PRIMER DOMINGO CUARESMA (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Este primer domingo de Cuaresma recoge una de las grandes enseñanzas de Jesucristo: las tentaciones como parte de nuestra naturaleza herida por el pecado, pueden vencerse con el ayuno, la oración y con la caridad, como lo hizo Jesús en el desierto.

ORACIÓN COLECTA
Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro del Génesis nos relata el momento del pecado original, donde Eva sucumbe ante la tentación de ser como Dios, de igual modo sucedió con Adán.
Lectura del libro del Génesis 2,7-9; 3,1-7

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: “¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?”. La mujer respondió a la serpiente: “Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte”. La serpiente replicó a la mujer: “No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal”. La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 50,3-4.5-6a. 12-13.14 y 17 (R.: cf. 3a)

M. Con el salmo 50 suplicamos a Dios que tenga misericordia de todos nosotros, diciendo: R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor; me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta a los Romanos establece un paralelo entre el pecado cometido por Adán y la justificación obrada por Jesucristo. Por la desobediencia de Adán todos nos convertimos en pecadores, del mismo modo por la obediencia de Jesucristo todos nos convertimos en justos.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5,12-19

Hermanos:
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir. Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, muchos más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

Palabra de Dios.

M. San Mateo relata las tres tentaciones experimentadas por Jesucristo en el desierto. En todas las tentaciones sale vencedor el Señor, enseñándonos el modo de luchar contra el mal.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Mt 4,4b
No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 4,1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo:
“Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”.
Pero él le contestó, diciendo:
“Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.
Jesús le dijo: “También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”.
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”.
Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 394, 538-540, 2119: la tentación de Jesús
CEC 2846-2949: “No nos dejes caer en la tentación”
CEC 385-390, 396-400: la Caída
CEC 359, 402-411, 615: Adán, el Pecado Original; Cristo el nuevo Adán

538 Los Evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan: "Impulsado por el Espíritu" al desierto, Jesús permanece allí sin comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían (cf. Mc 1,12-13). Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él "hasta el tiempo determinado" (LC 4,13).

539 Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (cf. Ps 95,10), Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado al hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado (MC 3,27). La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.

540 La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf MT 16,21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: "Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (HE 4,15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.

HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesucristo permitió las tentaciones en el desierto “para enseñarnos el modo de superarlas con su gracia” (CDSI 175), conscientes que el hombre herido por el pecado, aún después de ser justificado por la gracia, debe luchar contra las tentaciones para hacerse más fuerte, para probar su fidelidad al don sobrenatural recibido y para crecer en humildad. Jesucristo “con su victoria dio principio a nuestra victoria. Con Él y como Él decid sí a Dios, a su Reino, a su amor” (San Juan Pablo II).

La oración y el ayuno son las grandes armas contra las fuerzas del mal, para que “la fuerza que viene de lo alto haga caer los muros del engaño y de la mentira, que esconden a los ojos de tantos hermanos y hermanas nuestros la naturaleza perversa de comportamientos y de leyes hostiles a la vida, y abra sus corazones a propósitos e intenciones inspirados en la civilización de la vida y del amor” (EV 100).

Jesús afirma que no solamente de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. “Este pan es Jesús. Alimentarnos de él significa recibir la vida misma de Dios… abriéndonos a la lógica del amor y del compartir” (San Juan Pablo II). El hambre del hombre supera lo puramente material, “el hombre tiene hambre de conocer al Creador, al Dador de todo bien; tiene hambre de amor y de verdad. El ser humano tiene hambre de ser comprendido; tiene ansia de libertad y justicia y de paz auténtica y duradera” (San Juan Pablo II).

Ante la tentación de la vanagloria, por contraste con el servicio y el don de sí mismo, Jesucristo afirma que no debemos tentar al Señor. Ya el demonio había tentado a nuestros primeros padres en el paraíso cuando les dijo que conocerían el bien y el mal. El Señor no comparte la concepción de un mesianismo político, temporal, “los Evangelios muestran claramente cómo para Jesús era una tentación lo que alterara su misión de Servidor de Yavé… Abre su mensaje de conversión a todos, sin excluir a los mismos publicanos. La perspectiva de su misión es, mucho más profunda. Consiste en la salvación integral por un amor transformante, pacificador, de perdón y reconciliación” (San Juan Pablo II).

Ante la tercera tentación de adorar a una criatura el Señor afirma que solamente se debe adorar a Dios. “¡Nada es digno de ser adorado fuera de Dios, nada es absoluto fuera de Él! Ni la riqueza, ni el placer, ni la ciencia, ni la tecnología, ni la fama, ni el prestigio, ni la utopía política pueden ser convertidos en valores supremos. Sólo Dios es capaz de aplacar la sed de vuestros corazones” (San Juan Pablo II).

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