SANTÍSIMA TRINIDAD (B)



En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: —«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,16-20).

CONTEXTO DEL EVANGELIO
Deut 4,32-34.39-40; Sal 32,4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22 (R/.: 12b); Rm 8,14-17

“¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?” (Deut 4,34)

“Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad” (Sal 32,12)

“somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados” (Rm 8, 16-17)

CITAS DEL CEC SUGERIDAS

CEC 202, 232-260, 684, 732: el misterio de la Trinidad
CEC 249, 813, 950, 1077-1109, 2845: en la Iglesia y en su Liturgia
CEC 2655, 2664-2672: la Trinidad y la oración
CEC 2205: la familia, imagen de la Trinidad

HERMENÉUTICA DE LA FE



Los apóstoles recibieron el Espíritu Santo para actuar en el nombre y en la persona de Jesucristo, continuando la misión salvífica de toda la humanidad “el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos” (CEC 1120).

Los ministerios ordenados derivados del sacramento del Orden “reciben de Cristo Resucitado el carisma del Espíritu Santo, mediante el sacramento del Orden; reciben así la autoridad y el poder sacro para servir a la Iglesia «in persona Christi capitis» (personificando a Cristo Cabeza), y para congregarla en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y de los Sacramentos” (CL 22).

Evangelizar supone para la Iglesia la misión sacramental, íntimamente unida a la función profética “porque el sacramento es preparado por la Palabra de Dios y por la fe que es consentimiento a esta Palabra”, más aún, “son sacramentos de la fe que nace y se alimenta de la palabra” (CEC 1122). La Iglesia católica no puede separar evangelización y celebración de los sacramentos porque «dividiría el corazón mismo de la Iglesia hasta poner en peligro la fe» (Sínodo 1971).

El envío misionero de los discípulos de Jesucristo pretende suscitar la conversión a Cristo, conversión íntimamente vinculada al sacramento del bautismo, tanto por la práctica eclesial como por voluntad de Jesús. El bautismo permite recibir la plenitud de la nueva vida, regenera como hijos de Dios, une a Cristo y unge con el Espíritu Santo, realiza el nuevo nacimiento por el Espíritu, hace miembros de la Iglesia e “instaura vínculos reales e inseparables con la Trinidad” (RM 47).

El bautismo administrado bajo la fórmula trinitaria “refleja el misterio íntimo de Dios y de su vida divina, que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, divina unidad de la Trinidad”, además “se expresa la fuerza vivificadora del Sacramento que obra la participación en la vida de Dios uno y trino, porque da al hombre la gracia santificante como don sobrenatural. Por medio de ella éste es llamado y hecho «capaz» de participar en la inescrutable vida de Dios” (DEV 9).

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