VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO T O (C)




MONICION AMBIENTAL
El Señor, rico en misericordia, aparece en todo el NT grandioso en su amor por los pecadores, a quienes busca y con quienes tiene mucha paciencia. San Pablo testifica que Jesucristo vino para salvar a los pecadores, de los cuales él es el primero. Este misterio de piedad divino nos invita a alegrarnos por la conversión de nuestros hermanos, a interceder por ellos cuando se apartan del Señor, del mismo modo que se alegran el cielo y los ángeles por un pecador que se arrepiente.

ORACION COLECTA
Oh Dios creador y dueño de todas las cosas míranos, y para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón.
Por nuestro Señor Jesucristo. 

PRIMERA LECTURA
M. En el libro del Éxodo Moisés intercede por Israel, que se había apartado del Señor, recordándole la promesa que le hizo a Abrahán. Ante esta súplica Dios desistió del castigo que quería darle a su pueblo.
Lectura del libro del Éxodo 32,7-11. 13-14
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
―«Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Éste es tu Dios, Israel, el que te saco de Egipto.”»
Y el Señor añadió a Moisés:
―« Veo que este pueblo es de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo. »
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
―« ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre.”»
Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios.

SALMO RESPOSORIAL Sal 50, 3-4. 12-13. 17 y 19 (R.: Lc 15, 18)
M. Supliquemos la misericordia del Señor, como lo hizo el rey David, diciendo: R/. Me pondré en camino adonde está mi padre.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/. Me pondré en camino adonde está mi padre.
Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R/. Me pondré en camino adonde está mi padre.

Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. R/. Me pondré en camino adonde está mi padre.

SEGUNDA LECTURA
M. El apóstol de los gentiles testimonia que su conversión fue obra de la misericordia del Señor, del mismo modo, afirma que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo  a Timoteo  1,12-17
Querido Hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor  y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.

M. San Lucas recoge la parábola de la oveja perdida por la que Jesús deja las 99 restantes para ir en su búsqueda. El cielo y los ángeles se alegran por la conversión de un solo pecador, como la mujer se alegra al encontrar la moneda perdida.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya 2Co 5,19.
Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Lucas 15,1-10.
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
« Si uno de nosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa nueve en el campo y va tras la descarrilada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: “¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se había perdido.” Os digo que así también habrá más alegría  en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
“¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.” Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

Palabra del Señor.  

CATECISMO IGLESIA CATÓLICA
CEC 210-211: Dios de la misericordia
CEC 604-605, 1846-1848: Dios tiene la iniciativa de la Redención
CEC 1439, 1700, 2839: el hijo pródigo, ejemplo de conversión
CEC 1465, 1481: el hijo pródigo y el Sacramento de la Penitencia
1846 El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores (cf LC 15). El ángel anuncia a José: ‘Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’ (MT 1,21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: ‘Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados’ (MT 26,28).

1847 “Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros” (S. Agustín, serm. 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. ‘Si decimos: «no tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia’ (1JN 1,8-9).

1848 Como afirma san Pablo, ‘donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia’ (RM 5,20). Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos ‘la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor’ (RM 5,20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su palabra y su espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado:

La conversión exige el reconocimiento del pecado, y éste, siendo una verificación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: ‘Recibid el Espíritu Santo’. Así, pues, en este ‘convencer en lo referente al pecado’ descubrimos una «doble dádiva»: el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad es el Paráclito. (DEV 31).

HERMENÉUTICA DE LA FE
El ser humano herido por el pecado original y personal es la oveja perdida y la dracma perdida a quien Jesucristo busca con su encarnación y redención. “Se perdió una oveja cuando el hombre abandonó, por el pecado, los pastos de la vida” (San Gregorio). “Es una búsqueda que nace de lo íntimo de Dios y tiene su punto culminante en la Encarnación del Verbo. Si Dios va en busca del hombre, creado a su imagen y semejanza, lo hace porque lo ama eternamente en el Verbo y en Cristo lo quiere elevar a la dignidad de hijo adoptivo. Por tanto Dios busca al hombre, que es su propiedad particular de un modo diverso de como lo es cada una de las otras criaturas. Es propiedad de Dios por una elección de amor: Dios busca al hombre movido por su corazón de Padre” (San Juan Pablo II).

Jesús se sienta con todo pecador porque lo busca, porque “quiere inducirlo a abandonar los caminos del mal, en los que tiende a adentrarse cada vez más. " Hacerle abandonar " esos caminos quiere decir hacerle comprender que se halla en una vía equivocada; quiere decir derrotar el mal extendido por la historia humana. Derrotar el mal: esto es la Redención” (San Juan Pablo II).

Sin embargo el hombre pecador muchas veces huye de Dios, no se deja encontrar, siente vergüenza. A éste hombre le decimos “¡Aprended a conocer a Cristo y dejaos conocer por El! El conoce a cada uno de vosotros de modo especial… La suya es una ciencia llena de sencilla verdad sobre el hombre y sobre todo llena de amor. Someteos a esta ciencia, sencilla y llena de amor, del Buen Pastor… Permitidle que os encuentre” (San Juan Pablo II).

El hombre pecador se deja encontrar por Dios cuando se convierte. Entonces en el cielo hay gran fiesta, gozo, el Señor “llama amigos y vecinos a los coros de los ángeles. Estos son amigos suyos, porque constantemente cumplen su voluntad sin cesar. También son vecinos suyos, porque gozan a su lado de la claridad de su presencia” (San Gregorio). Cristo Buen Pastor da la vida a sus ovejas, que “consiste esencialmente en tres supremas realidades: la verdad, la gracia, la gloria” (San Juan Pablo II).

Sacramentalmente encontramos al Señor, especialmente en la Confesión “a través del sacramento de la reconciliación, Jesús, al igual que el Buen Pastor, busca la oveja perdida (cfr. Lc 15,4-7), va al encuentro del pecador para sanarlo de sus heridas, esto es, de sus faltas, por medio de la absolución del sacerdote” (San Juan Pablo II). La principal misión del sacerdote consiste “en llevar a cada uno a experimentar el amor que Cristo le tiene, encontrándolo en el camino de la propia vida, como san Pablo lo encontró en el camino de Damasco” (Benedicto XVI).

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