DOMINGO XXX T O (A)



En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: –Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?
Él le dijo: –Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas (Mt 22,34-40)

COMENTARIO
Los fariseos y saduceos, aun siendo enemigos, se unen contra Jesús movidos por la envidia y la malicia para hacer caer al Maestro. Un experto en la Ley le pregunta sobre qué mandamiento es el principal y más grande, probablemente porque su intrincada casuística no era capaz de responder pero también porque ellos sostenían que todos los mandamientos suponían algo grande de parte de Dios, por esto pensarían tener de qué acusarlo si Jesús se definía por uno sólo.

Dios mismo es amor e hizo al hombre a su imagen y semejanza. El doble precepto del amor es una exigencia ética y ontológica de la persona humana, por esto toda persona, y solamente la persona, debe ser amada porque corresponde a su naturaleza más profunda. El mandamiento del amor, conocido en el AT y puesto en el núcleo del evangelio por Jesucristo mismo, además de tener el primado entre los dones del Señor como lo expresa san Pablo, constituye la dinámica esencial de la relacionalidad de la persona humana. Esta íntima vinculación del doble precepto del amor posee un dinamismo muy vigoroso que ayuda en el crecimiento y en la fidelidad vocacional.



El amor o caridad, expresado especialmente en la misericordia, núcleo del mensaje evangélico, es el principio tanto de las micro-relaciones (amistad, familia) como de las macro-relaciones (sociales, económicas, políticas). La caridad es el camino maestro de la doctrina social de la Iglesia.

Los cristianos honramos a Dios mismo cuando amamos al prójimo, especialmente al pobre. Debido a la íntima unidad del amor a Dios y al prójimo, tanto la solidaridad como la subsidiariedad tienen no solamente una dimensión horizontal sino también vertical, porque mueve al servicio a los demás, abajando voluntariamente como Jesucristo lo hizo en su kénosis. El diálogo expresa también el amor a Dios y al prójimo, comprendiendo que se ha de amar en la verdad.

De esa íntima vinculación entre el amor a Dios y al prójimo se desprende también la dimensión social del pecado: Es social el pecado cometido contra la justicia tanto en las relaciones interpersonales como con la sociedad; es social el pecado contra los derechos de la persona humana especialmente del no nacido; es social el pecado contra el bien común y sus exigencias.

Comentarios

  1. Sus enseñanzas no dejan de enriquecernos. La profundidad del análisis hermenéutico, ahora ligeramente comprendido, nos ayuda a que nuestro limitado entendimiento pueda disfrutar de esas verdades.

    ResponderEliminar
  2. Sus enseñanzas no dejan de enriquecernos. La profundidad del análisis hermenéutico, ahora ligeramente comprendido, nos ayuda a que nuestro limitado entendimiento pueda disfrutar de esas verdades.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (C)

PRIMER DOMINGO CUARESMA (B)