VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO T O (C)




MONICION AMBIENTAL
El Señor nos llama en este domingo a vivir la solidaridad con nuestros hermanos, sabiendo usar de modo recto y generoso las riquezas materiales, conscientes que la verdadera riqueza es espiritual. El mayor bien al que podemos aspirar es la posesión del sumo Bien que es Dios, lo que supone de nuestra parte saber usar el dinero como un medio para nuestra salvación y la de los demás hermanos.
ORACION COLECTA
Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo. 

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Amós condena al que practica la injusticia en las medidas, los precios y el aprovecharse del mísero, afirmando que Dios no olvida esas acciones.
Lectura de la profecía de Amós 8,4-7
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo:
«¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?»
Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.
Palabra de Dios.

SALMO RESPOSORIAL Sal 112, 1-2. 4-6. 7-8  (R.: cf. 1a y  7b)
M. El salmo 112 alaba a Dios que levanta al desvalido, alza al pobre para revestirlo de dignidad. Digamos con el salmista: R/. Alabad al Señor, que alza al pobre.

Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. R/. Alabad al Señor, que alza al pobre.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? R/. Alabad al Señor, que alza al pobre.

Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo. R/. Alabad al Señor, que alza al pobre.

SEGUNDA LECTURA
M. En la carta a Timoteo San Pablo invita a los cristianos a orar por las autoridades para que sirvan al bien común. Esto es así porque Dios quiere que todos los hombres se salven.

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a Timoteo 2,1-8
Querido hermano:
Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracia por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro.
Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es mediador entre Dios y los hombres, el hombre de Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: este es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol ―digo la verdad, no miento―, maestro de los gentiles en fe y verdad. Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones
Palabra de Dios.

M. San Lucas relata la parábola de un administrador infiel que obra con astucia para ser recibido cuando fuera despedido de su trabajo. El Señor afirma que no podemos servir a Dios y al dinero.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya 2Co 8,9.
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriqueceros con su pobreza.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 10-13.
 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, y le llego la denuncia  de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamo y le dijo: “¿Qué es esto que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.”
El administrador se puso a echar sus cálculos:
“¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.”
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo”? Éste  respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.” Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” Él le contestó: “Cien fanegas de trigo.” Le dijo: “aquí está tu recibo, escribe ochenta.”
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuiste de fiar en el injusto dinero, ¿Quién os confiara lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará a otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Palabra del Señor.  

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 2407-2414: el respeto de los bienes ajenos
CEC 2443-2449: el amor a los pobres
CEC 2635: orar en favor del otro, no por los propios intereses
CEC 65-67, 480, 667: Cristo, nuestro Mediador
CEC 2113, 2424, 2848: nadie puede servir a dos señores
CEC 1900, 2636: la intercesión por las autoridades
2443 Dios bendice a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo: ‘A quien te pide da, al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda’ (MT 5,42). ‘Gratis lo recibisteis, dadlo gratis’ (MT 10,8). Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres (cf MT 25,31-36). La buena nueva ‘anunciada a los pobres’ (MT 11,5 LC 4,18)) es el signo de la presencia de Cristo.

2444 ‘El amor de la Iglesia por los pobres... pertenece a su constante tradición’ (CA 57). Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas (cf LC 6,20-22), en la pobreza de Jesús (cf MT 8,20), y en su atención a los pobres (cf MC 12,41-44). El amor a los pobres es también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin de ‘hacer partícipe al que se halle en necesidad’ (EP 4,28). No abarca sólo la pobreza material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa (cf CA 57).

2445 El amor a los pobres es incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta:
Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad: el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste (JC 5,1-6).

2446  San Juan Crisóstomo lo recuerda vigorosamente: ‘No hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos’. Es preciso ‘satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a título de justicia’ (AA 8):
Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia. (S. Gregorio Magno, past. 3, 21).

2447 Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58,6-7 HE 13,3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf MT 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf TB 4,5-11 SI 17,18) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf MT 6,2-4):
El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo (LC 3,11). Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros (LC 11,41). Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, calentaos o hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? (JC 2,15-16).

2448 ‘Bajo sus múltiples formas -indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas o psíquicas y, por último, la muerte -, la miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras el primer pecado y de la necesidad que tiene de salvación. Por ello, la miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los «más pequeños de sus hermanos». También por ello, los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar continúan siendo indispensables’ (CDF, instr. "Libertatis conscientia" 68).
2449 En el Antiguo Testamento, toda una serie de medidas jurídicas (año jubilar, prohibición del préstamo a interés, retención de la prenda, obligación del diezmo, pago cotidiano del jornalero, derecho de rebusca después de la vendimia y la siega) corresponden a la exhortación del Deuteronomio: ‘Ciertamente nunca faltarán pobres en este país; por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra’ (DT 15,11). Jesús hace suyas estas palabras: ‘Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis’ (JN 12,8). Con esto, no hace caduca la vehemencia de los oráculos antiguos: ‘comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias...’ (AM 8,6), sino que nos invita a reconocer su presencia en los pobres que son sus hermanos (cf MT 25,40):
El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó: ‘Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús’.

HERMENÉUTICA DE LA FE
La parábola del administrador infiel destaca la astucia de éste para granjearse amigos con el dinero de su amo con el fin de tener quien lo acogiera cuando fuera despedido. Siempre han sido consideradas como buenas obras el perdonar las deudas y el dar limosna a los pobres, por esto es digna de alabanza la acción del administrador infiel, que se desprende del dinero injusto, mira al futuro y actúa prudentemente superando el mínimo del diezmo practicado por los judíos. El administrador infiel no es alabado en cuanto robe a su amo para dar limosna. Si el Señor alaba la obra buena y la astucia de este administrador, cuanta mayor alabanza han de recibir los que obran el bien de modo justo y sabio. La mayor obra de misericordia es procurar la vida eterna para los otros.

El administrador se puede comparar al obispo y al empresario. El obispo por encima de dar cuentas de la misión administrativa de su diócesis, ha de dar cuentas del estado de su alma, de su santidad personal y de su grey. Del mismo modo el empresario, más que enriquecerse materialmente, ha de saber ser solidario con los bienes que Dios le confía para que haga el bien a sus hermanos, incrementando la inversión, creando puestos de trabajo, pagando salarios dignos del ser humano, haciendo partícipes a los trabajadores de las utilidades de la empresa.

El cristiano “es fiel… en lo poco cuando hace partícipes de su riqueza a los oprimidos por la miseria. Además, si en lo pequeño no somos fieles, ¿por qué medio alcanzaremos lo verdadero, esto es, la abundancia de las mercedes divinas, que imprime en el alma humana una semejanza con la divinidad?” (San Cirilo). Además, “eres sólo dispensador de bienes ajenos y se te ha dado de ellos uso transitorio y derecho muy breve. Lejos, pues, de nosotros el orgullo de la dominación y abracemos la humildad y la modestia del arrendatario o casero” (San Juan Crisóstomo).

La fidelidad en lo poco supone amor y humildad. El amor y la humildad fundan la auténtica grandeza del carácter personal. Se ha de ser fiel en las muchas y abundantes situaciones de cada día, a través de un amor que sirve y se entrega, esto indica el ejercicio de la verdadera libertad. Solamente así se está en capacidad de acoger, actuar y conservar lo grande. Por esto hay una directa proporción entre la fidelidad en lo poco y la fidelidad en lo grande.

No se puede servir a Dios y al dinero. El gran engaño del dinero, en sí mismo, es que produce una riqueza simplemente temporal, no produce la garantía de la eternidad, al contrario, absorbe tanto el apetito y el gozo de los bienes temporales como la memoria, el entendimiento y la voluntad, apartando totalmente de Dios. En cambio, quien sabe que la verdadera riqueza es espiritual, no se apega desordenadamente al dinero sino que lo sabe compartir. El verdadero discípulo de Jesús se sabe servir del dinero y de todos los bienes para crear y compartir fraternidad. Tristemente quien se esclaviza a la riqueza material no puede servirle al Señor, porque la avaricia de lo creado lo consume sin jamás saciarlo, volviéndose para él una idolatría.

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