CUARTO DOMINGO CUARESMA (A)
MONICIONES Y LECTURAS
MONICION AMBIENTAL
La
Palabra de Dios nos habla de la misericordia y ternura de Dios por los
pecadores que se convierten a Él, alcanzando las promesas divinas de participar
en su vida divina, de recobrar su dignidad de hijos y poseer la fuerza de su
Espíritu.
ORACION
COLECTA
Señor, que
reconcilias contigo a los hombres por tu Palabra hecha carne, haz que el pueblo
cristiano se apresure, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas
fiestas pascuales.
Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M.
El libro de Josué relata el momento cuando los israelitas llegaron a Canaán y
comenzaron a comer del fruto de esa tierra, dejando el maná.
Lectura
del libro de Josué 5,9ª.10-12
En aquellos días, el Señor dijo a
Josué:
─«Hoy os he despojado del oprobio de
Egipto.»
Los israelitas acamparon en Guilgal y
celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de
Jericó.
El día siguiente a la Pascua, ese
mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas.
Cuando comenzaron a comer del fruto
de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel
año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal
33,2-3. 4-5. 6-7(R.:9ª)
M. El salmista canta la bondad del Señor, nos invita a proclamar
su grandeza y a contemplarlo. Unámonos diciendo:
R/.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza
está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo
escuchen y se alegren.
R/.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Proclamad conmigo la grandeza del
Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
R/.Gustad
y ved qué bueno es el Señor.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
R/.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
SEGUNDA LECTURA
M.
La carta a los Corintios de san Pablo nos exhorta a reconciliarnos con Dios,
conscientes de ser nuevas criaturas en Jesucristo.
Lectura de la segunda carta del
apóstol san Pablo a los Corintios 5,17-21
Hermanos:
El que es de Cristo es una criatura
nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por
medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la
reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a
nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como
enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os
reconciliéis con Dios.
Al
que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que
nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Palabra de Dios.
M.
San Lucas nos relata la parábola del hijo pródigo, con la cual Jesús nos invita
a sabernos hijos pródigos y alegrarnos por la conversión del pecador.
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Lc 15,18
Me
pondré en camino adonde está mi padre, y le diré:
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.»
EVANGELIO
+ Lectura del Santo evangelio según san Lucas 15,1-3.11-32
En
aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
─«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús
les dijo esta parábola:
─«Un
hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
"Padre,
dame la parte que me toca de la fortuna."
El
padre les repartió los bienes.
No
muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país
lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando
lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él
a pasar necesidad.
Fue
entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus
campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las
algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando
entonces, se dijo:
"Cuántos
jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de
hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a
uno de tus jornaleros."
Se
puso en comino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo
vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a
besarlo.
Su
hijo le dijo:
"Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."
Pero
el padre dijo a sus criados:
"Sacad
en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias
en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque
este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."
Y
empezaron el banquete.
Su
hijo mayor estaba en el campo.
Cuando
al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de
los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste
le contestó:
"Ha
vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha
recobrado con salud."
Él
se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y
él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin
desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener
un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido
tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El
padre le dijo:
"Hijo,
tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque
este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."»
Palabra del Señor.
CITAS DEL CEC
El Hijo pródigo
1439 El
proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito
maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo",
cuyo centro es "el Padre misericordioso" (LC 15,11-24): la
fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la
miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna;
la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de
desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre
los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable
ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría
del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor
vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva,
pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al
seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las
profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su
misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.
1465 Cuando
celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del
Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las
heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo
Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y
misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del
amor misericordioso de Dios con el pecador.
1481 La
liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma
deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón: "Que el
Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando confesó sus pecados, y a
Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando derramó lágrimas sobre
sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo Dios, por medio de mí,
pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin
condenaros en su temible tribunal. El que es bendito por los siglos de los
siglos. Amén.".
1700 La
dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y
semejanza de Dios (artículo 1); se realiza en su vocación a la bienaventuranza
divina (artículo 2). Corresponde al ser humano llegar libremente a esta
realización (artículo 3). Por sus actos deliberados (artículo 4), la persona
humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado
por la conciencia moral (artículo 5). Los seres humanos se edifican a sí mismos
y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un
material de su crecimiento (artículo 6). Con la ayuda de la gracia crecen en la
virtud (artículo 7), evitan el pecado y, si lo han cometido recurren como el
hijo pródigo (cf LC 15,11-31) a la misericordia de nuestro Padre del
cielo (artículo 8). Así acceden a la perfección de la caridad.
2839 Con
una audaz confianza hemos empezado a orar a nuestro Padre. Suplicándole que su
Nombre sea santificado, le hemos pedido que seamos cada vez más santificados.
Pero, aun revestidos de la vestidura bautismal, no dejamos de pecar, de
separarnos de Dios. Ahora, en esta nueva petición, nos volvemos a él, como el
hijo pródigo (cf LC 15,11-32) y nos reconocemos pecadores ante él como
el publicano (cf LC 18,13). Nuestra petición empieza con una
"confesión" en la que afirmamos al mismo tiempo nuestra miseria y su
Misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo, "tenemos la
redención, la remisión de nuestros pecados" (COL 1,14 EP 1,7). El
signo eficaz e indudable de su perdón lo encontramos en los sacramentos de su
Iglesia (cf MT 26,28 JN 20,23).
CEC 207, 212, 214:
Dios es fiel a sus promesas
CEC 1441, 1443: Dios
perdona los pecados; los pecadores son reintegrados a la comunidad
CEC 982: la puerta del
perdón está siempre abierta para los que se arrepienten
CEC 1334: el pan cotidiano de Israel es el fruto
de la Tierra prometida
HERMENÉUTICA DE LA FE
La parábola del hijo pródigo es comparada en
la patrística al pueblo judío, el hijo mayor, y al pueblo gentil, el hijo
menor, que cae en el pecado y se convierte mediante la penitencia. Pero más
allá del drama de la Iglesia naciente, podemos decir que “esta parábola ha sido
compuesta para que los pecadores no desconfíen de poder convertirse, sabiendo
que alcanzarán grandes beneficios. Por esto presenta a los que, turbados a la
vista de estos bienes, aparecen como atormentados de los celos, porque los que
vuelven son honrados de tal modo, que se hacen objeto de envidia para los otros”
(San Juan Crisóstomo).
El patrimonio del hijo prodigo no eran
solamente los recursos materiales sino su dignidad de hijo, una vez que
malgastó todo y comenzó a reflexionar “la situación en que llegó a encontrarse
cuando ya había perdido los bienes materiales, le debía hacer consciente, por
necesidad, de la pérdida de esa dignidad,… bajo estas palabras se esconde el drama
de la dignidad perdida, la conciencia de la filiación echada a perder” (DV 6),
como debía acontecer en todo hombre que habiéndose apartado del amor del Señor
escucha al Espíritu en su conciencia.
Dios, igual que el padre del hijo pródigo que
emprende el camino de retorno a su hogar, “te sale al encuentro, pues, porque
conoce lo que meditas en lo secreto de tu alma; y aun cuando estés lejos sale a
recibirte para que nadie te detenga; te abraza también -en el acto de salir al
encuentro se indica la presciencia y en el de abrazar la clemencia- y se arroja
a tu cuello impulsado por cierto afecto de amor paternal para levantar al que
está caído y para encaminar hacia el cielo al que, cargado por sus pecados, se
encuentra postrado en la tierra” (San Ambrosio). Más aún, “Dios viene a nuestro
encuentro, tanto si lo hemos buscado como si lo hemos ignorado, e incluso si lo
hemos evitado” (San Juan Pablo II).
Este salir al encuentro del hijo indica que “Dios
es un Padre que no abandona jamás a sus hijos, un Padre amoroso que sostiene,
ayuda, acoge, perdona, salva, con una fidelidad que sobrepasa inmensamente la
de los hombres, para abrirse a dimensiones de eternidad… El amor de Dios Padre
no desfallece nunca, no se cansa de nosotros; es amor que da hasta el extremo,
hasta el sacrificio del Hijo” (San Juan Pablo II), por otra parte, vemos cómo
el padre antepone la misericordia a la justicia, “es precisamente nuestra
pequeñez, nuestra débil naturaleza humana, nuestra fragilidad lo que se
convierte en llamamiento a la misericordia del Señor para que manifieste su
grandeza y ternura de Padre ayudándonos, perdonándonos y salvándonos” (San Juan
Pablo II).
El ofrecimiento del padre de un ternero cebado
por el hijo pródigo, alude al ofrecimiento que Dios Padre nos hace de su propio
Hijo, quien “toma sobre Sí el pecado del mundo, como cordero inocente, y vuelve
a abrirnos el camino hacia la comunión con Dios, nos hace verdaderos hijos de
Dios. Es ahí, en el Misterio pascual, donde se revela con toda su luminosidad
el rostro definitivo del Padre” (San Juan Pablo II), la infinita riqueza de su
amor misericordioso. Dios es nuestro Padre al darnos a Jesús, al perdonarnos
nuestro pecado y hacernos sus hijos, al comunicarnos su vida resucitada, al
darnos su Espíritu.
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