DECIMO NOVENO DOMINGO (B)
MONICIÓN AMBIENTAL
La
liturgia de este domingo nos presenta el poder de Dios para dar al hombre una
fuerza divina, capaz de permitirle caminar en la fe hasta alcanzar la meta de
la vida eterna en plenitud. Pero esto requiere mucha confianza en Jesucristo y
saber superar la carne sin Dios, que siempre opone resistencia a la conversión
personal.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, a quien, enseñados por el Espíritu Santo, invocamos con
el nombre de Padre, intensifica en nuestros corazones el espíritu de hijos
adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos
tienes prometida.
Por
nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M.
El libro de los Reyes nos presenta el momento cuando un ángel del Señor da de
comer a Elías y lo invita a caminar con la fuerza de aquel alimento durante
cuarenta días.
Lectura del primer libro de los Reyes 19,4-8
En
aquellos tiempos, caminó Elías por el desierto un día entero y finalmente se
sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo: Basta ya, Señor.
Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres. Después se recostó y se
quedó dormido.
Pero
un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo: Levántate y come. Elías abrió
los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua.
Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió.
Por
segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo: Levántate y come, porque
aún te queda un largo camino. Se levantó Elías. Comió y bebió. Y con la fuerza
de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el
monte de Dios.
Palabra
de Dios
SALMO RESPONSORIAL Sal 33
M.
Bendigamos al Señor por tantas cosas
buenas que nos otorga para nuestro bien: Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas
horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se
alegre su pueblo al escucharlo.
Proclamemos
la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor,
me hizo caso y me libró de todos mis temores.
Confía
en el Señor y saltarás de gusto; jamás te sentirás decepcionado, porque el
Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias.
Junto
a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la
prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en él.
SEGUNDA LECTURA
M.
San Pablo nos exhorta a vivir la bondad, comprensión y el perdón fraternal,
como ofrenda agradable a Dios.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios 4,30-5,2
Hermanos:
No le causen tristeza al Espíritu Santo, con el que Dios los ha marcado para el
día de la liberación final.
Destierren
de ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y
toda clase de maldad. Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los
otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo.
Imiten,
pues, a Dios como hijos queridos. Vivan amando como Cristo, que nos amó y se
entregó por nosotros, como ofrenda y víctima de fragancia agradable a Dios.
Palabra
de Dios.
M.
El pasaje de san Juan sobre el capítulo 6 nos revela que la carne del hijo del
Hombre es el verdadero alimento de vida para el que cree en Jesucristo.
Aleluya, aleluya
Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este pan
vivirá para siempre. Aleluya
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 6,41-51
En
aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo, y decían: ¿No es éste, Jesús, el hijo de
José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha
bajado del cielo?
Jesús
les respondió: No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre,
que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los
profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y
aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de
aquel que procede de Dios. Ese si ha visto al Padre.
Yo
le aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus
padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan
que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo
que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan
que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida.
Palabra
del Señor
ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos a Dios, que puede dar la vida y
fortalecer a los que lo invocan. Digámosle con confianza filial: Ten piedad y
escúchanos.
Para
que los cristianos del tercer milenio vivamos en el amor. Oremos al Señor.
Para
que desaparezca todo tipo de insulto, maldad, ira y violencia entre los
políticos, los gobernantes y los pueblos. Oremos al Señor.
Para
que los niños y los jóvenes gocen de una formación que garantice su madurez.
Oremos al Señor.
Para
que los que han muerto contemplen al Señor y estén radiantes de su felicidad.
Oremos al Señor.
Que tu Espíritu se regocije en tus
hijos que te suplicamos, y, ya que eres poderoso, escucha nuestras oraciones y
concédeles vivir en el amor.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe benignamente,
Señor, los dones de tu Iglesia, y, al concederle en tu misericordia que te los
pueda ofrecer, haces al mismo tiempo que se conviertan en sacramento de nuestra
salvación.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN
Alaba, Jerusalén, al
Señor, porque te alimenta con lo mejor de su trigo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
La comunión en tus
sacramentos que hemos recibido, Señor, nos salven y nos confirmen en la luz de
tu verdad.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
“Ese lenguaje pareció "duro" y
muchos se volvieron atrás. Ahora, como entonces, la Eucaristía sigue siendo
"signo de contradicción" y no puede menos de serlo, porque un Dios
que se hace carne y se sacrifica por la vida del mundo pone en crisis la
sabiduría de los hombres” (Benedicto XVI).
“Este esfuerzo de conversión no es sólo
una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Ps 51,19),
atraído y movido por la gracia (cf. Jn 6,44; 12,32) a responder al amor
misericordioso de Dios que nos ha amado primero”
(CEC 1428)
COMENTARIO
Monseñor
Romero ofrece la interpretación del término carne en dos sentidos: la carne en
su tendencia al pecado sin redención y la carne bajo la acción redentora. La
carne de Jesucristo, su humanidad expresa el valor infinito de su naturaleza
divina por esto puede comunicarnos su vida divina, hecho pan eucarístico que
purifica, santifica y cristifica, siempre y cuando pongamos toda nuestra
confianza en Él. “La carne, entonces, la Biblia la considera
como el hombre en sus malas inclinaciones, el hombre carnal, el hombre egoísta,
el hombre hipócrita, mentiroso, ambicioso. Todo eso malo que llevamos en
nosotros, lo llamamos el hombre carnal. La carne ya toma un sentido peyorativo
un sentido de maldad, de inclinación, de concupiscencia…
…el hombre redimido es la
carne, es el hombre pero ya inserto en Cristo, que a pesar de sentir las
tentaciones y las inclinaciones del mal, siente también la fuerza de Dios que
lo salva. La carne, pues, tiene dos sentidos: carne, la tendencia al mal; y
carne redimida, mal pero con tendencia hacia el bien…
La carne de Cristo no es como
nuestra carne, que nos matan y es un cuerpo que se pudre y el espíritu vuela
desencarnado a Dios. Cristo, carne y espíritu, alma y cuerpo, todo es bajo una
sola persona divina: el Verbo. El Verbo se hizo carne, todo lo que hace ese
Verbo carne, es Dios, tiene valor infinito. Por eso cuando esa carne Dios es
crucificada y, entre los dolores de la carne, le da los méritos de Dios, la
redención es infinita; y cuando llora porque lo persiguen, porque no le quieren
entender su lenguaje, sus lágrimas, sus quejas, son quejas de Dios. Nadie puede
comprender, sino con una gran fe, el misterio de Cristo que es lo que tratamos
de predicar en todos nuestros domingos...
Ésta es la fe que Cristo
quiere: «ir a él». Que lo busquemos con la confianza con que angustiado busca a
alguien que lo puede proteger. Creer en Cristo es tener confianza en él, poner
él toda nuestra vida. Pues eso no viene sino por el Padre. La fe es un don de
Dios y El Salvador tiene mucha fe, la que nos enseñaron nuestros abuelos y
nuestros padres. ¡No la perdamos, por favor!...
Mi carne, pero no carne como
la de los hombres sin Cristo. Carne de Cristo donde Dios se encarnó con toda la
potencia, con todo el amor, con todo el mérito de la cruz, con toda la santidad
de Dios en ese bocadito insignificante: la comunión, el pan que es carne de
Dios que viene a santificar y cristificar y espiritualizar toda mi carne sin
Cristo” (Mons. Oscar Romero).
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