SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Las lecturas de este primer domingo de enero revelan el misterio de la Maternidad de la Virgen María. Dios quiso nacer de una mujer virgen y tener como padre legal a san José, descendiente de David, para que se pusiera de manifiesto hasta en la asunción de su familia humana que era el Hijo Unigénito de Dios Padre. Pero lo más grande es que Dios ha querido hacernos partícipes de su filiación divina a través del sacramento del bautismo.

ORACIÓN COLECTA
Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquélla
de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo,
el autor de la vida.
Él, que vive y reina contigo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro de los Números recoge una de las bendiciones israelitas dirigida a Aarón y a sus hijos: se pide protección, luz y paz para los miembros del pueblo de Dios.

Lectura del Libro de los Números 6, 22-27
 El Señor habló a Moisés: Di a Aarón y a sus hijos: Esta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y  te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8
M. El salmista canta la piedad y la bendición, el gobierno justo y recto del Señor, por esto invita a que todos los pueblos lo alaben. Digamos juntos: V/. El Señor tenga piedad y nos bendiga.
R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga.
V/. El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros: conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga.
V/. Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud, y gobiernas las naciones de la tierra.
R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga.
V/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta a los Gálatas nos revela que Jesús se encarnó en una mujer judía para concedernos a todos la filiación divina adoptiva que nos hace herederos de Dios.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 4, 4-7
Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama:¡Abbá! (Padre). Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Palabra de Dios.

M. El evangelio de san Lucas recoge el encuentro de los pastores con el Nacimiento del Hijo de Dios, su profunda alegría ante la sagrada Familia y el anuncio que hacen los pastores de esta Buena Nueva a todos. La Virgen María meditaba todo en su corazón para cumplir mejor la voluntad del Señor.

Aleluya
Hb 1, 1 -2Si no se canta, puede omitirse
Aleluya, aleluya. En distintas ocasiones habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas; ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. Aleluya.


EVANGELIO
Encontraron a María y a José y al niño. Al cumplirse los ocho días, le pusieron por nombre Jesús

*      Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 16-21
En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 464-469: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre
CEC 495, 2677: María es la Madre de Dios
CEC 1, 52, 270, 294, 422, 654, 1709, 2009: nuestra adopción como hijos de Dios
CEC 527, 577-582: Jesús observa la Ley y la perfecciona
CEC 580, 1972: la Ley nueva nos libera de las restricciones de la Ley antigua
CEC 683, 689, 1695, 2766, 2777-2778: por medio del Espíritu Santo podemos llamar a Dios
“Abba”
CEC 430-435, 2666-2668, 2812: el nombre de Jesús

464 El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban.

465 Las primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo que su humanidad verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, "venido en la carne" (cf. 1JN 4,2-3 2JN 7). Pero desde el siglo III, la Iglesia tuvo que afirmar frente a Pablo de Samosata, en un concilio reunido en Antioquía, que Jesucristo es hijo de Dios por naturaleza y no por adopción. El primer concilio ecuménico de Nicea, en el año 325, confesó en su Credo que el Hijo de Dios es "engendrado, no creado, de la misma substancia ['homoousios'] que el Padre" y condenó a Arrio que afirmaba que "el Hijo de Dios salió de la nada" (DS 130) y que sería "de una substancia distinta de la del Padre" (DS 126).

466 La herejía nestoriana veía en Cristo una persona humana junto a la persona divina del Hijo de Dios. Frente a ella S. Cirilo de Alejandría y el tercer concilio ecuménico reunido en Efeso, en el año 431, confesaron que "el Verbo, al unirse en su persona a una carne animada por un alma racional, se hizo hombre" (DS 250). La humanidad de Cristo no tiene más sujeto que la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido y hecho suya desde su concepción. Por eso el concilio de Efeso proclamó en el año 431 que María llegó a ser con toda verdad Madre de Dios mediante la concepción humana del Hijo de Dios en su seno: "Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya tomado de ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de quien tiene el cuerpo sagrado dotado de un alma racional, unido a la persona del Verbo, de quien se dice que el Verbo nació según la carne" (DS 251).

467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta herejía, el cuarto concilio ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:

Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad, `en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado' (HE 4,15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad.
Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola persona (DS 301-302).

468 Después del concilio de Calcedonia, algunos concibieron la naturaleza humana de Cristo como una especie de sujeto personal. Contra éstos, el quinto concilio ecuménico, en Constantinopla el año 553 confesó a propósito de Cristo: "No hay más que una sola hipóstasis [o persona], que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad" (DS 424). Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (cf. ya Cc. Efeso: DS 255), no solamente los milagros sino también los sufrimientos (cf. DS 424) y la misma muerte: "El que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la santísima Trinidad" (DS 432).

469 La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre. El es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor:
"Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit" ("Permaneció en lo que era y asumió lo que no era"), canta la liturgia romana (LH, antífona de laudes del primero de enero; cf. S. León Magno, serm. 21, 2-3). Y la liturgia de S. Juan Crisóstomo proclama y canta: "Oh Hijo Unico y Verbo de Dios, siendo inmortal te has dignado por nuestra salvación encarnarte en la santa Madre de Dios, y siempre Virgen María, sin mutación te has hecho hombre, y has sido crucificado. Oh Cristo Dios, que por tu muerte has aplastado la muerte, que eres Uno de la Santa Trinidad, glorificado con el Padre y el Santo Espíritu, sálvanos! (Tropario "O monoghenis").

HERMENÉUTICA DE LA FE
El encuentro de los pastores con la ternura y sencillez del nacimiento del Verbo, del Hijo de Dios, que asumió la naturaleza humana; el encuentro con la humilde sencillez de María su Madre y de san José, el protector del nacimiento y de la vida del Verbo encarnado, nos revela la grandiosa sencillez y humildad de Dios que llama a los hombres a imitar ese mismo estilo de vida. Los pastores después de encontrarse con el misterio de la encarnación tal como lo indicaron los ángeles, anunciaron a todos lo que habían contemplado y volvieron dando gloria y alabando al Señor. Este ir de los pastores con alegría y solicitud por el acontecimiento que había cambiado sus vidas, nos invita a nosotros a ir del mismo modo a la Belén del cielo, a la casa del Pan vivo para adorarle y contemplarlo no ya en la sencillez y humildad del pesebre sino glorioso junto a Dios Padre en el cielo. El anuncio evangelizador de los pastores también debe inspirar el anuncio de los pastores de la Iglesia para enseñar lo que aprenden de las sagradas Escrituras.

La Virgen María, la primera discípula en la peregrinación de la fe, receptora de la luz divina pero también la más sometida a la prueba, aceptó el plan de Dios, lo adoró y meditó en el silencio de su corazón. Ella al meditar todas las maravillas del Todopoderoso, componiéndolos en un único mosaico, se convirtió en modelo de los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen; la Virgen María intentó conectar los acontecimientos con las palabras para poder cumplir la voluntad divina. Ella nos revela también su esplendorosa pureza al guardar los grandes misterios en su interior, pero, simultáneamente, supo meditarlos con la inteligencia y el corazón, alcanzando una mayor profundidad, de este modo, sirvió con sabiduría a la salvación de los hombres.

La circuncisión, ocho días después de su nacimiento, es el momento para que el Verbo encarnado reciba el nombre de Jesús, que significa Dios salva, de modo semejante a todo buen judío, quedando inserido en la descendencia de Abraham, partícipe del pueblo de la antigua Alianza, sometido a la ley y consagrado al culto de Israel. Jesucristo nos enseña la virtud de la obediencia a la Ley a los que experimentamos la rebeldía de nuestra soberbia, y nos muestra compasión porque se solidariza con aquellos que al cumplir lo que la circuncisión prescribía alcanzaban la gloria del seno de Abraham, esperando, como todos los justos del AT, entrar después en la gloria del cielo. La circuncisión indica además la plenitud que el Señor trae respecto a la figura del AT: la circuncisión en Cristo, que es el bautismo sacramental, abrirá la verdadera fuente de la vida.

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