PRIMER DOMINGO CUARESMA (B)



MONICIÓN AMBIENTAL
Hemos comenzado el tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión, de penitencia, de una oración más intensa, de práctica de las obras de misericordia. Este domingo se nos presenta tanto la prefiguración bautismal significada en el diluvio, como el ejemplo de Jesucristo que vence las tentaciones, comienza a predicar la conversión y la fe en la Buena Nueva.

ORACIÓN COLECTA
Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. Moisés recoge la alianza del Señor con Noé y sus hijos para no volver a destruir la vida sobre la tierra ni mandar otro diluvio.

Lectura del Libro del Génesis 9, 8-15.
Dios dijo a Noé y a sus hijos: — Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron, aves, ganado y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago un pacto con vosotros: El diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que devaste la tierra. Y Dios añadió: —Esta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: Pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi pacto con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir los vivientes.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial     Sal 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9
M. El salmista proclama la misericordia y la lealtad de Dios con aquellos que permanecen fieles a su alianza. Digamos: R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.

El Señor es bueno, es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
R/. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.
SEGUNDA LECTURA
M. San Pedro interpreta en su primera carta que las aguas del diluvio eran un signo del bautismo, que conduce a todos los hombres a la salvación, purificando su conciencia gracias a la resurrección del Señor.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 3, 18-22.
Queridos hermanos:
Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Con este Espíritu fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados que en un tiempo habían sido rebeldes, cuando la paciencia de Dios aguardaba en tiempos de Noé, mientras se construía el arca, en la que unos pocos -ocho personas- se salvaron cruzando las aguas. Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva: que no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Cristo Jesús Señor nuestro, que está a la derecha de Dios.
Palabra de Dios.

M. San Marcos sintetiza las tentaciones de Jesús en el desierto, íntimamente unidas al comienzo de su vida pública en el que nos llama a la conversión y a la fe.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO    Mt 4, 4b
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.


EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 12-15.
En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: —Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia.
Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES
Recordemos la alianza de Dios con su pueblo e invoquemos su misericordia en este tiempo de conversión y penitencia, diciendo: Te rogamos, óyenos.

Por la Iglesia: que sea siempre señal de la presencia, cercanía y amor fiel de Dios a todos los hombres. Oremos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Por el Papa Francisco, nuestro Obispo Miguel, y cuantos sirven al Evangelio desde el gobierno pastoral: que manifiesten la misericordia que triunfa sobre el juicio, y hagan creíble el mensaje del Evangelio en nuestra sociedad. Oremos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Por nuestros gobernantes: que el Espíritu del que resucitó a Cristo de la muerte y lo fortaleció en la hora de la prueba, les ayude a implantar la paz y la justicia, y a defender los derechos fundamentales de todos los hombres. Oremos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Por los campesinos y obreros sometidos a sistemas y salarios injustos: que Cristo toque los corazones de sus patronos y los libere de esas cadenas indignas. Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.

Por los jóvenes: que el Señor suscite en ellos el deseo de seguirlo con radicalidad, sin  egoísmos ni mediocridad. Oremos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Por los que celebramos a Jesucristo, nuestra víctima pascual: que imitando su entrega llevemos el Evangelio a los que no lo conocen. Oremos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Oh Dios, ya que has mostrado tu poder y tu fidelidad liberando a Noé de las aguas, compadécete de tu pueblo, y escucha las oraciones que con fe te ha dirigido.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te rogamos, Señor, que nuestra vida sea conforme con las ofrendas que te presentamos y que inauguran el camino hacia la Pascua.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN   Mt 4,4
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Después de recibir el pan del cielo que alimenta la fe, consolida la esperanza y fortalece el amor, te rogamos, Dios nuestro, que nos hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir constantemente de toda palabra que sale de tu boca.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 394, 538-540, 2119: la tentación de Jesús

CEC 2846-2949: “No nos dejes caer en la tentación”

CEC 56-58, 71: la Alianza con Noé

CEC 845, 1094, 1219: el Arca de Noé prefigura la Iglesia y el Bautismo

CEC 1116, 1129, 1222: Alianza y sacramentos (especialmente el Bautismo)

CEC 1257, 1811: Dios nos salva por medio del Bautismo

2846 Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos "deje caer" en ella. Traducir en una sola palabra el texto griego es difícil: significa "no permitas entrar en" (cf MT 26,41), "no nos dejes sucumbir a la tentación". "Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie" (JC 1,13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate "entre la carne y el Espíritu". Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza.

2847 El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf LC 8,13-15 AC 14,22 2TM 3,12) en orden a una "virtud probada" (RM 5,3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf JC 1,14-15). También debemos distinguir entre "ser tentado" y "consentir" en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es "bueno, seductor a la vista, deseable" (GN 3,6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.

Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres ... En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado (Orígenes, or. 29).

2848 "No entrar en la tentación" implica una decisión del corazón: "Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón ... Nadie puede servir a dos señores" (MT 6,21-24). "Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu" (GA 5,25). El Padre nos da la fuerza para este "dejarnos conducir" por el Espíritu Santo. "No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito" (1CO 10,13).

2849 Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf MT 4,11) y en el último combate de su agonía (cf MT 26,36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf MC 13,9 MC 13,23 MC 13,33-37 MC 14,38 LC 12,35-40). La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su Nombre" (JN 17,11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1CO 16,13 COL 4,2 1TH 5,6 1P 5,8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (AP 16,15).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesús es conducido al desierto por el Espíritu. Allí es tentado para enseñarnos a vencer nuestras tentaciones, también porque el diablo tienta a quien “ve en grande elevación” (san Juan Crisóstomo), y porque el desierto en cuanto lugar solitario es preferido por el diablo para tentar al que vive en esa situación. En cuanto a la misión de los ángeles “es de notar que los ángeles servidores asisten a los que han vencido la tentación” (san Juan Crisóstomo); también sirven cuando “toleramos las bárbaras costumbres de los hombres sin manchar nuestra alma, merecemos el ministerio de los ángeles” (san Beda).
El comienzo de la predicación del Señor es un llamado a la conversión y a creer en la Buena Nueva, en el Evangelio. El objeto de la misión de Jesús es proclamar e instaurar el Reino de Dios. El Señor habla de una fe efectiva, acompañada de buenas obras “porque no lleva a la fe el mérito de las buenas obras, sino que empieza la fe para que sigan las buenas obras” (san Jerónimo). 
La conversión y la fe son la puerta de acceso al Reino de Dios, que se identifica con la Persona de Jesucristo, esta identificación la llama Orígenes “autobasileia”. La Iglesia está íntimamente relacionada con Jesucristo como su Esposo, y con el Reino de Dios en cuanto Ella es germen, comienzo e instrumento de ese Reino.
Conversión a la Verdad que es Jesucristo; conversión a la santidad que es la conversión segunda, permanente, el vivir en Cristo como un proceso ininterrumpido desde el bautismo; conversión a la reconciliación. Conversión a Jesús porque “Cristo sigue llevando a cabo su plan de salvación entre los hombres y las mujeres de toda generación” (san Juan Pablo II). Conversión a la reconciliación porque “constituye la condición necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el entendimiento fraterno con los demás y, por consiguiente, la paz en la familia, en la sociedad y en el mundo” (san Juan Pablo II)
Metanoia significa cambiar de vida y de modo de ser. Convertirse es creer en el amor misericordioso de Dios y hacer su voluntad. Indudablemente hay una íntima relación entre conversión y arrepentimiento, que se manifiesta externamente en el hacer penitencia. ¡Cuánto hace falta que escuchemos el llamado a la conversión, especialmente en nuestra época huérfana de valores! “En las pruebas de la vida y en todas las tentaciones, el secreto de la victoria radica en escuchar la Palabra de verdad y rechazar con decisión la mentira y el mal” (Benedicto XVI).

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