DOMINGO XXIV T O (B)



27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» 28. Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.» 29 Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» 30 Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. 31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. 32 Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. 33 Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.» 34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 35 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará (Mc 8,27-35).

CONTEXTO LITÚRGICO DEL EVANGELIO

Is 50,5-9; Sal 114,1-6.8-9; Sant 2,14-18

CITAS DEL CEC SUGERIDAS

CEC 713-716: la descripción del Mesías viene revelada en los cantos del Siervo
CEC 440, 571-572, 601: Jesús sufrió y murió por nuestra salvación
CEC 618: nuestra participación en el sacrificio de Cristo
CEC 2044-2046: las obras buenas manifiestan la fe

HERMENÉUTICA DE LA FE



El Señor formula dos preguntas sobre su identidad mesiánica. La primera dirigida a la masa, la segunda interpela la opción personal de los discípulos. El Señor esperaba que sus contemporáneos fueran conscientes de su ser mesiánico “contemplando sus obras y escuchando su enseñanza” (San Juan Pablo II). A los Apóstoles, les pide algo más, los invita a purificar su fe, pretende “infundir en ellos una fe pura después de realizado el escándalo de la cruz” (San Juan Crisóstomo).

Nuestra “fe cristiana es una adhesión personal al Redentor… Es proclamación alegre de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte… es anuncio de un Mesías sufriente”. Sin embargo, los proyectos divinos aunque sean incomprensibles, siempre “nos conducen al cumplimiento del plan de misericordia y de salvación preparados para nosotros” (San Juan Pablo II), como sucedió con la Pascua de Jesús o como puede sucedernos en nuestra propia experiencia de fe.

Pedro responde acertadamente respecto a la naturaleza divina de Jesús. En el evangelio san Marcos esta afirmación petrina tiene como objetivo “guiar a sus lectores a repetir la confesión de Pedro: «Tú eres el Cristo” (RM 23); “todo lo que podéis leer antes es un camino lento y progresivo hacia esta proclamación de que Jesús es el Mesías” (San Juan Pablo II). Pero ante el anuncio de la Cruz, Pedro desacierta, porque aún no había comprendido el sentido profundo del Mesías, el sentido del dolor redentor vaticinado en el Siervo sufriente de Isaías.

Pedro reacciona equivocadamente, “Pedro no quiere que Cristo hable de la pasión y de la muerte. No es capaz de aceptarlo con su corazón que ama de modo humano. Quien ama quiere preservar del mal a la persona amada, incluso en el pensamiento y en la imaginación” (San Juan Pablo II). Jesús, en cambio, habla desde el amor divino en su máxima expresión, pero esto aún no es perceptible por el Príncipe de los Apóstoles. Ciertamente el dolor puede causar miedo, pero “precisamente en el sufrimiento redentor de Cristo está la verdadera respuesta al desafío del dolor, que tanto influye en nuestra condición humana” (San Juan Pablo II).

Jesús no solamente desaprueba el rechazo de su sufrimiento como Mesías sino que nos invita a seguirlo: “Tú me reprochas que quiera sufrir la pasión, pero yo te digo que no sólo es perjudicial el impedir que yo la sufra, sino que tú mismo no podrás salvarte más que sufriendo” (San Juan Crisóstomo). Por esto, “sigue a Cristo quien va detrás de Él y se conforma con su muerte, despreciando a los príncipes y a las potestades, bajo las cuales pecaba antes de la venida de Cristo” (San Juan Crisóstomo).

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