DOMINGO DE RESURRECCIÓN (C)
- El Cirio pascual aparecerá encendido durante cincuenta días, hasta Pentecostés.
- Celebraremos este día de la recreación de la humanidad en Cristo durante ocho días.
- Antes del aleluya tenemos una secuencia de resurrección.
- Tres opciones del evangelio: Jn 20,1-9; Lc 24,1-12; Lc 24,13-35
- Puede aspergerse con agua bendita al pueblo
EL EVANGELIO DE LA RESURRECCIÓN: Jn 20,1-9
1 El primer día de la semana, de madrugada,
cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la
piedra había sido sacada. 2 Corrió al encuentro de
Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han
llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al
sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo
corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. 5 Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el
suelo, aunque no entró. 6 Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y
entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo 7 y también el sudario que había cubierto su
cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. 8 Luego
entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él vio y creyó. 9 Todavía
no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los
muertos.
REFLEXIÓN
El primer día de la Semana Jesús resucito de entre los muertos
como lo había anunciado antes de ser crucificado, por esto es el día del Señor
o domingo, en el cual Jesús realizó una nueva creación, superando la primera
creación que inició ese mismo día. Desde entonces los cristianos reconocemos el
domingo como el día del encuentro con Jesús resucitado a través de la liturgia.
María Magdalena, movida por su profundo amor hacia Jesús, como
lo mostró durante la pasión y en otros momentos de la vida pública de Jesús, va
de madrugada al sepulcro. Al ver removida la piedra corre a avisarles a los
apóstoles que se habían llevado al Señor de allí, ella aún no había comprendido
el hecho de la resurrección. Sabemos por el mismo san Juan, en los versículos
siguientes, que al volver a buscar al Señor, Jesús la llamó por su nombre y
ella lo reconoció. María Magdalena anunció la buena nueva de la Vida resucitada
a los apóstoles, por esto santo Tomás de Aquino la llamó “apostolorum
apostola”, apóstol de los apóstoles, por contraste con la primera Eva que
anuncio la muerte.
El sepulcro vacío no es una prueba directa de la resurrección
pero sí es un signo esencial, el primer paso para reconocer el hecho de la
resurrección, como vemos que sucedió con los Apóstoles al avocarse a las
sagradas Escrituras y esclarecer este profundo misterio por el cual Dios
comunica su vida divina a los hombres.
San Juan aparece como el discípulo amado que corre más de prisa
que Pedro hacia el sepulcro vacío. Juan espera que entre al sepulcro el
Príncipe de los apóstoles: Pedro. Después entró él, vio y creyó. Se trata de
una carrera hacia el encuentro con el Señor de la Vida como hemos de correr
todos hacia su encuentro. El discípulo amado después de ver el sepulcro vacío y
las vendas dobladas en un lugar aparte cree en la resurrección, no como una
obra humana sino como algo sobrenatural.
La experiencia de fe del discípulo
amado nace del encuentro y del seguimiento de Cristo, es una certeza interior
que lo conduce a ver al Señor como la Sabiduría de Dios encarnada, guiado por
el Espíritu Santo que lo condujo a amar más a su Señor, a la Palabra eterna del
Padre. Nosotros también encontraremos y reconoceremos al Señor en la Iglesia si
lo buscamos con sencillez y amor, Él nos llamará por nuestros nombres
haciéndonos partícipes de la intimidad de su amor divino como hizo con María
Magdalena.
Lo que
dice san Pablo en 1Co 15
Los
cristianos de Corinto tenían problemas con la doctrina de la resurrección.
Realmente se trata de un concepto de origen judío que se malentendía desde la
cultura griega. Ésta era dicotómica, es decir, afirmaba que el hombre es la
suma de alma más cuerpo y que el cuerpo es cárcel del alma. Por ello la muerte
la veían como liberación de la cárcel.
Con
esta forma de pensar, cuando oyen hablar de resurrección, les suena a “volver a
la cárcel” y no la ven como buena noticia.
Pablo
afirma tajantemente la resurrección de los cristianos y ofrece pistas para
entender su verdadero sentido, especialmente sobre el modo y su razón.
Credo (3b-7). Cita a continuación este credo, acuñado por los cristianos en
los primeros años del cristianismo (se considera el documento cristiano más
antiguo):
El testimonio del propio Pablo: “Y en último
término se me apareció también a mí, como a un abortivo. Pues yo soy el último
de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la
Iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de
Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos.
Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. Pues bien, tanto ellos
como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído” (8-11).
Si
Cristo resucitó, nosotros también. Hay una conexión entre una y otra. Negar
nuestra resurrección es negar la de Cristo y esto es hacer de los apóstoles
falsos testigos, negar el perdón de los pecados, la vida en el más allá y el
sentido de la vida cristiana (12-19):
Cristo
resucitó como primicia, nuevo Adán, cuya vida se manifiesta plenamente primero
en él y después en nosotros; su tarea es un "someterlo todo" que
culminará con la destrucción de la muerte y el sometimiento de todo al Padre
(20-28)
Pablo
afirma que hay continuidad entre el cuerpo débil actual y el cuerpo glorioso,
que estará animado por el Espíritu.
“En efecto, así es como dice la Escritura:
Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que
da vida. Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural;
luego, lo espiritual. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el
segundo, viene del cielo. Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos;
como el celeste, así serán los celestes. Y del mismo modo que hemos llevado
la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste” (35-39.42).
Razón
de la resurrección-transformación:
la debilidad no puede heredar el Reino de Dios, que es fortaleza e
inmortalidad. Un misterio: en el momento de la parusía, unos estarán muertos y
otros vivos; aquéllos serán resucitados, éstos transformados (50-53)
“Y cuando este ser
corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha
sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está,
oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del
pecado, la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por
nuestro Señor Jesucristo!” (54-57).
San Juan Pablo II comenta:
“Este
terreno de la nueva vida se ha revelado plenamente en la resurrección
de Cristo; como nos recuerda San Pablo en la liturgia de hoy en el pasaje
de la primera Carta a los Corintios. Nosotros crecemos y maduramos
espiritualmente (e incluso corporalmente), tendiendo con toda nuestra humanidad
a la vida eterna; en efecto, "Cristo ha resucitado de entre los
muertos como primicia de los que mueren" (1Co 15,20): por esto la resurrección de Cristo confiere un
dinamismo de crecimiento a la vida de todos. Está bien que ya antes de la
Cuaresma, la liturgia nos recuerde las verdades fundamentales de nuestra fe y
de nuestra vida; de este modo, indica ya a lo que nos prepararemos, en el
recogimiento espiritual, durante los domingos y las semanas próximas.
¿Qué
significa creer en Cristo? ¿Qué significa creer en la resurrección? Significa
precisamente (como dice Jeremías) confiar en el Señor, tener confianza en El
solo, una confianza tal que no podamos ponerla en el hombre, porque la
experiencia nos enseña que el hombre está sometido a la muerte.
¿Qué
significa creer en Cristo y creer en la resurrección? Significa también
complacerse en la ley del Señor, esto es, vivir de acuerdo con los mandamientos
y las indicaciones que Dios nos ha dado, mediante Cristo. Entonces somos como
ese árbol que, plantado junto a la acequia y fertilizado por ella, da fruto:
fruto bueno, fruto de vida eterna.
La
resurrección de Cristo se ha convertido en la fuente del agua vivificante del
bautismo, de la que debe brotar toda la vida de un cristiano en crecimiento
hacia la eternidad y hacia Dios.”
Benedicto XVI comenta:
“San
Pablo, …, nos ayuda a arrojar un poco de luz sobre este misterio partiendo del
hecho central de la historia humana y de nuestra fe, es decir, el hecho de la
resurrección de Cristo, que es «la primicia de los que han
muerto». Inmersos en su Misterio pascual, hemos sido hechos partícipes de su
victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Aquí está el secreto sorprendente y
la realidad clave de toda la historia humana. San Pablo nos dice que todos
fuimos «incorporados» en Adán, el primer hombre, el hombre viejo; todos tenemos
la misma herencia humana, a la que pertenece el sufrimiento, la muerte y el
pecado. Pero a esta realidad que todos podemos ver y vivir cada día añade algo
nuevo: no sólo tenemos esta herencia del único ser humano, que comenzó con
Adán, sino que hemos sido «incorporados» también en el hombre nuevo, en
Cristo resucitado, y así la vida de la Resurrección ya está presente en
nosotros. Por tanto, esta primera «incorporación» biológica es
incorporación en la muerte, incorporación que genera la muerte. La segunda,
nueva, que se nos da en el Bautismo, es «incorporación» que da la vida.
Cito de nuevo la segunda lectura de hoy; dice san Pablo: «Porque, habiendo
venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de
los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos
revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego
los de Cristo en su venida» (1Co 15,21-23)».
Ahora
bien, lo que san Pablo afirma de todos los hombres, la Iglesia, en su
magisterio infalible, lo dice de María en un modo y sentido precisos: la Madre
de Dios se inserta hasta tal punto en el Misterio de Cristo que es partícipe de
la Resurrección de su Hijo con todo su ser ya al final de su vida terrena; vive
lo que nosotros esperamos al final de los tiempos cuando sea aniquilado «el
último enemigo», la muerte (cf. 1Co 15,26);
ya vive lo que proclamamos en el Credo: «Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro».”
ALGUNAS CELEBRACIONES DE PIEDAD POPULAR
Procesión de Resurrección; caravanas de Resurrección.
Nota pastoral
Hace falta darle más vida a este día de la
recreación de la humanidad, de la vida plena, de la vida nueva en Cristo.
¡Felices pascuas de Resurrección!
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