TERCER DOMINGO CUARESMA (B)




MONICIÓN AMBIENTAL
Este tercer domingo de Cuaresma nos descubre la profunda ley de sacralidad instituida por Jesucristo al identificarse con el Templo de Jerusalén. Jesucristo anuncia que su Muerte es el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación, cuyo protagonista es el Espíritu Santo, quien nos mueve a entregarnos y amar como Cristo, el verdadero Adorador.

ORACIÓN COLECTA
Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. En el libro del Éxodo escucharemos la enunciación del decálogo, es una de dos versiones del Pentateuco. Los primeros tres mandamientos, referidos al Señor, aparecen ampliamente descritos.

Lectura del Libro del Éxodo 20,1-17
El Señor pronunció las siguientes palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos—figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra,— o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo.

Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que vive en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó; por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así se prolongarán tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio.  

No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial         Sal 18, 8. 9. 10. 11
M. El Salmo 18 afirma que las palabras del Señor son palabras de vida eterna, como sucede con su ley divina y su voluntad pura y estable. R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.
R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


SEGUNDA LECTURA
M. En la primera carta de San Pablo a los corintios, el apóstol de los gentiles nos habla de la sabiduría que encierra el anuncio de Cristo crucificado, por contraste con el egoísmo del hombre que ve en el misterio de la cruz una necedad y una locura.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 1,22-25.
Hermanos:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los griegos; pero para los llamados a Cristo —judíos o griegos—: fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Palabra de Dios.

M. San Juan recoge el episodio de la ira santa del Señor ante la profanación del Templo. Ante la réplica de los judíos, Jesús afirma que destruyan el templo de su Cuerpo y que él en tres días lo reedificaría con su resurrección.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único. Todo el que cree en él, tiene vida eterna.



EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan 2,13-25.
En aquel tiempo se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: —Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «el celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: — ¿Qué signos nos muestras para obrar así? Jesús contestó: —Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: —Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES
Al Señor nuestro Dios, que quiere liberarnos de cuanto nos esclaviza e impide ir a Él, supliquemos con confianza diciendo: Padre, escúchanos.

Para que, anunciando la gracia del Señor, los cristianos nos comprometamos en la transformación de nuestra sociedad. Oremos. Padre, escúchanos.

Para que la ley del amor sea la norma de nuestras vidas, y para que como Iglesia nunca traicionemos el Evangelio de la vida, el amor y la paz. Oremos. Padre, escúchanos.

Para que en todo el mundo se respeten los derechos humanos, y todos gocen de salud, educación, vivienda y trabajo digno. Oremos. Padre, escúchanos.

Para que cuantos viven angustiados por el peso del pecado, descubran que Jesús tiene palabras de vida eterna y que los quiere salvar. Oremos. Padre, escúchanos.

Para que Jesucristo crucificado dé sentido al dolor de los enfermos, los marginados y excluidos de la sociedad. Oremos. Padre, escúchanos.

Para que Jesucristo crucificado y ahora resucitado haga de nuestras vidas templos vivos  de su gracia salvadora. Oremos. Padre, escúchanos.

Acepta, Señor, nuestras oraciones y danos tu gracia para construir con ilusión la civilización del amor y el reino de la paz.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor, que la celebración de esta eucaristía perdone nuestras deudas y nos ayude a perdonar a nuestros deudores.

Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN        Jn 4,13-14

El que beba del agua que yo le daré –dice el Señor–, ésta se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados ya en la tierra con el pan del cielo, prenda de eterna salvación, te suplicamos, Señor, que se haga realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en este sacramento.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CEC 459, 577-582: Jesús y la Ley

CEC 593, 583-586: el Templo prefigura a Cristo; Él es el Templo

CEC 1967-1968: la nueva Ley completa la antigua

CEC 272, 550, 853: la potencia de Cristo revelada en la cruz

583 Como los profetas anteriores a él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (LC 2,22-39). A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2,46-49). Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua (cf. Lc 2,41); su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías (cf. Jn 2,13-14 JN 5,1 JN 5,14 JN 7,1 JN 7,10 JN 7,14 JN 8,2 JN 10,22-23).

584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (MT 21,13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (PS 69,10)" (JN 2,16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Ac 2,46 AC 3,1 AC 5,20 AC 5,21 etc. AC ).

585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24,1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua (cf. MT 24,3 LC 13,35). Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote (cf. Mc 14,57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz (cf. Mt 27,39-40).

586 Lejos de haber sido hostil al Templo (cf. Mt 8,4 MT 23,21 LC 17,14 JN 4,22) donde expuso lo esencial de su enseñanza (cf. Jn 18,20), Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro (cf. Mt 17,24-27), a quien acababa de poner como fundamento de su futura Iglesia (cf. Mt 16,18). Aún más, se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres (cf. JN 2,21 MT 12,6). Por eso su muerte corporal (cf. Jn 2,18-22) anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación: "Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre"(JN 4,21 cf. Jn 4,23-24 MT 27,51 HE 9,11 AP 21,22).

HERMENÉUTICA DE LA FE
La cólera santa de Jesús revela su profundo celo por la casa del Señor. El celo tiene aquí la impronta bíblica del amor total y exclusivo a Dios Padre. En Jerusalén se había perdido la sacralidad del Templo, convertido en un mercado. Ya no era el lugar privilegiado para orar, sino que prevalecía una vida según la carne, el egoísmo. Los adversarios religiosos de Jesús “como eran carnales, todo lo interpretaban en sentido material, y Jesús habla en sentido espiritual” (san Agustín). Esta tremenda diferencia en el culto tributado al Dios único y verdadero permite afirmar que “no es Jesús quien destruye el templo; el templo es abandonado a su destrucción por la actitud de aquellos que, de lugar de encuentro de todos los pueblos con Dios, lo transformaron en «cueva de ladrones», en lugar de negocios” (Benedicto XVI).
Cuando el Señor insta a que los judíos destruyan el Templo de su Cuerpo, identificándose con el templo material, anuncia la definitiva morada de Dios entre los hombres. La Muerte del Señor como anuncio de la destrucción del Templo indica una nueva etapa de la historia de la salvación (cfr. CEC 586). La ira santa de Jesús “ha inscrito profundamente en la tradición de la Iglesia la ley de la santidad de la casa de Dios… Jesús ha consagrado de una sola vez todos los templos del Pueblo de Dios” (San Juan Pablo II).
El signo de Jonás dado por Jesús es el signo de su autoridad como Dios. Se refiere a su Muerte y Resurrección, que “es al mismo tiempo el signo de la ruina inminente del edificio y de la promesa del nuevo templo; promesa del reino de la reconciliación y del amor que, en la comunión con Cristo, se instaura más allá de toda frontera” (Benedicto XVI).
La destrucción del templo material da origen al nuevo culto del templo espiritual: el cuerpo resucitado de Jesucristo. “Él, en su vida, es el templo nuevo y vivo”. El “culto de deseo, ha sido sustituido ahora por el culto real: el amor de Dios encarnado en Cristo y llevado a su plenitud en la muerte de cruz… La cruz de Cristo, su amor con carne y sangre es el culto real, correspondiendo a la realidad de Dios y del hombre” (Benedicto XVI).
La sangre voluntariamente derramada por Cristo es instrumento de comunión de vida para todos los creyentes. “Quien bebe esta sangre en el sacramento de la Eucaristía y permanece en Jesús (cf. Jn 6,56) queda comprometido en su mismo dinamismo de amor y de entrega de la vida, para llevar a plenitud la vocación originaria al amor” (EV 26).

Nosotros los bautizados, piedras vivas del único edificio espiritual, participamos de la vida divina de Jesucristo, nuestros cuerpos son templos de la presencia de Dios, morada de su Espíritu, quien nos llama a dejarnos guiar por su dinamismo oblativo, de entrega y de amor. San Pablo nos invita a glorificar a Dios con nuestros cuerpos procediendo según el espíritu y no según la carne. Como miembros del cuerpo eclesial hemos de construir la unidad de la fe y la comunión, íntimamente unidos a nuestros obispos.

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