CUARTO DOMINGO (C)



Monición ambiental

Este domingo el Señor nos revela su amor misericordioso en Jesucristo. Jesús Mesías, ha traído el don del Espíritu Santo para todos los hombres, inaugurando así el comienzo de una nueva humanidad en El. El Espíritu Santo es poder que transforma el corazón, amor que une, alma de la Iglesia, luz que abre los ojos del alma para descubrir en Jesús y su doctrina al mismo Dios.



Oración Colecta

Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres.

Por nuestro Señor Jesucristo.



Primera Lectura 

M. El profeta Jeremías relata la misión que recibió de Yavé para que fuera profeta de los gentiles, el Señor le pide que sea fuerte, le asegura que siempre estará con él para librarlo de sus enemigos.



Lectura del libro del profeta Jeremías

1,4-5.17-19



En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.

Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando.

No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos.

Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo.

Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.”

Oráculo del Señor.

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial  

Sal  70,1-2. 3-4ª. 5-6ab. 15ab y 17

(R.: cf15ab)



M.  El salmista canta la salvación del Señor porque ha sido su alcázar, porque lo ha librado de la mano perversa, porque desde niño el Señor lo sostenía. R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.



A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame.

R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.



Se tu mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío, líbrame de la mano perversa.

R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.



Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías.

R/.Mi boca contará tu salvación, Señor.



Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación.

Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas.

R/.Mi boca contará tu salvación, Señor.



Segunda Lectura

M. San Pablo invita a los corintios a aspirar al carisma excepcional que permanece para siempre: el amor de donación. Todos los carismas son pasajeros, incluso la fe y la esperanza. El amor, en cambio, es más grande.



Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,31—13,13



Hermanos:

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar el camino excepcional.

Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Disculpa sin límites, cree sin límites,  espera sin límites, aguanta sin límites.

El amor no pasa nunca.

¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá.

¿El saber?, se acabará.

Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño.

Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara.

Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce.

En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.



M. El evangelio de san Lucas recoge el momento cuando Jesús actualiza el pasaje de Isaías, indicando que Él es el Mesías. Los nazarenos lo rechazaron como Mesías pero la verdad es que desde entonces se inauguró la redención.





  Aclamación antes del Evangelio

Aleluya Lc 4,18

El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad.



Evangelio

  Lectura del Santo evangelio según san Lucas 4,21-30



En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: ─"Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír."

Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían  de sus labios.

Y decían:

─"¿No es éste el hijo de José?"

Y Jesús les dijo:

─"Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún."

Y añadió:

─"Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio."

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor



HOMILIA

CREDO



 ORACION DE LOS FIELES

Invoquemos, hermanos, con corazón unánime y plegaria ferviente, a Dios Padre, fuente y origen de todo bien. Respondiendo todos: Escúchanos, Señor.

·         Por la santa Iglesia, reunida aquí en el nombre del Señor y extendida por todo el mundo, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.

·         Por nuestra ciudad  por su prosperidad y por todos lo que en ella moran, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.

·         Por los que están de viaje, por los enfermos y prisioneros, por los pobres y todos los que sufren, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.

·         Por nuestros hermanos difuntos, para que Dios los reciba en su reino de luz y felicidad, roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.



Dios nuestro, que en el profeta acogido por los extranjeros y rechazado en su tierra natal, manifestaste el drama de la humanidad que acoje o rechaza tu salvación, escucha nuestras oraciones y haz que nunca falten en la Iglesia misioneros que, llenos de audacia, proclamen con valentía el Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.



 Oración sobre las Ofrendas

Presentamos, Señor, estas ofrendas en tu altar como signo de nuestra servidumbre; concédenos que, al ser aceptadas por ti se conviertan para tu pueblo en sacramento de vida y redención.

Por Jesucristo nuestro Señor.



Antífona de comunión   Sal 30,17-18

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia, Señor, que no me avergüence de haberte invocado.



Oración después de la Comunión

Reanimados por estos dones te suplicamos,  Señor,  que el pan de vida eterna nos haga crecer continuamente en la fe verdadera.

Por Jesucristo nuestro Señor.



CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CEC 436, 1241, 1546: Cristo el Profeta

CEC 904-907: nuestra participación en el oficio profético de Cristo

CEC 103-104: la fe, el principio de la vida eterna

CEC 1822-1829: la caridad

CEC 772-773, 953: la comunión en la Iglesia

CEC 314, 1023, 2519: los que están en el cielo verán a Dios “cara a cara”

904 "Cristo,... realiza su función profética ... no sólo a través de la jerarquía ... sino también por medio de los laicos. El los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra" (LG 35).



Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso de todo creyente (Sto. Tomás de A., STh III 71,4 ad 3).



905 Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con "el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra". En los laicos, esta evangelización "adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo" (LG 35):



Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los no creyentes... como a los fieles (AA 6 cf. AGD 15).



906 Los fieles laicos que sean capaces de ello y que se formen para ello también pueden prestar su colaboración en la formación catequética (cf. CIC 774 776 780), en la enseñanza de las ciencias sagradas (cf. CIC 229), en los medios de comunicación social (cf. CIC 823,1).



907 "Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestarla a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres y la reverencia hacia los Pastores, habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas" (CIC 212,3).

Comentario del Evangelio

Vínculo literario entre Jer 1,4-5.17-19 y Lc 4,21-30

En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.






Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.



Primera lectura

«Te nombré profeta de los gentiles » (JR 1,5). También la narración de la vocación de Jeremías, que hemos escuchado en la primera lectura, subraya la universalidad de la salvación. En efecto, la misión del profeta no se limita al pueblo de Israel, sino que se abre a horizontes universales. El texto bíblico describe detalladamente los dolores y las dificultades que Jeremías encontrará en el cumplimiento de su misión. Pero, al mismo tiempo, al profeta se le asegura la fuerza necesaria para cumplir la misión que se le ha confiado. El Señor lo conforta: «Yo estoy contigo para librarte » (JR 1,19). Dios apoya totalmente al profeta en su misión, y precisamente en esta promesa se funda la certeza de fe de que puede superar cualquier obstáculo.



Todo lo que proclama este significativo pasaje del libro de Jeremías se cumple plenamente en la misión de Jesús y, a continuación, en la misión confiada a la Iglesia. Para cumplir el mandato recibido de Cristo, la comunidad cristiana deberá afrontar muchas dificultades a lo largo de los siglos. Sin embargo, sabe que puede contar con la fuerza del Espíritu Santo y con la presencia, misteriosa pero real, del Resucitado” (San Juan Pablo II, febrero 1998).



Con el profeta Jeremías podemos afirmar también nosotros que antes de formarnos en el seno de nuestra madre él ya nos conocía (cf. Jr 1,5); y conociéndonos nos amó. La vocación a la santidad, es decir, a la comunión con Dios pertenece al plan eterno de este Dios, un plan que se extiende en la historia y comprende a todos los hombres y las mujeres del mundo, porque es una llamada universal. Dios no excluye a nadie; su proyecto es sólo de amor. San Juan Crisóstomo afirma: «Dios mismo nos ha hecho santos, pero nosotros estamos llamados a permanecer santos. Santo es aquel que vive en la fe» (Homilías sobre la Carta a los Efesios, I, 1, 4).



San Pablo continúa: Dios nos predestinó, nos eligió para ser «sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo», para ser incorporados en su Hijo unigénito. El Apóstol subraya la gratuidad de este maravilloso designio de Dios sobre la humanidad. Dios nos elige no porque seamos buenos, sino porque él es bueno. Y la antigüedad tenía una palabra sobre la bondad: bonum est diffusivum sui; el bien se comunica; el hecho de comunicarse, de extenderse, forma parte de la esencia del bien. De este modo, porque Dios es la bondad, es comunicación de bondad, quiere comunicarse. Él crea porque quiere comunicarnos su bondad y hacernos buenos y santos” (Benedicto XVI, audiencia año 2005).



Evangelio

Inmediatamente después que Jesús proclamó que el pasaje mesiánico de Isaías se cumplía en él, produjo en los oyentes primero admiración, después incredulidad y finalmente cólera hasta el punto de quererlo despeñar, pero Jesús no permitió que lo hicieran porque aún no había llegado su hora, sobre esto último dice San Beda “el Salvador, mudando la intención de ellos, o aturdiéndolos, bajó, porque aún les reservaba ocasión de arrepentirse”, por su parte San Ambrosio dice “quería más bien salvar a los judíos que perderlos para siempre, y por eso cuidaba de que ellos no pudiesen cumplir lo que querían, dejando frustrado su furor”.



Jesús es consciente del rechazo del profeta en su propia tierra y no realizó ningún milagro en Nazaret para evitar la envidia, “en vano se debe esperar la ayuda de la Misericordia divina, cuando se tiene envidia al mérito de la virtud de otro. El Señor desprecia a los envidiosos, y aleja los milagros de su poder, de aquellos que persiguen en otros los divinos beneficios… la patria de Jesús, la cual fue digna de que el Hijo de Dios fuese en ella concebido, es juzgada indigna de sus obras por la envidia” (San Ambrosio), sin embargo, “les expone una doctrina no menos admirable que los milagros” (San Juan Crisóstomo). Este conflicto “es la primera señal de las sucesivas hostilidades” (San Juan Pablo II) de los judíos, que culminarán con la resurrección de Lázaro.



La Palabra proclamada por Jesús tiene toda la fuerza del Espíritu Santo por esto no tiene comparación alguna, goza de una autoridad única, “sus palabras desvelan el secreto de Dios, su designio y su promesa, y por eso cambian el corazón del hombre y su destino” (EN 11). Desde entonces la evangelización de la Iglesia es auténtica si tiene la acción del Paráclito, “el Espíritu que hace hablar a Pedro, a Pablo y a los Doce, inspirando las palabras que ellos deben pronunciar,… "Gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece". Él es el alma de esta Iglesia. Él es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. Él es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por El” (EN 75).

Jesucristo es el Mesías, el Cristo, precisamente porque “él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa… Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey” (CEC 436). “Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin medida” (CEC 1286). El Espíritu Santo es “el amor que nos une al Señor y entre nosotros y la luz que abre nuestros ojos para ver las maravillas de la gracia de Dios que nos rodean” (Benedicto XVI).



Ese nuevo comienzo salvífico, “el "hoy" del que habla Jesús indica el tiempo de la Iglesia, precisamente porque pertenece a la "plenitud del tiempo", o sea, el tiempo de la salvación plena y definitiva. La consagración y la misión de Cristo… son la raíz viva de la que brotan la consagración y la misión de la Iglesia "plenitud" de Cristo” (PDV 18). Los fieles que asumen su consagración-misión en el mismo Amor de Cristo, éste Amor los conduce a la eternidad. “Jesús ha venido sobre todo para enseñarnos el amor… El amor crece en nosotros y se desarrolla también entre las contradicciones, entre las resistencias que se le oponen desde el interior de cada uno de nosotros, y a la vez "desde fuera" (San Juan Pablo II).

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