TERCER DOMINGO CUARESMA (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
El Señor nos invita a encontrarnos con El, como sucedió con la mujer samaritana, a quien Jesús le descubre el don de su Espíritu que restablece la dignidad de la persona humana por medio de la comunión de vida y amor. El encuentro con Jesucristo es fuente de la verdadera alegría que conduce a ser misioneros, también da origen a un proceso de conversión, comunión y solidaridad.

ORACIÓN COLECTA
Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. Moisés ante la sed del pueblo de Dios en el desierto acude a Dios. El Señor manda a Moisés golpear la piedra con el cayado para que brotara agua para el pueblo.

Lectura del libro del Éxodo 17,3-7

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: “¿No has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?”. Clamó Moisés al Señor y dijo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen”. Respondió el Señor a Moisés: “Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”. Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?”.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL Sal 94,1-2.6-7.8-9 (R.: 8)
M. El salmista nos invita a no endurecer nuestro corazón como lo hicieron los israelitas en Masá y en Meribá, digamos: R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
     “No endurezcáis vuestro corazón”.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
     “No endurezcáis vuestro corazón”.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
“No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras”.
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
     “No endurezcáis vuestro corazón”.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta a los Romanos afirma que por la fe en Jesucristo hemos obtenido la justificación, accediendo a la gracia y a la esperanza de alcanzar su gloria.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5,1-2.5-8
Hermanos:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

Palabra de Dios.

M. Escuchemos atentamente el encuentro de una mujer samaritana con Jesucristo. Este encuentro cambió toda su vida y la hizo misionera de ese encuentro de fe.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo;
dame agua viva; así no tendré más sed.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber”. Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: “Cómo tú, siento judía, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva”. La mujer le dice: “Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. La mujer le dice: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla”. Él le dice: “Anda, llama a tu marido y vuelve” La mujer le contesta: “No tengo marido”. Jesús le dice: “Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”. La mujer le dice: “Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde ese debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dice: “Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad” La mujer le dice: “Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo”. Jesús le dice: “Soy yo, el que habla contigo”. En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué le hablas?”. La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?”. Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis”. Los discípulos comentaban entre ellos: “¿Le habrá traído alguien de comer?”. Jesús les dice: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto  de sus sudores”. En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho”. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo”.

Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 1214-1216, 1226-1228: el Bautismo, renacer por medio del agua y del Espíritu
CEC 727-729: Jesús revela al Espíritu Santo
CEC 694, 733-736, 1215, 1999, 2652: el Espíritu Santo, el agua viva, un don de Dios
CEC 604, 733, 1820, 1825, 1992, 2658: Dios toma la iniciativa; la esperanza del Espíritu

733 "Dios es Amor" (1JN 4,8 1JN 4,16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (RM 5,5).

734 Puesto que hemos muerto, o, al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La comunión con el Espíritu Santo (2CO 13,13) es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.

735 Él nos da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra herencia (cf. RM 8,23 2CO 1,21): la vida misma de la Santísima Trinidad que es amar "como él nos ha amado" (cf. 1JN 4,11-12). Este amor (la caridad que se menciona en 1Co 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque hemos "recibido una fuerza, la del Espíritu Santo" (AC 1,8).

736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(GA 5,22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. MT 16,24-26), más "obramos también según el Espíritu" (GA 5,25):

«Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna (San Basilio Magno,Liber de Spiritu Sancto, 15, 36: PG 32,132).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Entre los numerosos encuentros de Jesús encontramos a la mujer samaritana. “Una característica común a todos estos episodios es la fuerza transformadora que tienen y manifiestan los encuentros con Jesús, ya que "abren un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad” (EA 8). A esta mujer, que además es presentada como pecadora “Jesús revela la profundidad del verdadero culto a Dios, al cual no interesa el lugar sino la actitud de adoración "en espíritu y verdad” (San Juan Pablo II). Es clave, además, el encuentro con Jesucristo resucitado, como sucedió con el apóstol Pablo, tal experiencia de fe es descrita como una revelación del Hijo de Dios.

En cuanto a que el Señor tiene sed material, san Agustín lo refiere a la fe de la samaritana, santa Teresa de Liseaux al amor de la criatura. En el prefacio de la Misa de este día se afirma que Jesús “quiso estar sediento" de la salvación de la samaritana, para "encender en ella el fuego del amor divino”. La sed material del Señor “es signo de una realidad mucho más profunda: expresa el deseo ardiente de que su interlocutora y los paisanos de ella se abran a la fe… Y el Señor se revela como el que ofrece el agua viva del Espíritu, que sacia para siempre la sed de infinito de todo ser humano… "quiso estar sediento" de la salvación de la samaritana, para "encender en ella el fuego del amor divino"” (San Juan Pablo II).

La conexión entre Jesucristo y el agua viva es contundente. “Si hay una sed física del agua indispensable para vivir en esta tierra, también hay en el hombre una sed espiritual que sólo Dios puede saciar… Jesús pone en marcha en su interlocutora un camino interior que hace surgir en ella el deseo de algo más profundo… manifestando así que en toda persona hay una necesidad innata de Dios y de la salvación que sólo él puede colmar. Una sed de infinito que solamente puede saciar el agua que ofrece Jesús, el agua viva del Espíritu” (Benedicto XVI).

El agua aparece asociada como signo sacramental al bautismo, el agua “como símbolo de la gracia divina, que da la vida eterna. En el centro de la liturgia del tercer domingo de Cuaresma se encuentra la verdad sobre la gracia” (San Juan Pablo II). En cuanto al pozo, “Jesús es la fuente; de él brota la vida divina en el hombre. Sólo hace falta acercarse a él, permanecer en él, para tener esa vida. Y esa vida no es más que el inicio de la santidad del hombre, la santidad de Dios, que el hombre puede alcanzar con la ayuda de la gracia. Todos anhelamos beber del Corazón divino, que es fuente de vida y santidad” (San Juan Pablo II).

En este pasaje de la samaritana Jesucristo nos llama a que correspondamos a su gracia por medio de las virtudes teologales. “También hoy Jesús "está sediento", es decir, desea la fe y el amor de la humanidad. Del encuentro personal con él, reconocido y acogido como Mesías, nace la adhesión a su mensaje de salvación y el deseo de difundirlo en el mundo… La revelación acogida con fe impulsa a transformarse en palabra proclamada a los demás y testimoniada mediante opciones concretas de vida. Esta es la misión de los creyentes, que brota y se desarrolla a partir del encuentro personal con el Señor” (San Juan Pablo II).

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