EL BAUTISMO DEL SEÑOR (C)



Monición ambiental

Celebramos el misterio de la epifanía de Jesucristo al hacerse bautizar por Juan el Bautista en el río Jordán. Dios Espíritu Santo se revela solemnemente presente en Jesús en forma de paloma y Dios Padre identifica a Jesús como su Hijo unigénito, amado y predilecto, a quien todo hombre ha de escuchar para que pueda alcanzar la paz mesiánica.



Oración Colecta

Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo, en el Jordán, quisiste revelar solemnemente que él era tu Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia. Por nuestro Señor Jesucristo.



 Primera Lectura  

M. El profeta Isaías habla del Siervo de Dios como poseedor del Espíritu Santo, quien promoverá la justicia y el derecho, será luz de las naciones, sacará a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que están en tinieblas.



Lectura del libro del libro de Isaías

42,1-4.6-7



Así dice el Señor: ¨Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por la calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”



Palabra de Dios.



Salmo Responsorial   

Sal  28,1ª y 2.3ac-4.3b y 9b-10 (R.:11b)

M.  El salmista reconoce que la paz es una bendición del Señor, un don que procede de lo alto y que se le concede al pueblo de Dios.



R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.



Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

R/.El Señor bendice a su pueblo con la paz.



La voz del Señor sobre las aguas, el Señor  sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.



El Dios de la gloria ha tronado.

En su templo un grito unánime: “¡Gloria!¨ El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.



Segunda Lectura

M. En el libro de los Hechos de los Apóstoles san Pedro afirma que Dios acepta a todo aquel que lo teme y practica la justicia, al que acoge en la fe al Príncipe de la paz, ungido por Dios con el Espíritu Santo.



Lectura del  libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34-38



En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:“Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”

Palabra de Dios.



M. El evangelista san Lucas recoge el momento de la epifanía de Jesucristo en el Jordán, después de haber sido bautizado por Juan el Bautista: el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma y la voz del Padre lo llamó su Hijo amado y predilecto.



  Aclamación antes del Evangelio

Aleluya Cf. Mc 9,7

Se abrió el cielo, y se oyó la voz del Padre: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.”



Evangelio

  Lectura del Santo evangelio según san Lucas 3,15-16.21-22



En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: –– "Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego."

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: ─"Tu eres mi Hijo, el amado, el predilecto."



Palabra del Señor.



ORACION DE LOS FIELES

Oremos, hermanos, a nuestro Salvador, que quiso ser bautizado para santificar nuestro bautismo y renovar por él al hombre caído, y pidámosle que se compadezca de quienes ha querido que fueran sus hermanos:

Respondiendo todos:

R/. Escucha, Señor, nuestra oración.



  • Para que Cristo, el Siervo de Dios, en quien el Padre se complace, mire con amor a todos los que se preparan para el bautismo o la confirmación o preparan el bautismo de sus hijos, roguemos al Señor. R/. Escucha, Señor, nuestra oración.
  • Para que Cristo, el elegido de Dios para llevar el derecho a los naciones, ilumine a los que buscan a Dios con sinceridad de corazón, les haga oír la voz potente y magnifica de Padre, que los llama a escuchar a su hijo amado, y los conduzca hacia el bautismo, roguemos al Señor R/. Escucha, Señor, nuestra oración.
  • Para que Cristo, el  Enviado del Padre, que no quiebra la caña resquebrajada ni apaga la mecha que aún  humea conceda la salud a los que viven oprimidos por el diablo, roguemos al Señor R/. Escucha, Señor, nuestra oración.
  • Para que Cristo, el Hijo amado, que quiso ser bautizado en el Jordán para dar fuerza a nuestro bautismo, nos haga descubrir y amar la grandeza del bautismo cristiano, don del amor de Dios a los hombres, roguemos al Señor. R/. Escucha, Señor, nuestra oración,

Padre todopoderoso, que haces resonar tu voz magnifica en la aguas del bautismo y en la unción de la confirmación, escucha nuestras oraciones y concede a los bautizados cumplir fielmente las promesas de su bautismo y ser testigos valientes de la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.



Oración sobre las Ofrendas

Recibe, Señor, los dones que te presentamos en este día en que manifestaste a tu Hijo predilecto, y has que estas ofrendas de tu pueblo se conviertan en aquel sacrificio con el que Cristo purificó el pecado del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.



Antífona de comunión   Jn 1,32.34

Éste es de quien decía Juan: Yo lo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Oración después de la Comunión

Alimentados con estos dones santos te pedimos, Señor, humildemente que escuchemos con fe la palabra de tu  Hijo para que podamos llamarnos, y ser en verdad, hijos tuyos. Por Jesucristo nuestro Señor.



CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

535 El comienzo (cf. Lc 3,23) de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán (cf. AC 1,22). Juan proclamaba "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (LC 3,3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados (cf. Lc 3,10-14), fariseos y saduceos (cf. Mt 3,7) y prostitutas (cf. Mt 21,32) viene a hacerse bautizar por él. "Entonces aparece Jesús". El Bautista duda. Jesús insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es "mi Hijo amado" (MT 3,13-17). Es la manifestación ("Epifanía") de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios.



536 El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores (cf. Is 53,12); es ya "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (JN 1,29); anticipa ya el "bautismo" de su muerte sangrienta (cf MC 10,38 LC 12,50). Viene ya a "cumplir toda justicia" (MT 3,15), es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados (cf. Mt 26,39). A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf. Lc 3,22 IS 42,1). El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a "posarse" sobre él (JN 1,32-33 cf. Is 11,2). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, "se abrieron los cielos" (MT 3,16) que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación.



537 Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y "vivir una vida nueva" (RM 6,4):



Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con él (S. Gregorio Nacianc. Or. 40, 9).



Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios. (S. Hilario, MT 2).

HERMENÉUTICA DE LA FE

El Bautismo de Jesús en el Jordán lo manifiesta como “Mesías de Israel e Hijo de Dios”, san Lucas nos presenta a Jesús como “principal protagonista del acontecimiento, confundido con los pecadores y en oración: es Él la respuesta a las expectativas de la gente, el Cordero sin pecado que quita el pecado del mundo”. Cordero de Dios equivale a Siervo de Dios del profeta Isaías. Inmediatamente vemos una acción de la Trinidad “se abre el cielo que el pecado de Adán había cerrado, desciende sobre Jesús el Espíritu…, y viene escuchada la Palabra de amor del Padre” (San Juan Pablo II).



La manifestación Trinitaria es un testimonio superior al de Juan el Bautista sobre el ser mesiánico de Jesús, quien “fue bautizado, no para purificarse, sino para purificar las aguas, a fin de que, purificadas por la carne de Jesucristo, que no conoció el pecado, tuviesen virtud para bautizar a los demás” (San Ambrosio). Palpamos en este misterio, un paso del deseo humano de ser lavados del pecado a la acción divina de purificarnos con la sangre del Cordero y comunicarnos su gracia. Se habla de fuego del Espíritu Santo porque “abrasa por el amor y por la sabiduría, ilumina los corazones que llena” (Beda).



Jesús no solamente posee el Espíritu Santo, ya que toda su actividad evangelizadora es conducida por el Espíritu de Dios, sino que la da como don mesiánico, como fuente de vida plena y eterna, a su nuevo pueblo, “este mismo Espíritu sostendrá la misión evangelizadora de la iglesia… San Lucas considera a los Apóstoles como representantes del pueblo de Dios de los tiempos finales, y subraya con razón que este Espíritu de profecía se derrama en todo el pueblo de Dios” (San Juan Pablo II).



El Espíritu Santo, igual que el fuego, quema y destruye el pecado original, “restituyendo al bautizado la belleza de la gracia divina,… transforma el hijo de las tinieblas en hijo de la luz… obra el retorno a la adopción filial…”. La acción sanante de la gracia en nuestra alma “la purifica de las malas inclinaciones, y de los vicios,… Una tal purificación a veces cuesta al hombre; está vinculada con el dolor y con el sufrimiento, pero es indispensable, dado que el alma debe conservar en sí aquello que es noble, honesto y puro” (San Juan Pablo II).



El Espíritu Santo “abre los ojos del corazón a la Verdad, a toda la Verdad. Es él, el Espíritu Santo, que empuja nuestra vida sobre el sendero renovado de la caridad… que nos reconcilia con la ternura del perdón divino y nos penetra totalmente con la fuerza de la verdad y del amor” (San Juan Pablo II). Este nuevo ser en Cristo y bajo la acción de su Espíritu necesita un nuevo alimento: la eucaristía, “en el que Cristo mismo, incesantemente y siempre de una manera nueva, «certifica» en el Espíritu Santo a nuestro espíritu que cada uno de nosotros, como partícipe del misterio de la Redención, tiene acceso a los frutos de la filial reconciliación con Dios” (San Juan Pablo II).

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