SEXTO DOMINGO PASCUA (B)



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros» (Jn 15,9-17).

CONTEXTO LITÚRGICO DEL EVANGELIO

Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48; Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4 (R/.: cf. 2b); 1Jn 4,7-10

“Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras” (Hch 10,44)

“Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad” (Sal 97,3-4)

“amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1Jn 4,7-8)

CITAS DEL CEC SUGERIDAS

CEC 2746-2751: la oración de Cristo en la Última Cena
CEC 214, 218-221, 231, 257, 733, 2331, 2577: Dios es amor
CEC 1789, 1822-1829, 2067, 2069: el amor a Dios y al prójimo observa los Mandamientos
CEC 2347, 2709: la amistad con Cristo

HERMENÉUTICA DE LA FE



Del encuentro definitivo entre la libertad de Dios y la libertad del hombre en el Sacrificio de la Cruz, nace la Nueva y Eterna Alianza. El amor oblativo de Jesús, el don total de Sí mismo, quiere que sea vivido del mismo modo en su Iglesia. Jesucristo nos ha enviado a evangelizar, conscientes que “la naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios” (RM 30).

La Eucaristía, fuente y cumbre de la evangelización, realiza la comunión de los hombres con Cristo, y por medio de Él con Dios Padre y Dios Espíritu Santo. “En la comunión eucarística se realiza de manera sublime que Cristo y el discípulo «estén» el uno en el otro” (EcEu 22). La Eucaristía convierte al bautizado en signo e instrumento de salvación. 

La participación de los bautizados en la naturaleza divina, en la santidad de Dios, constituye una llamada para que ese grandísimo don crezca, “es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron” (LG 40). Esta respuesta de fe se traduce en la comunión misionera permanente.

El amor es fruto del Espíritu que se manifiesta en alegría, paz, longanimidad, bondad, fidelidad… El amor o caridad perdura después del tiempo porque “lo que se hace por la vida eterna, aun después de la muerte dura, y entonces empieza a aparecer, cuando ya dejan de verse las obras de la carne” (San Gregorio). El amor nace de un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe sincera.

Jesucristo quiso restaurar el reino de paz teniendo como fundamento el amor, la caridad. Permanecer en el amor de Cristo es permanecer en la vida de gracia. Aquí está el origen de todas las obras eternamente buenas, meritorias, en la fe que obra por amor, en su doble vertiente, a Dios y a los hombres. “Con un mismo amor amamos a Dios y a los hombres, pero a Dios por Dios, a nosotros y al prójimo por Dios.” (San Agustín).

Jesús establece la nueva ley del amor, el don de sí mismo a los hermanos, para que se dé la comunión eclesial en todos sus fieles, una comunión jerárquica por la participación en la unidad de consagración y misión; análogamente la comunión parroquial y la comunión familiar. La ley nueva del amor es una ley de gracia porque da fuerza para obrar gracias a la fe y a los sacramentos; es ley de libertad porque pasamos de ser siervos a amigos de Cristo (cfr. CEC 1972).

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