DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES (A)






Monición ambiental
La Iglesia celebra este día el mandato misionero recibido de Jesucristo, por quien Ella vive y a quien sirve por amor. La Iglesia ha de hacer de todos los pueblos discípulos de Jesús y ha de darles la santidad por medio de los sacramentos, además de predicarles la Buena Nueva, y de regirlos con el mandamiento del amor, hasta que alcancen la plenitud del Reino de los cielos.

Oración Colecta
Dios nuestro, que con el poder del Espíritu Santo enviaste a aquel que es tu Palabra para evangelizar a los pobres, haz que nosotros, teniendo los ojos fijos en él, vivamos siempre con verdadera caridad, como mensajeros y testigos de su Evangelio en todo el mundo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Primera Lectura
M. El profeta Isaías hace notar la alegría de la salvación que viene de Dios. Al pueblo de Dios que regresa del exilio le espera palpar la ternura, el amor, el compromiso salvador de Dios.

Lectura del libro de Isaías 60,1-5
Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de su aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará, cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 116 (R: 2)
M. El Salmo 116 hace eco del llamado universal a la salvación y de nuestro compromiso misionero de anunciarla y testimoniarla. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

  • Que alaben al Señor todos los pueblos, que todas las naciones lo festejen. R. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

  • Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. R. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Segunda lectura

Lectura del apóstol Pablo a Timoteo 2,1-8
Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos.
Él dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.
Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.
Palabra de Dios.

M. San Mateo actualiza el mandato misionero de ir por todo el mundo y anunciar el evangelio en profunda comunión con la Santísima Trinidad.

Antífona del aleluya
Aleluya, aleluya.
Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Aleluya, aleluya.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: Dios me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado. Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin de los tiempos.
Palabra del Señor.

Oración universal de los fieles
Elevemos nuestras súplicas a Dios pidiendo por todos los hombres, digamos: Te rogamos Señor óyenos.

  • Por la Iglesia, para que sea verdaderamente sacramento universal de salvación y trabaje incansablemente por el anuncio del Evangelio, roguemos al Señor.

  • Por el Papa Francisco para que su testimonio de vida nos aliente a encontrarnos con Cristo y a vivir en comunión con nuestros hermanos, roguemos al Señor.

  • Por los gobernantes y quienes manejan el poder económico y social, para que, iluminados por tu amor, promuevan la justicia, el desarrollo humano y la paz, roguemos al Señor.

  • Por todos nosotros, para que ampliemos los límites de nuestra fe, y asumamos con un corazón universal el compromiso misionero de nuestro bautismo saliendo al encuentro del otro, roguemos al Señor.


Oración sobre las ofrendas
Te rogamos, Señor, que santifiques estos dones y acojas, en tu bondad, nuestra humilde ofrenda para que nuestros cuerpos se conviertan en oblación viva, santa y agradable a ti y nos concedas servirte, no según la antigua condición del hombre, sino en novedad de vida, según tu Espíritu.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Antífona de la comunión cf. Lc 4,18-19
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para proclamar el año de gracia del Señor y el día de la redención.

Oración después de la comunión
Renovados espiritualmente con el alimento precioso del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, te rogamos, Señor, que transformes nuestro corazón y nos concedas un espíritu nuevo, para que, con perseverancia, caminemos por sendas de vida nueva.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 543-546: El anuncio del Reino de Dios

543 Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10,5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8,11 MT 28,19).

Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG 5).

544 El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a los pobres" (LC 4,18 cf. LC 7,22). Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (MT 5,3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11,25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2,23-26 MT 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7 JN 19,28) y la privación (cf. Lc 9,58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25,31-46).

545 Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (MC 2,17 cf. 1TM 1,15). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15,11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta" (LC 15,7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (MT 26,28).

546 Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4,33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino(cf. Mt 22,1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13,44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21,28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13,3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25,14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios del Reino de los cielos" (MT 13,11). Para los que están "fuera" (MC 4,11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13,10-15).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Antes de su Ascensión, el Señor “fundó su Iglesia como sacramento de salvación, y envió a los Apóstoles a todo el mundo, como Él había sido enviado por el Padre… incumbe a la Iglesia el deber de propagar la fe y la salvación de Cristo, tanto en virtud del mandato expreso,… como en virtud de la vida que Cristo infundió en sus miembros… por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia” (AG 5).

La misión evangelizadora de la Iglesia es continuación de la misión redentora de Jesucristo, bajo la fuerza transformante del Espíritu Santo, “esta misión continúa y desarrolla a lo largo de la historia la misión del mismo Cristo,… la Iglesia debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte” (AG 5).

La fórmula trinitaria del bautismo revela la vida divina y la unidad divina, “en la que se expresa la fuerza vivificadora del Sacramento que obra la participación en la vida de Dios uno y trino, porque da al hombre la gracia santificante como don sobrenatural. Por medio de ella éste es llamado y hecho « capaz » de participar en la inescrutable vida de Dios” (DEV 9).

El bautismo además de ser signo de la conversión personal indica la participación en la vida plena de Jesucristo resucitado, “nos regenera a la vida de los hijos de Dios, nos une a Jesucristo y nos unge en el Espíritu Santo: no es un mero sello de la conversión, como un signo exterior que la demuestra y la certifica, sino que es un sacramento que significa y lleva a cabo este nuevo nacimiento por el Espíritu; instaura vínculos reales e inseparables con la Trinidad; hace miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia” (RM 47).

La nueva venida y presencia de Cristo en la Iglesia después de su Ascensión se da gracias a la misión santificadora del Espíritu Santo, “se realizan en la realidad sacramental. En ella Cristo, que se ha ido en su humanidad visible, viene, está presente y actúa en la Iglesia de una manera tan íntima que la constituye como Cuerpo suyo. En cuanto tal, la Iglesia vive, actúa y crece « hasta el fin del mundo ». Todo esto acontece por obra del Espíritu Santo” (DEV 61).

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