SOLEMNIDAD NATIVIDAD DEL SEÑOR (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Las lecturas de esta solemnidad de la Natividad del Señor nos revelan su gloria a través de su pobreza voluntaria, su cercanía y amor por todo ser humano, también nos manifiestan en Jesucristo la Vida, la Luz y la Gracia, ganadas al precio de su Sangre.

ORACIÓN COLECTA
Oh Dios que maravillosamente creaste la naturaleza humana y más maravillosamente aún la restauraste, concédenos participar de la divinidad de Aquel que se dignó compartir nuestra humanidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Isaías se admira por el mensajero de la Buena Nueva. Nos invita a cantar de alegría por la victoria de nuestro Dios.
Lectura del libro de Isaías 52,7-10
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: Tu Dios es rey!
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 97,1.2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R.: 3c)
M. El Salmo 97 canta las maravillas del Señor, reconoce la victoria de Dios, nos invita a vitorearlo y a tocar con clarines y trompetas. Digamos: R. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R.
Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. R.

SEGUNDA LECTURA
M. La carta a los Hebreos afirma que Dios Padre ha hablado por medio de su Hijo, reflejo de su gloria e impronta de su ser. Jesucristo ha de ser adorado por toda criatura.

Lectura de la carta a los Hebreos 1,1-6
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas.
Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo.
Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.
Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado, o: Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo?
Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios.
Palabra de Dios.

M. San Juan recoge en el Prólogo del Cuarto Evangelio la naturaleza divina de Jesucristo, coeterno con Dios Padre, en quien habita la Vida y la Luz, la Gracia y la Verdad.
Aleluya
Nos ha amanecido un día sagrado; venid, naciones, adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan; éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: Éste es de quien dije: El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la vedad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 456-460, 566: “¿Por qué el Verbo se hizo carne?”
CEC 461-463, 470-478: la Encarnación
CEC 437, 525-526: el misterio de la Navidad
CEC 439, 496, 559, 2616: Jesús es el Hijo de David
CEC 65, 102: Dios ha dicho todo en su Verbo
CEC 333: Cristo encarnado es adorado por los ángeles
CEC 1159-1162, 2131, 2502: la Encarnación y las imágenes de Cristo

456 Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos co nfesando: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre".

457 El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1JN 4,10)."El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1JN 4,14). "El se manifestó para quitar los pecados" (1JN 3,5):

Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de Nisa, or. catech. 15).

458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1JN 4,9). "Porque tanto amó Dio s al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (JN 3,16).

459 El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí ... "(MT 11,29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (JN 14,6). Y el Padre, en el monte de la transfiguración, ordena: "Escuchadle" (MC 9,7 ; cf. DT 6,4-5). El es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (JN 15,12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf. Mc 8,34).

460 El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza divina" (2P 1,4): "Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: Para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (S. Ireneo, haer., 3, 19, 1). "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (S. Atanasio, Inc., 54, 3). "Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo" ("El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres") (Santo Tomás de A., opusc 57 in festo Corp. Chr., 1).

HERMENÉUTICA DE LA FE
El Prólogo del cuarto evangelio nos remonta hasta la misma eternidad de Dios, antes de la creación visible e invisible, nos remonta a la preexistencia divina del Verbo, del Hijo de Dios. Por esto, el cuarto evangelio debe leerse en la clave de la filiación divina de Jesucristo.

El Verbo de Dios, que se puede traducir también por la Palabra de Dios, es eterno porque es eterno El que piensa en la Palabra. El Verbo es coeterno con Dios Padre, increado porque “nada ha sido hecho sin Él”. En el Verbo estaba la vida eterna e inmortal. Recuérdese que la vida es antes que la luz, al ser sigue el obrar. El hombre tiene acceso a la luz porque es un ser racional, creado a imagen y semejanza de Dios. La venida de la luz al mundo destruyó el imperio de la muerte, de las tinieblas. Las tinieblas no recibieron la luz por su propia ceguera y su malicia, privándose a sí mismas de la gracia. El que realiza las obras de la muerte, el que permanece en los vicios, permanece en las tinieblas. En cambio, los que recibieron libremente la luz, recibieron la potestad de ser hijos de Dios por medio del bautismo sacramental, tal filiación adoptiva requiere acercarnos al mundo de las virtudes para permanecer en la luz.

Esta maravilla sobrenatural de participar en la filiación divina de Jesucristo se da gracias a la Encarnación del Verbo, a la asunción de nuestra naturaleza humana por parte del Verbo, mediante la cual ha sido glorificado el hombre en Dios, por la unión del Verbo con la humanidad.

Los Apóstoles contemplaron la gloria del Señor porque contemplaron al Hijo Unigénito de Dios Padre encarnado, una gloria superior a la experimentada por los profetas y por los mismos ángeles.

La afirmación “de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia” indica una gracia tras otra, primero la gracia del AT como figura, después la gracia de la realidad del NT; la figura fue dada por Moisés y la verdad ha sido dada por Jesucristo. Con Jesucristo hemos recibido la gracia de la fe, después esperamos recibir la gracia de la vida eterna.

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