CUARTO DOMINGO CUARESMA (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
La liturgia de la Palabra nos presenta a Jesucristo como la luz del mundo, que alumbra al hombre de fe. Hemos de buscar el rostro del Señor con humildad, con firmeza y con valentía, igual que el ciego de nacimiento que supera los obstáculos de la incredulidad y de la oposición.

ORACIÓN COLECTA
Señor, que reconcilias contigo a los hombres por tu Palabra hecha carne, haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas pascuales.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro de Samuel habla del momento cuando el profeta unge a David como rey de Israel, después de haber sido elegido por Yavé.
Lectura del primer libro de Samuel 16,1b.6-7.10-13a.

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: “Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey”. Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: “Seguro, el Señor tiene delante a su ungido”. Pero el Señor le dijo: “No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”. Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: “Tampoco a éstos los ha elegido el Señor”. Luego preguntó a Jesé: “¿Se acabaron los muchachos?” Jesé respondió: “Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas”. Samuel dijo: “Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue”. Jesé mandó por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: “Anda, úngelo, porque es éste”. Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 22,1-3a. 3b-4.5.6 (R.:1)
M. El salmo 22 nos habla del Señor como el pastor, que cuida, protege y guía a su pueblo. Invoquémosle diciendo: R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiega.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin términos.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo nos exhorta a vivir como hijos de la luz, buscando todo lo que agrada al Señor.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5,8-14

Hermanos:
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz – toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz -, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz”.
Palabra de Dios.

M. San Juan recoge uno de los relatos más entrañables, cuando Jesús cura la ceguera de nacimiento y concede la luz de la fe a un hombre humilde y valiente.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Jn 8,12b
Yo soy la luz del mundo
- dice el Señor-;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.

EVANGELIO

† Lectura del santo evangelio según san Juan 9,1-41

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?”. Jesús contestó: “Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)”. Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: “¿No es ése el que se sentaba a pedir?” Unos decían: “El mismo”. Otros decían: “No es él, pero se le parece”. Él respondía: “Soy yo”. Y le preguntaban: “¿Y cómo se te han abierto los ojos”. Él contestó: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver”. Le preguntaron: “¿Dónde está él?” Contestó: “No sé”. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: - “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otro replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”. Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”. Él contestó: “Que es un profeta”. Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse”. Sus padres respondieron así como tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: “Ya es mayor, preguntádselo a él”. Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: “Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador”. Contestó él: “si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntan de nuevo: “¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?”. Les contestó: “Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”. Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: “Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene”. Replicó él: “Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le replicaron: “Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros”. Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. Él contestó: “¡Y quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y se postró ante él. Jesús añadió: “Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos”. Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: “¿También nosotros estamos ciegos?”. Jesús les contestó: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste”.
Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 280, 529, 748, 1165, 2466, 2715: Cristo, luz de las naciones
CEC 439, 496, 559, 2616: Jesús es el Hijo de David
CEC 1216: el Bautismo es iluminación
CEC 782, 1243, 2105: los cristianos están llamados a ser la luz del mundo


280 La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de Dios", "el comienzo de la historia de la salvación" (DCG 51), que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, "al principio, Dios creó el cielo y la tierra" (GN 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo (cf. Rm 8,18-23).

529 La Presentación de Jesús en el Templo (cf. LC 2,22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2 Ex 13,12-13). Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos".

748 "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano II. Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.

1165 Cuando la Iglesia celebra el Misterio de Cristo, hay una palabra que jalona su oración: ¡Hoy!, como eco de la oración que le enseñó su Señor (MT 6,11) y de la llamada del Espíritu Santo (Hb 3,7-4,11; PS 95,7). Este "hoy" del Dios vivo al que el hombre está llamado a entrar, es la "Hora" de la Pascua de Jesús que es eje de toda la historia humana y la guía:

La vida se ha extendido sobre todos los seres y todos están llenos de una amplia luz: el Oriente de los orientes invade el universo, y el que existía "antes del lucero de la mañana" y antes de todos los astros, inmortal e inmenso, el gran Cristo brilla sobre todos los seres más que el sol. Por eso, para nosotros que creemos en él, se instaura un día de luz, largo, eterno, que no se extingue: la Pascua mística (S. Hipólito, pasc. 1-2).

2466 En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. ‘Lleno de gracia y de verdad’ (JN 1,14), él es la ‘luz del mundo’ (JN 8,12), la Verdad (cf JN 14,6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf JN 12,46). El discípulo de Jesús, ‘permanece en su palabra’, para conocer ‘la verdad que hace libre’ (cf JN 8,31-32) y que santifica (cf JN 17,17). Seguir a Jesús es vivir del ‘Espíritu de verdad’ (JN 14,17) que el Padre envía en su nombre (cf JN 14,26) y que conduce ‘a la verdad completa’ (JN 16,13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: ‘Sea vuestro lenguaje: «sí, sí»; «no, no»’ (MT 5,37).

2715 La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. "Yo le miro y él me mira", decía, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a El es renuncia a "mí". Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el "conocimiento interno del Señor" para más amarle y seguirle (cf San Ignacio de Loyola, ex. sp. 104).


HERMENÉUTICA DE LA FE
El Señor concede al ciego de nacimiento dos dones sucesivos, dados en virtud de la valentía de este hombre: “Es el acto de fe de un hombre humilde, imagen de todos los humildes que buscan a Dios (cfr. Dt 29,3; Is 6,9-10; Jr 5,12; Ez 12,2). El obtiene la gracia de una vista no solo física, sino espiritual, porque reconoce al “Hijo del hombre”, a diferencia de los autosuficientes que se fían solo de sus luces y rechazan la luz que viene de lo alto y por esto se autocondenan, delante de Cristo y de Dios, a la ceguera” (San Juan Pablo II).

Los adversarios de Jesús aunque intentan que el ciego se vuelva contra Jesús, no lo consiguen porque el que era ciego está convencido de la acción milagrosa obrada en él: “Su fe en el Hijo del hombre encuentra la oposición de los fariseos, su incredulidad. No es fácil a un hombre socialmente minusválido oponer a esta incredulidad la propia fe. Todavía frente a tantas acusaciones, que sus interlocutores presentan hacia Jesús, él tiene un argumento irrefutable: me ha restituido la vista: “antes era ciego ahora veo” (Jn 9,25) (San Juan Pablo II).

El don de la fe recibida por el ciego es muy ejemplar para los hombres de todos los tiempos, especialmente ante la tentación de desertar de la propia fe católica, “así por tanto la fe del hombre, al cual Cristo restituyó la vista, pasa por medio de una dura prueba, pero sale victoriosa. La luz que Cristo injerta en su alma –no solo en sus ojos– se demuestra más fuerte que la incredulidad y el recelo, se revela también más fuerte que los temores humanos y de la misma voluntad de atemorizar” (San Juan Pablo II).

El milagro realizado por Jesús tiene también una referencia al sacramento del bautismo, “Indirectamente este acontecimiento se refiere también al bautismo, que es el primer sacramento de la fe: el sacramento que abre los ojos, mediante el renacimiento del agua y del Espíritu Santo; así como adviene al ciego de nacimiento, al cual se le abrieron los ojos, después de ser lavado en el agua de la piscina de Siloé” (San Juan Pablo II).

El Señor se revela como Luz para el mundo, del mismo modo los cristianos debemos ser luz, tanto sacerdotes como los laicos, “cada sacerdote advierte que puede iluminar a quien está en las tinieblas solo en la medida en que él mismo ha aceptado la luz del Maestro Jesucristo… El pueblo reconocerá vuestra comunión con Él por vuestra capacidad de ser verdadera luz para todo un mundo muy frecuentemente en las tinieblas” (San Juan Pablo II).

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