SÁBADO SANTO (C)





(color litúrgico: blanco)
VIGILIA PASCUAL (el paradigma de las celebraciones eucarísticas; su riqueza de símbolos indica la grandeza de nuestra existencia cristiana)

  • Liturgia de la luz (bendición del fuego; procesión; el Cirio, pregón pascual)
  • Liturgia de la Palabra: 7 lecturas del AT con su respectivo salmo, la carta a los Romanos, el aleluya solemne y el Evangelio
  • Liturgia bautismal (bendición de la fuente bautismal si hay bautizos; en su defecto se bendice el agua bautismal, renovación promesas bautismales; aspersión del pueblo con el agua bendita; administración de sacramentos de iniciación cristiana si los hay)
  • Liturgia eucarística
  • Bendición solemne.

Evangelio Lc 24,1-12
1 El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. 2 Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro 3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4 Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. 5 Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6 No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 7 “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”». 8 Y las mujeres recordaron sus palabras.
9 Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. 10 Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, 11 pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
12 Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.

Reflexión de la Resurrección
SAN JUAN PABLO II
"¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado" (LC 24,5-6).

        Estas palabras de dos hombres "con vestidos resplandecientes" refuerzan la confianza en las mujeres que acudieron al sepulcro, muy de mañana. Habían vivido los acontecimientos trágicos culminados con la crucifixión de Cristo en el Calvario; habían experimentado la tristeza y el extravío. No habían abandonado, en cambio, en la hora de la prueba, a su Señor.

        Van a escondidas al lugar donde Jesús había sido enterrado para volverlo a ver todavía y abrazarlo por última vez. Las empuja el amor; aquel mismo amor que las llevó a seguirlo por las calles de Galilea y Judea hasta al Calvario.

        ¡Mujeres dichosas! No sabían todavía que aquella era el alba del día más importante de la historia. No podían saber que ellas, justo ellas, habían sido los primeros testigos de la resurrección de Jesús.

"Encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro". (Lc 24,2)

Así lo narra el evangelista Lucas, y añade que, "entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús" (24, 3). En un instante todo cambia. Jesús "no está aquí, ha resucitado." Este anuncio que cambió la tristeza de estas piadosas mujeres en alegría, resuena con inalterada elocuencia en la Iglesia, en el curso de esta Vigilia pascual.

        Extraordinaria Vigilia de una noche extraordinaria. Vigilia, madre de todas las Vigilias, durante la que la Iglesia entera permanece en espera junto a la tumba del Mesías, sacrificado en la Cruz. La Iglesia espera y reza, escuchando las Escrituras que recorren de nuevo toda historia de la salvación.

        Pero en esta noche no son las tinieblas las que dominan, sino el fulgor de una luz repentina, que irrumpe con el anuncio sobrecogedor de la resurrección del Señor. La espera y la oración se convierten entonces en un canto de alegría: "Exultet iam angelica turba caelorum... Exulte el coro de los Ángeles"!.

        Se cambia totalmente la perspectiva de la historia: la muerte da paso a la vida. Vida que no muere más. Enseguida cantaremos en el Prefacio que Cristo "muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida." He aquí la verdad que nosotros proclamamos con palabras, pero sobre todo con nuestra existencia. Aquel que las mujeres creían muerto está vivo. Su experiencia se convierte en la nuestra.

¡Oh Vigilia penetrada de esperanza, que expresas en plenitud el sentido del misterio! ¡Oh Vigilia rica en símbolos, que manifiestas el corazón mismo de nuestra existencia cristiana! Esta noche todo se resume prodigiosamente en un nombre, el nombre de Cristo resucitado.

        Oh Cristo, ¿cómo no darte las gracias por el don inefable que nos regalas esta noche? El misterio de tu muerte y tu resurrección se infunde en el agua bautismal que acoge al hombre antiguo y carnal y lo hace puro con la misma juventud divina.”

BENEDICTO XVI
“El breve texto propuesto como tema, "Vosotros sois testigos de todo esto", hay que leerlo en el contexto de todo el capítulo 24 del Evangelio según san Lucas. Recordemos brevemente el contenido de este capítulo. Primero las mujeres van al sepulcro, ven los signos de la resurrección de Jesús y anuncian lo que han visto a los Apóstoles y a los demás discípulos (v. Lc 24,8); después el mismo Jesús resucitado se aparece a los discípulos de Emaús en el camino, luego a Simón Pedro y, sucesivamente, "a los Once y a los que estaban con ellos" (v. Lc 24,33). Les abre la mente para que comprendan las Escrituras acerca de su muerte redentora y su resurrección, afirmando que "se predicará en su nombre a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados" (v. Lc 24,47). A los discípulos que se encuentran "reunidos" y que han sido testigos de su misión, el Señor resucitado les promete el don del Espíritu Santo (cf. v. Lc 24,49), a fin de que juntos lo testimonien a todas las naciones. De ese imperativo -"de todo esto", de esto vosotros sois testigos (cf. LC 24,48)-, que es el tema de esta Semana de oración por la unidad de los cristianos, brotan para nosotros dos preguntas. La primera: ¿qué es "todo esto"? La segunda: ¿cómo podemos nosotros ser testigos de "todo esto"?

Si nos fijamos en el contexto del capítulo, "todo esto" significa ante todo la cruz y la resurrección: los discípulos han visto la crucifixión del Señor, ven al Resucitado y así comienzan a entender todas las Escrituras que hablan del misterio de la pasión y del don de la resurrección. "Todo esto", por lo tanto, es el misterio de Cristo, del Hijo de Dios hecho hombre, que murió por nosotros y resucitó, que vive para siempre y, de ese modo, es garantía de nuestra vida eterna.

Pero conociendo a Cristo —este es el punto esencial— conocemos el rostro de Dios. Cristo es sobre todo la revelación de Dios. En todos los tiempos, los hombres perciben la existencia de Dios, un Dios único, pero que está lejos y no se manifiesta. En Cristo este Dios se muestra, el Dios lejano se convierte en cercano. Por lo tanto, "todo esto" es, principalmente el misterio de Cristo, Dios que se ha hecho cercano a nosotros. Esto implica otra dimensión: Cristo nunca está solo; él vino entre nosotros, murió solo, pero resucitó para atraer a todos hacia sí. Cristo, como dice la Escritura, se crea un cuerpo, reúne a toda la humanidad en su realidad de la vida inmortal. Y así, en Cristo, que reúne a la humanidad, conocemos el futuro de la humanidad: la vida eterna. De manera que todo esto es muy sencillo, en definitiva: conocemos a Dios conociendo a Cristo, su cuerpo, el misterio de la Iglesia y la promesa de la vida eterna.”

Lo que dice el CEC sobre la Resurrección

639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1CO 15,3-4). El Apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Ac 9,3-18).

640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (LC 24,5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13 MT 28,11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24,3 Lc 24,22-23), después de Pedro (cf. Lc 24,12). "El discípulo que Jesús amaba" (JN 20,2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(JN 20,6) "vio y creyó" (JN 20,8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. JN 20,5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11,44).

641 María Magdalena y las santas mujeres, que venían de embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1 LC 24,1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf. Jn 19,31 Jn 19,42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28,9-10 ;Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24,9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1CO 15,5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (LC 24,34).

642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles - y a Pedro en particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Ac 1,22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1CO 15,4-8).

643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22,31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría": LC 24,17) y asustados (cf. Jn 20,19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (LC 24,11 cf. Mc 16,11 Mc 16,13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (MC 16,14).

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24,38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (LC 24,41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. JN 20,24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (MT 28,17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina - de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.

645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc 24,39 JN 20,27) y el compartir la comida (cf. Lc 24,30 Lc 24,41-43 JN 21,9 JN 21,13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24,39) pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf LC 24,40 JN 20,20 JN 20,27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28,9 Mt 28,16-17 LC 24,15 LC 24,36 JN 20,14 JN 20,19 JN 20,26 JN 21,4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20,17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20,14-15) o "bajo otra figura" (MC 16,12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20,14 Jn 20,16 JN 21,4 JN 21,7).

646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1CO 15,35-50).

647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de Pascua, sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf. Jn 14,22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (AC 13,31).

648 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres personas divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre que "ha resucitado" (cf. Ac 2,24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad - con su cuerpo - en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente "Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos" (RM 1,3-4). San Pablo insiste en la manifestación del poder de Dios (cf. Rm 6,4 2CO 13,4 PH 3,10 EP 1,19-22 HE 7,16) por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor.

649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino. Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar (sentido activo del término) (cf. Mc 8,31 MC 9,9-31 MC 10,34). Por otra parte, él afirma explícitamente: "doy mi vida, para recobrarla de nuevo... Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo" (JN 10,17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó" (1 Te 4, 14).

650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona divina de Cristo que permaneció unida a su alma y a su cuerpo separados entre sí por la muerte: "Por la unidad de la naturaleza divina que permanece presente en cada una de las dos partes del hombre, éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación del compuesto humano, y la Resurrección por la unión de las dos partes separadas" (San Gregorio Niceno, res. 1; cf. también DS 325 359 369 539).
651"Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1CO 15,14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.

652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf. Lc 24,26-27 Lc 24,44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28,6 MC 16,7 LC 24,6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1CO 15,3-4 y el Símbolo nicenoconstantinopolitano) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.

653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. El había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (JN 8,28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los Judíos: "La Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros ... al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy" (AC 13,32-33 cf. Ps 2,7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.

654 Hay un doble aspecto en el misterio Pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4,25) "a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una nueva vida" (RM 6,4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. EP 2,4-5 1P 1,3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (MT 28,10 JN 20,17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.

655 Por último, la Resurrección de Cristo - y el propio Cristo resucitado - es principio y fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron ... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo" (1CO 15,20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El los cristianos "saborean los prodigios del mundo futuro" (HE 6,5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. COL 3,1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquél que murió y resucitó por ellos" (2CO 5,15).

Nota pastoral
LITURGIA BAUTISMAL: la recreación del hombre mediante el bautismo, plenificada en la Confirmación y alimentada en la Eucaristía.

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