TERCER DOMINGO (C)



Monición ambiental

En este tercer domingo del tiempo ordinario, escucharemos el valor que los israelitas le otorgan a la Palabra revelada, tanto en la escucha como en su actualización por parte de Jesucristo. El Señor Jesús proclama en Nazaret que Él es el Mesías y que a partir de ese momento se realiza el cumplimiento de la promesa del año de gracia del Señor.



Oración Colecta

Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Él que vive y reina contigo.



 Primera Lectura 

M. En el libro de Nehemías se relata cómo el escriba Esdras proclama la Palabra del Señor a todo el pueblo. La gente escucha con atención y fe. Nehemías, Esdras y los levitas invitan al pueblo a celebrar ese día consagrado al Señor.



Lectura del libro del libro de Nehemías

8,2-4ª. 5-6. 8-10



En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.

Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo ─pues se hallaba en un puesto elevado─ y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió:

─"Amén, amén."

Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.

Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero:

─"Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis."

Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley. Y añadieron:

─"Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza."

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial  

Sal  18,8,9.10.15 (R.: Jn 6,63c)

M.  El salmista reconoce que las palabras de Dios son espíritu y vida, son descanso para el alma, luz para los ojos y alegran el corazón.

R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.



La ley de Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R/. Tus palabras, Señor son espíritu y vida.



Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R/. Tus palabras, Señor son espíritu y vida.



La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R/. Tus palabras, Señor son espíritu y vida.



Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío. R/. Tus palabras, Señor son espíritu y vida.



Segunda Lectura

M. San Pablo en la carta a los corintios utiliza la imagen del cuerpo humano para hablar del cuerpo místico de Cristo: la diversidad de dones otorgados a los bautizados por el Espíritu Santo se armonizan en la unidad del cuerpo eclesial.



Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,12-30



Hermanos:

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Si el pie dijera: "No soy  mano, luego no formo parte del cuerpo", ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: "No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo", ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó  el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: "No te necesito"; y la cabeza no puede decir a los pies: "No os necesito," Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.

Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían. Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

Palabra de Dios.

M. El Evangelio de san Lucas recoge el momento cuando Jesús actualiza el pasaje del profeta Isaías sobre su ser mesiánico y proclama el año de gracia del Señor.



  Aclamación antes del Evangelio

Aleluya Lc 4,18

El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad.



Evangelio

  Lectura del Santo evangelio según san Lucas 1,1-4; 4,14-21



Excelentísimo Teófilo:

Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y  todos lo alababan.

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.

Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor."

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

─"Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír."

Palabra del Señor

HOMILIA

CREDO



ORACION DE LOS FIELES

Oremos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, en cuyas manos está el destino del universo, y pidámosle confiadamente que escuche las oraciones de su pueblo. Respondiendo todos: R/. Padre, Escúchanos.

·         Por la santa Iglesia de Dios, para que busque cada día con mayor afán el rostro de su Señor, y sus fieles se esfuercen en purificarse de todas sus faltas y pecados, roguemos al Señor. R/. Padre, Escúchanos.

·         Por los que gobiernan las naciones, para que trabajen con interés y constancia por la paz y el bienestar de sus súbditos,  a fin de que reine entre los pueblos la justicia y la paz, roguemos al Señor. R/. Padre, Escúchanos.

·         Por todos los que estamos aquí reunidos, para que el Señor nos conceda perseverar en la fe y progresar en el mutuo amor, roguemos al Señor. R/. Padre Escúchanos.



Dios nuestro, que has enviado a tu Hijo, rey y profeta, para anunciar el Evangelio a los pobres, la libertad a los cautivos y a los ciegos la vista, escucha nuestras súplicas y haz que tu palabra resuene con fuerza en el mundo, y a nosotros nos transforme en instrumentos eficaces de libertad y salvación para todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.



Oración sobre las Ofrendas

Señor, recibe con bondad nuestros dones y, al consagrarlos con el poder de tu Espíritu, haz que se conviertan para nosotros en dones de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.



Antífona de comunión   Sal 33,6

Contemplad al Señor y quedaréis radiantes; vuestro rostro no se avergonzará.



Oración después de la Comunión

Dios todopoderoso, te pedimos que cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces.

Por Jesucristo nuestro Señor.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CEC 714: la espera en el Antiguo Testamento del Mesías y del Espíritu

CEC 1965-1974: la nueva Ley y el Evangelio

CEC 106, 108, 515: Dios inspiró a los autores de las Escrituras y a los lectores

CEC 787-795: la Iglesia, el Cuerpo de Cristo

1965 La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina, natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por él viene a ser la ley interior de la caridad: ‘Concertaré con la casa de Israel una alianza nueva... pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo’ (HE 8,8-10 cf JR 31,31-34).



1966 La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo dada a los fieles mediante la fe en Cristo. Actúa por la caridad, utiliza el Sermón del Señor para enseñarnos lo que hay que hacer, y los sacramentos para comunicarnos la gracia de realizarlo:



El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo, encontrará en él sin duda alguna la carta perfecta de la vida cristiana... Este Sermón contiene todos los preceptos propios para guiar la vida cristiana. [S. Agustín, serm. Dom. 1, 1).



1967 La Ley evangélica ‘da cumplimiento’ (cf MT 5,17-19), purifica, supera, y lleva a su perfección la Ley antigua. En las ‘Bienaventuranzas’ da cumplimiento a las promesas divinas elevándolas y ordenándolas al ‘Reino de los cielos’. Se dirige a los que están dispuestos a acoger con fe esta esperanza nueva: los pobres, los humildes, los afligidos, los limpios de corazón, los perseguidos a causa de Cristo, trazando así los caminos sorprendentes del Reino.



1968 La Ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua, extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias: revela toda su verdad divina y humana. No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro (cf MT 15,18-19), donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes. El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación de la perfección del Padre celestial, mediante el perdón de los enemigos y la oración por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina (cf MT 5,44).



1969 La Ley nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el ayuno, ordenándolos al ‘Padre que ve en lo secreto’, por oposición al deseo ‘de ser visto por los hombres’ (cf MT 6,1-6 MT 16-18). Su oración es el Padre Nuestro (MT 6,9-13).



1970 La Ley evangélica entraña la elección decisiva entre ‘los dos caminos’  (cf MT 7,13-14) y la práctica de las palabras del Señor (cf MT 7,21-27); está resumida en la regla de oro: ‘Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros; porque ésta es la Ley y los profetas’ (MT 7,12 cf LC 6,31).



Toda la Ley evangélica está contenida en el ‘mandamiento nuevo’ de Jesús (JN 13,34): amarnos los unos a los otros como El nos ha amado (cf JN 15,12).

1971 Al Sermón del monte conviene añadir la catequesis moral de las enseñanzas apostólicas, como Rm 12-15; 1Co 12-13; Col 3-4; Ef 4-5, etc. Esta doctrina transmite la enseñanza del Señor con la autoridad de los apóstoles, especialmente exponiendo las virtudes que se derivan de la fe en Cristo y que anima la caridad, el principal don del Espíritu Santo. ‘Vuestra caridad sea sin fingimiento... amándoos cordialmente los unos a los otros... con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad’ (RM 12,9-13). Esta catequesis nos enseña también a tratar los casos de conciencia a la luz de nuestra relación con Cristo y con la Iglesia (cf RM 14 1CO 5,10).



1972 La Ley nueva es llamada ley de amor, porque hace obrar por el amor que infunde el Espíritu Santo más que por el temor; ley de gracia, porque confiere la fuerza de la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos; ley de libertad (cf JC 1,25 JC 2,12), porque nos libera de las observancias rituales y jurídicas de la Ley antigua, nos inclina a obrar espontáneamente bajo el impulso de la caridad y nos hace pasar de la condición del siervo ‘que ignora lo que hace su señor’, a la de amigo de Cristo, ‘porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’ (JN 15,15), o también a la condición de hijo heredero (cf GA 4,1-7 GA 4,21-31 RM 8,15).



1973 Más allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. La distinción tradicional entre mandamientos de Dios y consejos evangélicos se establece por relación a la caridad, perfección de la vida cristiana. Los preceptos están destinados a apartar lo que es incompatible con la caridad. Los consejos tienen por fin apartar lo que, incluso sin serle contrario, puede constituir un impedimento al desarrollo de la caridad (cf S. Tomás de Aquino, s. th. II-II 184,3).



1974 Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad que nunca se sacia. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud espiritual. La perfección de la Ley nueva consiste esencialmente en los preceptos del amor de Dios y del prójimo. Los consejos indican vías más directas, medios más apropiados, y han de practicarse según la vocación de cada uno:



(Dios) no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor. (S. Francisco de Sales, amor 8, 6).



HERMENÉUTICA DE LA FE



Vínculo literario entre Neh 8,2-6.8-10 y Lc 1,1-4; 4,14-21

Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero:
─"Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis."
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.




Y él se puso a decirles:
─"Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír."




Primera lectura

Nehemías, recuerda el conocido acontecimiento del Antiguo Testamento, cuando los israelitas, al volver de la esclavitud de Babilonia, se dedicaron a reconstruir el templo de Jerusalén. Construido en tiempos de los grandes reyes, había vivido los períodos de esplendor y de decadencia del pueblo elegido; fue testigo de la deportación a la esclavitud de los hijos e hijas de Israel; luego, había sido destruido; y entonces debía ser reconstruido. El pueblo elegido vivía profundamente ese momento. La gran obra comenzó en medio del llanto, pero su tristeza se convirtió en alegría (cf.  Ne  8,2-11)” (San Juan Pablo II, 7 junio 1977).



El templo en que nos encontramos y que ahora es consagrado para el culto, es signo de la otra Iglesia, formada por piedras vivas, que son los creyentes en Cristo, admirablemente unidos por el cemento espiritual de la caridad. Mediante la acción del Espíritu Santo, los dones y carismas de cada miembro de la comunidad eclesial no se oponen; al contrario, enriquecen la armonía de la única construcción espiritual del Cuerpo de Cristo. Así, el templo material expresa la comunión interior de cuantos aquí se congregan para escuchar la palabra de Dios, como nos ha recordado la primera lectura: «Los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la Ley» (NE 8,3). Aquí los fieles recibirán los sacramentos, especialmente los de la reconciliación y la Eucaristía, y podrán expresar con mayor intensidad su devoción a la Virgen del Amor Divino” (San Juan Pablo II, 4 julio 1999).



Evangelio

El evangelio de este domingo recoge dos textos: Lc 1,1-4 recoge la verdad sobre la Persona de Jesucristo, testimoniada por los apóstoles, “el mayor motivo de credibilidad es haber aprendido de aquellos que vieron personalmente” (San Juan Crisóstomo). Tanto de Lucas como de los otros evangelios “emerge el rostro del Nazareno con un fundamento histórico seguro, pues los evangelistas se preocuparon de presentarlo recogiendo testimonios fiables (cf. Lc 1,3) y trabajando sobre documentos sometidos al atento discernimiento eclesial” (NMI 18).



El otro texto Lc 4,14-21 es el primer anuncio mesiánico de Jesús en su vida pública, es una proclamación de la fuerza del Espíritu de Dios que mora en plenitud en Jesús, “aquél que posee la plenitud de este Espíritu, aquél que marca el « nuevo inicio » del don que Dios hace a la humanidad con el Espíritu” (DEV 18), y que será el Protagonista de la misión de la Iglesia a la largo de la historia, que sigue anunciando el jubileo, el año de gracia del Señor. “En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11,2) para realizar su misión salvífica… toda su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin medida" (Jn 3,34)” (CEC 1286).



Toda la vida de Jesucristo está orientada por el Espíritu Santo. “En Jesús, el vínculo Espíritu-Palabra llega al vértice; en efecto, él es la misma Palabra hecha carne «por obra del Espíritu Santo»”. Esta íntima y poderosa comunión del Hijo con la Tercera persona de la Trinidad “se manifiesta también en la actividad evangelizadora de Jesús. Él mismo lo subraya en su discurso inaugural en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,16-30), aplicándose el pasaje de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí» (Is 61,1). En cierto sentido, se puede decir que Jesús es el «misionero del Espíritu», dado que el Padre lo envió para anunciar con la fuerza del Espíritu Santo el evangelio de la misericordia” (San Juan Pablo II).

Jesucristo proclama el año de gracia del Señor. Jesús hace “presente al Padre en cuanto amor y misericordia es en la conciencia de Cristo mismo la prueba fundamental de su misión de Mesías” (DM 3). El Señor hace suyas la promesa mesiánica de Isaías que consistiría en “la revelación del amor misericordioso a los pobres, los que sufren, los prisioneros, los ciegos, los oprimidos y los pecadores” (DM 8), la misma resurrección de Jesús “constituye el signo final de la misión mesiánica, signo que corona la entera revelación del amor misericordioso en el mundo sujeto al mal. Esto constituye a la vez el signo que preanuncia "un cielo nuevo y una tierra nueva” (DM 8).



La acción del “Espíritu guía a la Iglesia para que, gracias a la obra de numerosas almas generosas, siga llevando la buena nueva… en las diferentes épocas de la historia, es siempre el Espíritu Santo el que, cumpliendo el proyecto del Padre, suscita diversos carismas al servicio de la Iglesia y de la humanidad entera” (San Juan Pablo II). “La fuerza del Espíritu Santo no sólo nos ilumina y nos consuela. Nos encamina hacia el futuro, hacia la venida del Reino de Dios… Esta fuerza puede crear un mundo nuevo: puede «renovar la faz de la tierra»” (Benedicto XVI). La Iglesia fortalecida así y con una rica visión de fe puede edificar una nueva humanidad.  

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