En la Regla de san Benito (+ 543), fiant missae indica la despedida al final de la recitación de las horas canónicas (capítulo XVII, passim). A lo largo de todo el Sacramentario Leoniano (siglo VI. Cfr. LIBROS LITÚRGICOS), se presupone el sentido actual de la palabra. El título “Item alia”, al inicio de cada misa, significa “Item alia missa”. El Libro Gelasiano (siglos VI o VII. Cf. Ibid) propone las palabras “Item alia missa”, “Missa Chrismatis”, “Orationes ad missa [sic] in natale sanctorum”, etc. Desde ese entonces dicha palabra se convirtió en el nombre más usual, prácticamente exclusivo, de la santa liturgia en los rituales romano y gálico” (Enciclopedia Católica New Advent)

En el siglo IV “Missa” se empleó como despedida de los catecúmenos al finalizar el Banquete o Liturgia de la Palabra, inmediatamente antes del Ofertorio actual, posteriormente se refirió a toda la liturgia de la Palabra y después se aplicó para referirse a las dos grandes partes (liturgias) de la celebración eucarística, adquiriendo el sentido más amplio referido a todo el sacramento de la eucaristía.
San Ambrosio empleó el término “missa” en el año 397 d. C. del siguiente modo, después de haber despedido a los catecúmenos dice “missam facere coepi”, “comencé a hacer la misa”, aludiendo a la actual liturgia eucarística (segunda parte del misterio eucarístico), este “hacer” puede sustituirse por celebrar, empleando la terminología litúrgica actual. San Ambrosio emplea el término “missam” sustantivado referido a toda la celebración, consciente que ya era usual y conocido tal sentido por los fieles de esa época.
El sentido que da San Ambrosio al término “missam” como sustantivo y no como verbo, para referirse a la celebración de la Pascua de Jesucristo, conecta con el uso que muchos católicos le dan hoy en día al misterio eucarístico.
San Agustín en el año 430 d. C. emplea la expresión “post sermonem fit missa catechumenorum”, “después de la homilía se hace el envío (la despedida) de los catecúmenos”, lo cual indica una clara despedida de los que se preparaban para recibir el bautismo. Similarmente lo hace el Sínodo de Lérida en el año 524 d. C. con la expresión “usque ad missam catechumenoreum”, “hasta el envío (la despedida) de los catecúmenos”. Aunque después el sustantivo “missa” fue incluso empleada para referirse a otros ritos litúrgicos diferentes al eucarístico, la tendencia mayoritaria fue aplicarla al sacrificio eucarístico, en el sentido que se recoge hoy cuando hablamos de Misal.
Actualmente “Misa” indica toda la celebración litúrgica del misterio eucarístico. Teológicamente estamos ante un envío misionero evangelizador que prolonga la celebración litúrgica en la vida ordinaria.

EL NOMBRE DEL SACRAMENTO EUCARÍSTICO SEGÚN EL CEC
1328 La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos. Se le llama:

Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras "eucharistein" (LC 22,19 1CO 11,24) y "eulogein" (MT 26,26 MC 14,22) recuerdan las bendiciones judías que proclaman -sobre todo durante la comida - las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación.

1329 Banquete del Señor (cf 1CO 11,20) porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero (cf AP 19,9) en la Jerusalén celestial.
Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf MT 14,19 MT 15,36 MC 8,6 MC 8,19), sobre todo en la última Cena (cf MT 26,26 1CO 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (LC 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (cf AC 2,42 AC 2,46 AC 20,7 AC 20,11). Con él se quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf 1CO 10,16-17).

Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (cf 1CO 11,17-34).

1330 Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor.

Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o también santo sacrificio de la misa, "sacrificio de alabanza" (AC 13,15 cf PS 116,13 PS 116,17), sacrificio espiritual (cf 1P 2,5), sacrificio puro (cf ML 1,11) y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza.

Santa y divina Liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se la llama también celebración de los santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacramento porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan las especies eucarísticas guardadas en el sagrario.

1331 Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1CO 10,16-17); se la llama también las cosas santas [ta hagia; sancta] (Const. Apost. 8, 13, 12; Didaché 9,5; 10,6) -es el sentido primero de la comunión de los santos de que habla el Símbolo de los Apóstoles -, pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad (S. Ignacio de Ant. Eph 20,2), viático...

1332 Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envío de los fieles (missio) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana.

LO QUE DICE EL CEC (1328-1332) DEL MISTERIO EUCARÍSTICO
El sacramento eucarístico posee una riqueza inagotable, por esto se expresa a través de diferentes nombres: Eucaristía, acción de gracias a Dios, remite a las bendiciones judías hechas en las comidas; Banquete del Señor, porque es la Cena pascual de Jesucristo con un carácter escatológico; Fracción del pan, porque es el gesto de Jesús en la última Cena que invita a la comunión con Cristo, Pan partido; Asamblea eucarística, porque se refiere a los bautizados que celebran la Eucaristía; Memorial del Sacrifico redentor; Santo Sacrificio, en cuanto actualiza el Sacrificio pascual de Jesucristo; Santa y divina liturgia, porque tiene como centro la celebración del misterio eucarístico; Comunión, porque nos une íntimamente al Hijo de Dios; Santa Misa, porque realiza el misterio de salvación y envía a los fieles a cumplir cada uno su propia misión.

CONCLUSIÓN

  • El término litúrgico “Missa” es latino, con un profundo substrato bíblico, aparece actualmente en el rito de despedida del Misal Romano en lengua latina. Morfológicamente tiene en su origen un sentido verbal de envío misionero, como se hacía para despedir a los catecúmenos, posteriormente se sustantiva para referirse a todo el rito litúrgico de la eucaristía, como lo refiere San Ambrosio en el año 397 d. C., aplicado a la segunda parte de la liturgia eucarística del siguiente modo “missam facere coepi”.  Se trata de un término empleado por la Iglesia católica de rito latino, diferenciándose de la Iglesia católica de rito griego.
  • Misa empleado como verbo indica la misión de evangelizar, originalmente aparece en el envío que se hacía de los catecúmenos, como atestiguan San Agustín en el 430 d. C. “post sermonem fit missa catechumenorum”, o el Concilio de Lérida en el 524 d. C. “usque ad missam catechumenorum”. En este sentido significa despedida litúrgica.
  • Bíblicamente Misa en cuanto envío misionero, aparece en el NT antes de la ascensión del Señor, como sustantivo aparece en la actualización de la Cena pascual en los cuatro relatos de la Institución de la Eucaristía, realizado por la Iglesia desde entonces como memorial litúrgico.  
  • Misa se empleó después de los testimonios patrísticos no solamente para referirse a la celebración del misterio eucarístico, sino también para otras celebraciones litúrgicas, pero al final ha quedado reservado en la historia de la Iglesia católica de rito latino para el misterio eucarístico, como lo afirmamos hoy al hablar de la Santa Misa.
  • El término actual Santa Misa conjunta tanto su sentido de envío misionero “ite missa est” como la actualización litúrgica del misterio central de la salvación obrada por Jesucristo en su Pascua.

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