VIGESIMO OCTAVO DOMINGO T O (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Hoy el Señor nos invita al banquete de bodas de Jesucristo en la Eucaristía, pero espera de nosotros una respuesta de verdadero amor, de comunión, una participación consciente y agradecida en su vida divina, que nos haga ser parte de los pocos escogidos que cumplen la voluntad de Dios.

ORACIÓN COLECTA
Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Isaías habla del monte del Señor donde hará un festín para celebrar la aniquilación definitiva de la muerte.
Lectura del libro de Isaías 25,6-10a

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país.  – Lo ha dicho el Señor –. Aquel día se dirá: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 22,1-3a. 3b-4. 5-6 (R.: 6cd)
M. El salmista recoge la esperanza del creyente: habitar en la casa del Señor para siempre, caminar en su senda y participar de su banquete.
R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

El Señor es mi pastor, nade me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque  camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta a los Filipenses nos habla de su capacidad de vivir la pobreza y la abundancia, pero también sabe agradecer la solidaridad de sus hijos en su tribulación.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 4,12-14.19-20

Hermanos:
Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo que puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.

M. San Mateo relata la parábola de un rey que para celebrar la boda de su hijo invitó a un primer grupo de convidados, pero ante su rechazo decidió invitar a todos los que encontrara por el camino, con la condición de vestir el traje de fiesta.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Cf. Ef 1,17-18
El Padre de nuestro Señor Jesucristo
ilumine los ojos de nuestro corazón,
para que comprendamos cuál es la esperanza
a la que nos llama.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,1-14

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda”. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Palabra del Señor.

HOMILIA
Credo

ORACION DE LOS FIELES
Sabiendo que la bondad y la misericordia del Señor nos acompañan todos los días de nuestra vida, digámosle con fe: Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Para que la Iglesia salga al encuentro de los que sufren, no tienen fe o necesitan ayuda.
Oremos. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Para que el Señor manifieste su presencia y consuelo a los que lloran a causa de la   guerra, la opresión o la injusticia. Oremos. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Para que todos los que trabajan por la convivencia fraterna de todos los hombres, experimenten la fuerza de Dios que los conforta. Oremos. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Para que los hombres y mujeres de cualquier raza, condición social o religión, se sientan seducidos por el bien, el amor y la verdad. Oremos. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Para que todos los difuntos gocen del banquete de bodas de Jesús, el Hijo de Dios.   Oremos. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Para que crezcamos en el amor y un día podamos disfrutar de la gloria. Oremos. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Muestra Señor tu misericordia a tu Iglesia que te suplica, acoge sus intenciones y da fecundidad a su tarea evangelizadora. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Con estas ofrendas, Señor, recibe las súplicas de tus hijos, para que esta eucaristía celebrada con amor nos lleve a la gloria del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN   Sal 33,11
Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios soberano, te pedimos humildemente que, así como nos alimentas con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nos hagas participar de su naturaleza divina.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 543-546: Jesús invita a los pecadores, pero pide la conversión
CEC 1402-1405, 2837: la Eucaristía es la prueba del banquete mesiánico

543 Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10,5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8,11 MT 28,19).

Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG 5).

544 El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a los pobres" (LC 4,18 cf. LC 7,22). Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (MT 5,3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11,25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2,23-26 MT 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7 JN 19,28) y la privación (cf. Lc 9,58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25,31-46).

545 Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (MC 2,17 cf. 1TM 1,15). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15,11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta" (LC 15,7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (MT 26,28).

546 Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4,33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (cf. Mt 22,1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13,44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21,28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13,3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25,14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios del Reino de los cielos" (MT 13,11). Para los que están "fuera" (MC 4,11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13,10-15).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Siempre teniendo como interlocutores a las autoridades religiosas judías, “Jesús describe el reino de Dios como un gran banquete de boda, con abundancia de alimentos y bebidas, en un clima de alegría y fiesta que embarga a todos los convidados. Al mismo tiempo, Jesús subraya la necesidad del "traje de fiesta" (Mt 22,11), es decir, la necesidad de respetar las condiciones requeridas para la participación en esa fiesta solemne” (San Juan Pablo II).

Todos somos llamados a ese banquete de bodas del Hijo de Dios, el Cordero pascual, “ha crecido nuestra conciencia de que hemos sido invitados juntamente a la boda real. En la víspera de su pasión, Cristo nos dejó como herencia el memorial vivo de su muerte y resurrección, en el que, bajo las especies del pan y del vino, nos da su Cuerpo y su Sangre” (San Juan Pablo II).

Jesús aludiendo al que no estaba preparado con traje de fiesta de bodas se refiere a la ausencia de la caridad, “por no obrar el bien fue aprendido por la fuerza y fue condenado a un sitio en donde no hay luz alguna y que se llama tinieblas exteriores” (Orígenes). Pero también puede significar “la ley de Dios y las acciones que se practican en virtud de la ley y del Evangelio, y que constituyen el vestido del hombre nuevo” (San Jerónimo).

Al dirigirse al invitado al banquete que no poseía el traje nuevo el Señor también lo llama amigo “le llama amigo, porque había sido invitado a las bodas (y en realidad era su amigo por la fe), pero reprende su atrevimiento, porque había entrado a las bodas, afeándolas con su vestido sucio” (San Jerónimo).

Las palabras del Señor “nos interpelan. Nos recuerdan que debemos prepararnos para la boda real, revistiéndonos del Señor Jesucristo (cf.  Rm 13,14 Ga 3,27). La participación en la Eucaristía presupone la conversión a una vida nueva. También la participación común, la comunión plena” (San Juan Pablo II).

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