SEGUNDO DOMINGO CUARESMA (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Este segundo domingo de Cuaresma nos presenta la cristofanía de Jesús en el Tabor. El Señor se transfigura para revelarnos su gloria, para indicarnos el camino de la Pascua que nos conduce a la vida eterna, por medio de la fe en el Hijo predilecto de Dios Padre y la obediencia a su voluntad divina.

ORACIÓN COLECTA
Señor, Padre santo, tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; así, con mirada limpia, contemplaremos gozosos la gloria de tu rostro.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro del Génesis relata la llamada divina de Abrán para que deje su tierra y marche hacia otra tierra que Dios le dará. Abrán obedeció al Señor.

Lectura del libro del Génesis 12,1-4a.

En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo”. Abrán marchó, como le había dicho el Señor.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL  Sal 32,4-5.18-19.20 y 22 (R.:22)
M. Supliquemos al Señor que nos conceda su misericordia, diciendo con profunda fe: R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo escribe a Timoteo para exhortarlo a dar su vida por el Evangelio, sabiendo que Dios nos concede su gracia por medio de su Hijo Jesucristo.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1,8b-10

Querido hermano:
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvo y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio de Evangelio.
Palabra de Dios.

M. San Mateo relata el pasaje de la transfiguración del Señor a sus discípulos predilectos, para prepararlos a su Pasión y mostrarles un anticipo de la resurrección.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO

En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:
 “Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo”.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no temáis”. Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.

Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 554-556, 568: la Transfiguración
CEC 59, 145-146, 2570-2571: la obediencia de Abrahán
CEC 706: la promesa de Dios a Abrahán se cumple en Cristo
CEC 2012-2114, 2028, 2813: la llamada a la santidad

554 A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir... y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (MT 16,21): Pedro rechazó este anuncio (cf. Mt 16,22-23), los otros no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17,23 LC 9,45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17,1-8 par.: 2P 1,16-18), sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (LC 9,31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (LC 9,35).

555 Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (LC 24,26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24,27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42,1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: "Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara" ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás, s.th. III 45,4, ad 2):

Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la medida en que ellos eran capaces, tus discípulos han contemplado Tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que cuando te vieran crucificado comprendiesen que Tu Pasión era voluntaria y anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre (Liturgia bizantina, Kontakion de la Fiesta de la Transfiguración,)

556 En el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es es sacramento de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás, s.th. III 45,4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (PH 3,21). Pero ella nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (AC 14,22):

Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña (cf. Lc 9,33). Te ha reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte. Pero ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la tierra, para servir en la tierra, para ser despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para hacerse matar; el Pan desciende para tener hambre; el Camino desciende para fatigarse andando; la Fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte a sufrir? (S. Agustín, serm. 78, 6).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesucristo sube a la montaña, a la comunión con el Padre y con el Espíritu Santo, llevando consigo a los tres discípulos predilectos, primicias de los hijos de Dios. Jesús realiza una cristofanía, una manifestación divina de su Persona. Al transfigurarse revela su gloria, una anticipación de la Resurrección, la experiencia de la felicidad plena del cielo, les hace pregustar el paraíso. La vida eterna es el gozo pleno, perfecto, indefectible, intenso del amor de Dios Uno y Trino que nos revela el ser íntimo de Jesús y la participación plena en su vida y en su amor.

Al transfigurarse Jesús aparece hablando con Moisés y con Elías, para indicar no solamente que era Señor de ellos dos sino también su amistad con aquellos que lucharon para que Israel se abriese a la alianza y para que fuera fiel al Señor. Jesús, Moisés y Elías hablan de la Pasión de Jesús, por medio de la cual vendrá a los hombres la comunicación de la vida divina desde la Cruz.

Pedro, al experimentar la alegría y la felicidad de la vida eterna, quiere permanecer allí y por eso expresa su deseo de hacer tres tiendas para Jesús, Moisés y Elías. Pedro experimenta la dedicación exclusiva al Señor, la gracia especial de la comunión con Jesús, experimenta la seducción de su fulgor. Esta misma experiencia gozosa de fe en nuestro peregrinar la podemos tener nosotros de vez en cuando, pero ordinariamente no será así, sino que contaremos con la certeza de la presencia del Señor y con el auxilio de su gracia.

Ahora bien, lo central de la cristofanía es que Dios Padre, hablando desde la nube que simboliza al Espíritu Santo, confirma que Jesús es su Hijo predilecto a quien los creyentes hemos de escuchar, abrir el corazón y la mente para poder participar con El en la gloria eterna. El camino de la Cruz y de la resurrección de Cristo es para nosotros fuente de la verdad que nos hace plenamente felices.

Finalmente Jesús invita a los discípulos a guardar este secreto hasta que hubiese acontecido su Pascua, el drama de la cruz y el gran triunfo de su Resurrección, testimoniando esta experiencia profunda de fe en el monte Tabor como lo hicieron después de la Ascensión del Señor. Desde ese momento la Iglesia aguarda el momento escatológico final donde entrará en plena comunión con su Esposo.

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