CUARTO DOMINGO ADVIENTO (B)
A los seis
meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David;
la virgen se llamaba María. El ángel, entrando a su presencia, dijo: —Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. Ella se
turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le
dijo: —No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en
tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se
llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María
dijo al ángel: — ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? El ángel le contestó: -El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente
Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses
la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María
contestó: —Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,26-38).
COMENTARIO
La
maternidad virginal de María ha sido sostenida por la Iglesia desde los
comienzos, como aparece proclamada en la patrística. Su maternidad inaugura en
la iglesia naciente la difusión de la vida virginal, que será acogida por los
cristianos.
La Virgen María fue enriquecida desde su concepción con una
santidad singular, fue colmada de gracias, inmune de toda mancha de pecado, por
ello es llamada por el arcángel como “llena de gracia”. Hay una
profunda conexión entre el “alégrate” y “llena de gracia” pues María se alegra
porque Dios la ama y la colma de muchas gracias en orden a su maternidad
divina. La gracia es la fuente de la verdadera alegría, el don divino produce
un profundo gozo.
“Llena de gracia” indica una gracia perfecta y
duradera que implica plenitud, siendo ella quien recibe la primicia de la
redención. Se trata de
una total gratuidad, de una total benevolencia de Dios con una joven sin título
alguno para ser madre del Mesías, originaria de Nazareth, una aldea insignificante
en el AT, desposada con san José, descendiente pobre de David.
María es Virgen antes
del parto y después del parto, pues el Sol de justicia santificó aún más a la
Madre con su nacimiento. Dios quiso hacer de ella la única virgen que es
también Madre, destacándose la excelencia de la virginidad respecto al bien del
matrimonio. La Virgen María pregunta cómo sería madre del Mesías porque en su
matrimonio con José no pretendería llegar a la cópula conyugal, careciendo de
sentido la pregunta cómo sería la concepción de Jesús.
La maternidad virginal
de María pone en evidencia la paternidad única de Dios en la Persona de Jesús,
tanto en su generación eterna como en su nacimiento virginal, sin intervención
de varón. También pone de relieve la naturaleza divina de Jesús pues no queda
duda que la Encarnación es obra totalmente de Dios.
El Señor pregunta a
través del arcángel Gabriel sobre su respuesta de ser Madre del Redentor,
dándole pruebas de su omnipotencia especialmente con la esterilidad de Isabel
ya anciana. La
acción del Espíritu de Dios en ella le permite consagrarse con toda su persona
a la obra redentora de Jesús, coopera con una fe libre y obediencia, desatando
de ese modo el nudo de la desobediencia de Eva, conduciéndonos a la vida. Ella, la nueva Eva, cooperó en el crecimiento humano de Jesús y en su
obra de salvación, participando de modo activo en la redención.
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