SEGUNDO DOMINGO TIEMPO ORDINARIO (C)



Monición ambiental

Este segundo domingo del tiempo ordinario la Palabra del Señor nos habla del amor esponsal de Dios para con su pueblo. En Caná de Galilea Jesús manifiestó su voluntad de estar presente en el matrimonio sacramental y anticipa la hora de su amor extremo en su Pascua. El Señor en la Cruz estableció una nueva y eterna alianza de amor con su esposa la Iglesia.



Oración Colecta

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz.

Por nuestro Señor Jesucristo.



Primera Lectura 

M. El profeta Isaías vaticina sobre Jerusalén que será desposada y la favorita del Señor. Dios encontrará alegría con Jerusalén igual que el esposo la encuentra con su esposa.



Lectura del libro de Isaías 62,1-5



Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.

Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán “Abandonada”, ni a tu tierra “Devastada”; a ti te llamarán “Mi favorita”, y a tu tierra “Desposada”, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido.

Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial  

Sal 95,1-2ª.2b-3.7-8ª.9-10ª y c (R.:3)

M.  Glorifiquemos las maravillas, la gloria y el poder del Señor con todos los pueblos de la tierra, diciendo:



R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre

R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.



Proclamad día tras día su victoria, contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.

R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.



Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor.

R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.



Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda.

Decid a los pueblos: “El Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente.”

R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.



Segunda Lectura

M. El apóstol de los gentiles revela la gran riqueza de dones, ministerios y funciones que regala el mismo y único Espíritu Santo al cuerpo místico de Jesús, en orden al bien común de la Iglesia.



Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,4-11



Hermanos:

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu.

Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le han concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus.

A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas.

El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.

Palabra de Dios.



M. El evangelista san Juan recoge el primer milagro de Jesús en las bodas de Caná, gracias a la intercesión de la Virgen María en favor de unos recién casados. Jesús y la Virgen María cumplen la voluntad de Dios Padre, por esto se armonizan la petición de la Virgen María y la acción milagrosa de Jesús.



  Aclamación antes del Evangelio

Aleluya Cf. 2Ts 2,14

Dios nos llamó por medio del Evangelio, para que sea nuestra gloria la de nuestro Señor Jesucristo.



Evangelio

  Lectura del Santo evangelio según san Juan 2,1-11



En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: ─"No les queda vino."  Jesús le contestó:

─"Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora." Su madre dijo a los sirvientes: ─"Haced lo que él diga." Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: ─"Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: ─"Sacad ahora y llevádselo al mayordomo." Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venia (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: ─"Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora." Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

Palabra del Señor.

Homilía

Credo

ORACION DE LOS FIELES

Oremos, hermanos, al Señor y pidámosle que escuche compasivamente nuestras plegarias. Respondiendo todos: Escucha, Señor, nuestra oración.

·         Por la santa Iglesia de Dios, para que Dios, nuestro Señor, le conceda la paz y la unidad y la proteja en todo el mundo, roguemos al Señor. R/.Escucha, Señor, nuestra oración.

·         Por los gobernantes de nuestra patria y de todas las naciones, para que Dios, nuestro Señor, dirija sus pensamientos y decisiones hacia una paz verdadera, roguemos al Señor R/.Escucha, Señor, nuestra oración.

·         Por nuestros familiares y amigos que no están ahora aquí con nosotros, para que Dios, nuestro Señor, escuche sus oraciones y lleve a realidad sus deseos, roguemos al Señor. R/. Escucha, Señor, nuestra oración.



Dios nuestro, que, en la hora de la cruz, invitaste a la humanidad a unirse a Cristo, Esposo y Señor, escucha nuestras oraciones y haz que la Iglesia experimente en el convite dominical la fuerza transformadora del amor de Cristo y sepa pregustar en este convite la esperanza alegre de las bodas eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.



Oración sobre las Ofrendas

Concédenos, Señor, participar dignamente de estos santos misterios, pues cada vez que celebramos este memorial del sacrificio de Cristo se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo nuestro Señor.



Antífona de comunión   Cf. Sal 22,5

Preparas una mesa ante mí y mi copa rebosa.

Oración después de la Comunión

Derrama, Señor, sobre nosotros tu espíritu de caridad para que, alimentados con el mismo pan del cielo, permanezcamos unidos en el mismo amor.

Por Jesucristo nuestro Señor.



CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CEC 528: en Caná, Cristo se manifiesta como Mesías, Hijo de Dios, el Salvador

CEC 796: la Iglesia, esposa de Cristo

CEC 1612-1617: el matrimonio en el Señor

CEC 2618: la intercesión de María en Caná

CEC 799-801, 951, 2003: los carismas al servicio de la Iglesia

1612 La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por él (cf. GS 22), preparando así "las bodas del cordero" (AP 19,7 AP 19,9).



1613 En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su Madre - con ocasión de un banquete de boda (cf JN 2,1-11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.



1614 En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (cf MT 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: "lo que Dios unió, que no lo separe el hombre" (MT 19,6).



1615 Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (cf MT 19,10). Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (cf MT 11,29-30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (cf MT 8,34), los esposos podrán "comprender" (cf MT 19,11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.



1616 Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla" (EP 5,25-26), y añadiendo enseguida: "`Por es o dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne'. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia" (EP 5,31-32).



1617 Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (cf EP 5,26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía. El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (cf DS 1800  CIC, can. 1055,2).

Vínculo literario entre Isaías 62,1-5 y Jn 2,1-11



Ya no te llamarán “Abandonada”, ni a tu tierra “Devastada”; a ti te llamarán “Mi favorita”, y a tu tierra “Desposada”, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: ─"No les queda vino." 



HERMENÉUTICA DE LA FE

Primera lectura

El nuevo nombre que tomará la esposa Jerusalén, destinada a representar a todo el pueblo de Dios, se ilustra mediante el contraste que el profeta especifica:  "Ya no te llamarán "Abandonada", ni a tu tierra, "Devastada"; a ti te llamarán "Mi favorita" y a tu tierra "Desposada"" (IS 62,4). Los nombres que indicaban la situación anterior de abandono y desolación, es decir, la devastación de la ciudad por obra de los babilonios y el drama del exilio, son sustituidos ahora por nombres de renacimiento, y son términos de amor y ternura, de fiesta y felicidad.



En este punto toda la atención se concentra en el esposo. Y he aquí la gran sorpresa: el Señor mismo asigna a Sión el nuevo nombre nupcial. Es estupenda, sobre todo, la declaración final, que resume el hilo temático del canto de amor que el pueblo ha entonado: "Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo" (v. 5).



El canto no se refiere ya a las bodas entre un rey y una reina, sino que celebra el amor profundo que une para siempre a Dios con Jerusalén. En su esposa terrena, que es la nación santa, el Señor encuentra la misma felicidad que el marido experimenta con su mujer amada. En vez del Dios distante y trascendente, justo juez, tenemos al Dios cercano y enamorado. Este simbolismo nupcial se encuentra también en el Nuevo Testamento (cf. EP 5,21-32) y luego lo recogen y desarrollan los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, san Ambrosio recuerda que, desde esta perspectiva, "el esposo es Cristo, la esposa es la Iglesia, que es esposa por su amor y virgen por su pureza inmaculada" (Esposizione del Vangelo secondo Luca:  Opere esegetiche X/II, Milán-Roma 1978, p. 289).



Y, en otra de sus obras, prosigue:  "La Iglesia es hermosa. Por eso, el Verbo de Dios le dice:  "¡Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti!" (CT 4,7), porque la culpa ha sido borrada... Por tanto, el Señor Jesús -impulsado por el deseo de un amor tan grande, por la belleza de sus atavíos y por su gracia, dado que en los que han sido purificados ya no hay ninguna mancha de culpa- dice a la Iglesia:  "Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo" (CT 8,6), es decir:  estás engalanada, alma mía, eres muy bella, no te falta nada. "Ponme cual sello sobre tu corazón", para que por él tu fe brille en la plenitud del sacramento. También tus obras resplandezcan y muestren la imagen de Dios, a imagen del cual has sido hecha" (I misteri, nn. 49.41:  Opere dogmatiche, III, Milán-Roma 1982, pp. 156-157)” (San Juan Pablo II, Audiencia 2003).



La verdad de este connubio se revela a través de numerosas afirmaciones del nuevo Testamento. Recordemos que ya el Bautista designa a Jesús como el esposo que tiene a la esposa, es decir, el pueblo que acude a su bautismo; mientras que él, Juan, se ve a sí mismo como «el amigo del esposo, el que asiste y le oye», y que «se alegra mucho con la voz del esposo» (JN 3,29). Esta imagen nupcial ya se usaba en el antiguo Testamento para indicar la relación íntima entre Dios e Israel: especialmente los profetas, después de Oseas (1, 2 ss), se sirvieron de ella para exaltar esa relación y recordarla al pueblo, cuando la traicionaba (cf. IS 1,21 JR 2,2 JR 3,1 JR 3,6-12 EZ 16 EZ 23). En la segunda parte del libro de Isaías, la restauración de Israel se presenta como la reconciliación de la esposa infiel con el esposo (cf. IS 50,1 IS 54,5-8 IS 62,4-5). Esta imagen de la religiosidad de Israel aparece también en el Cantar de los cantares y en el salmo 45, cantos nupciales que representan las bodas con el Rey-Mesías, como han sido interpretados por la tradición judía y cristiana.



En el ambiente de la tradición de su pueblo, Jesús toma esa imagen para decir que él mismo es el esposo anunciado y esperado: el Esposo-Mesías (cf. Mt 9,15 MT 25,1). Insiste en esta analogía y en esta terminología, también para explicar qué es el reino que ha venido a traer. «El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo» (MT 22,2). Parangona a sus discípulos con los compañeros del esposo, que se alegran de su presencia, y que ayunarán cuando se les quite el esposo (cf. MC 2,19-20). También es muy conocida la otra parábola de las diez vírgenes que esperan la venida del esposo para una fiesta de bodas (cf. Mt 25,1-13); y, de igual modo, la de los siervos que deben vigilar para acoger a su señor cuando vuelva de las bodas (cf. Lc 12,35-38). En este sentido, puede decirse que es significativo también el primer milagro que Jesús realiza en Caná, precisamente durante un banquete de bodas (cf. Jn 2,1-11).



Jesús, al definirse a sí mismo con el título de Esposo, expresó el sentido de su entrada en la historia, a la que vino para realizar las bodas de Dios con la humanidad, según el anuncio profético, a fin de establecer la nueva Alianza de Yahveh con su pueblo y derramar un nuevo don de amor divino en el corazón de los hombres, haciéndoles gustar su alegría. Como Esposo, invita a responder a este don de amor: todos están llamados a responder con amor al amor. A algunos pide una respuesta más plena, más fuerte, más radical: la de la virginidad o celibato por el reino de los cielos” (San Juan Pablo II, Audiencia 1994).



Evangelio

Las bodas de Caná nos presentan el diálogo de la Virgen María con su Hijo Jesús durante la celebración de unas bodas. La Virgen María al percatarse que no tienen vino, nos descubre su preocupación e intercesión por las necesidades de los hombres, pero también sabe que los discípulos de Jesús deben aprender a tener fe en el Hijo de Dios. “De María aprendemos la bondad y la disposición a ayudar, pero también la humildad y la generosidad para aceptar la voluntad de Dios, confiando en él, convencidos de que su respuesta, sea cual sea, será lo mejor para nosotros” (Benedicto XVI).



En la aparente negativa de la respuesta de Jesús sobre que todavía no ha llegado su hora, realmente subyace su total Sí al proyecto de Dios, “Jesús nunca actúa solamente por sí mismo; nunca actúa para agradar a los otros. Actúa siempre partiendo del Padre, y esto es precisamente lo que lo une a María, porque ahí, en esa unidad de voluntad con el Padre, ha querido poner también ella su petición” (Benedicto XVI). De aquí se deriva una respuesta positiva, que anticipa su hora pascual y el banquete de bodas escatológico.



La hora de Jesús “se trata de la hora de la muerte (cf. Jn 2,4 7,30 8,20), la hora en la que Cristo debe pasar de este mundo al Padre (Jn 13,1). Pero, al mismo tiempo, es también la hora de su glorificación que se cumple por la cruz, y que el evangelista Juan llama «exaltación», es decir, ensalzamiento, elevación a la gloria: la hora de la muerte de Jesús, la hora del amor supremo, es la hora de su gloria más alta” (Benedicto XVI). Esta epifanía del Señor nos descubre también las bodas del Cordero en su Parusía. “La madre de Jesús ruega a su hijo por las necesidades de un banquete de bodas, signo de otro banquete, el de las bodas del Cordero que da su Cuerpo y su Sangre a petición de la Iglesia, su Esposa” (CEC 2618).



Jesucristo como buen Hijo honra a su Madre y cumple la voluntad de Dios Padre. El sí de Jesús y de la Virgen María convergen en la obra de la redención. Jesús al realizar su primer milagro o signo “anuncia su hora, la hora de las bodas, la hora de la unión entre Dios y el hombre. Él no se limita a "producir" vino, sino que transforma las bodas humanas en una imagen de las bodas divinas, a las que el Padre invita mediante el Hijo y en las que da la plenitud del bien, representada por la abundancia del vino. Las bodas se convierten en imagen del momento en que Jesús lleva su amor hasta el extremo, permite que le desgarren el cuerpo, y así se entrega a nosotros para siempre, se hace uno con nosotros: bodas entre Dios y el hombre” (Benedicto XVI).



Para la Iglesia la presencia de Jesús en las bodas de Caná indica que “en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo” (CEC 1613). El banquete nupcial además de la unión de Dios con la humanidad, tiene un sentido metafórico sugerente “el símbolo del vino, unido al del banquete, vuelve a proponer el tema de la alegría y de la fiesta. Además, el vino, como las otras imágenes bíblicas de la viña y de la vid, alude metafóricamente al amor:… el vino es el fruto, es decir, el amor, porque precisamente el amor es lo que Dios espera de sus hijos” (Benedicto XVI).      

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