SEGUNDO DOMINGO RESURRECCIÓN (B)
MONICIÓN
DE ENTRADA
Las lecturas de este
segundo domingo de pascua nos invitan a creer en la Resurrección del Señor,
apoyados en el testimonio de los apóstoles y de los primeros cristianos, nos
invitan a experimentar la felicidad del que cree sin haber visto. Por medio de
la fe en Jesucristo el creyente vence el mundo del pecado y construye la
comunión con Dios y con los hombres, como lo testificaron los primeros
cristianos.
ORACIÓN
COLECTA
Dios de misericordia
infinita, que reanimas la fe tu pueblo con el retorno anual de las fiestas
pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos
mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu
que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M.
En el libro de los Hechos de los apóstoles se nos narra cómo vivían la comunión
los primeros cristianos, siendo ellos agradables a Dios. También los apóstoles
daban un gran testimonio al anunciar la resurrección de Jesucristo.
Lectura
de libro de los Hechos de los Apóstoles 4,32-35
La multitud de los que
habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todos lo poseían en común
y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.
Con grandes muestras de
poder, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y
todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad,
pues los que poseían terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo
ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que
necesitaba cada uno.
Palabra de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL Salmo 117
M. El salmista nos invita
a dar gracias a Dios por su bondad y por su misericordia siempre eterna.
Unámonos diciendo: La misericordia del
Señor es eterna. Aleluya.
Diga la casa de Israel: Su
misericordia es eterna. Diga la casa de Aarón: Su misericordia es eterna. Digan
los que temen al Señor: Su misericordia es eterna. R.
La diestra del Señor es
poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré
viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. Me castigo, me castigó el Señor;
pero no me en abandonó a la muerte. R.
La piedra que desecharon
los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del
Señor, es un milagro patente. Este es el día del triunfo del Señor, día de
júbilo y de gozo. R.
SEGUNDA
LECTURA
M.
El apóstol san Juan nos invita a cumplir los mandamientos del Señor como
muestra de nuestro amor hacia Dios, conscientes que el mundo del pecado es
vencido por el creyente que ha nacido de Dios.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Juan 5,1-6
Queridos hermanos: Todo el
que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre,
ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios, en
que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste
en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo
el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la
victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que
cree que Jesús es el Hijo de Dios.
Jesucristo es el que se
manifestó por medio del agua y de la sangre; él vino, no sólo con agua, sino
con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el
Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios.
MONICIÓN DEL EVANGELIO
El evangelista san Juan
nos relata la aparición del Señor resucitado a sus discípulos en la noche del
domingo de resurrección, pero Tomás no se encontraba con ellos y se resistía a
creer. Ocho días después se apareció nuevamente e invito a Tomás a palpar su
cuerpo llagado, esto acrecentó la fe en Tomás.
Aleluya, Aleluya.
Tomás, tú crees porque me has visto. Dichosos los que
creen sin haberme visto, dice el Señor. Aleluya.
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 20,19-31
Al anochecer del día de la
resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los
discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les
dijo: La paz esté con ustedes. Dicho esto, les mostró las manos y el costado.
Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús:
La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban al Espíritu Santo.
A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se
los perdonen, les quedarán sin perdonar.
Tomás uno de los Doce, a
quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros
discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él des contestó: Si no veo en
sus manos la señal de los calvos y si no meto mi dedo en los agujeros de los
clavos y no meto mi mano en su costado no creeré.
Ocho días después, estaban
reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se
presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: La paz esté con ustedes. Luego
le dijo a Tomás: Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela
en mi costado y no sigas dudando, sino cree. Tomás le respondió: ¡Señor mío y
Dios mío! Jesús añadió: Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen
sin haber visto.
Otras muchas señales
milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en
este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías,
el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
Palabra del Señor.
Oración
de los fieles
Hermanos,
nos ha convocado la alegría de la Pascua: invoquemos juntos a Dios para que su
luz nos ilumine y así podamos vivir en la claridad de su presencia. Digamos: Te
rogamos, óyenos.
Para que Cristo resucitado
mantenga unidos a los cristianos y demos testimonio de la resurrección con
valor. Oremos al Señor.
Para que la Pascua de
Cristo sea fecunda en su Iglesia y la comprometa más en la construcción de una
sociedad más justa y más fraterna. Oremos al Señor.
Para que la victoria
pascual nos ayude a vivir como hermanos y como hijos de Dios, venciendo todo
tipo de discriminación. Oremos al Señor.
Para que la paz que trae
el Resucitado disipe todo temor, angustia e inquietud de los corazones y
comunidades. Oremos al Señor.
Para que Jesús sea nuestro
Dios y Señor, y nos ayude a tener un solo corazón y una sola alma en el amor.
Oremos al Señor.
Padre,
Tú que nos alegras con la resurrección de tu Hijo de entre los muertos y nos
haces nacer de nuevo para una esperanza viva, escucha nuestras oraciones, y haz
que tu paz sea nuestro gozo.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las
ofrendas que te presentamos, y haz que, renovados por la fe y el bautismo,
consigamos la eterna bienaventuranza.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN Cf.
Jn 20,27
Trae tu mano y toca la señal de los clavos; y no seas
incrédulo, sino creyente.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Dios
todopoderoso, que la fuerza del sacramento pascual que hemos recibido,
persevere siempre en nosotros.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC
448, 641-646: las apariciones de Cristo resucitado
CEC
1084-1089: la presencia santificante de Cristo resucitado en la Liturgia
CEC
2177-2178, 1342: la Eucaristía dominical
CEC
654-655, 1988: nuestro nacimiento a una nueva vida en la Resurrección de Cristo
CEC
926-984, 1441-1442: “Creo en el perdón de los pecados”
641 María Magdalena
y las santas mujeres, que venían de embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc
16,1 LC 24,1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la
llegada del Sábado (cf. Jn 19,31 Jn 19,42) fueron las primeras en
encontrar al Resucitado (cf. Mt 28,9-10 ;Jn 20, 11-18). Así las mujeres
fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios
Apóstoles (cf. Lc 24,9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos,
primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1CO 15,5). Pedro, llamado a
confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,31-32), ve por tanto al
Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la
comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido
a Simón!" (LC 24,34).
642 Todo lo que
sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles - y
a Pedro en particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en la
mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras
de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda
en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la
mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección
de Cristo" (cf. Ac 1,22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no
solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que
se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles
(cf. 1CO 15,4-8).
643 Ante estos
testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden
físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la
fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la
muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22,31-32).
La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo
menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la
resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por
una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos
("la cara sombría": LC 24,17) y asustados (cf. Jn 20,19).
Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y
"sus palabras les parecían como desatinos" (LC 24,11 cf. Mc
16,11 Mc 16,13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde
de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no
haber creído a quienes le habían visto resucitado" (MC 16,14).
644 Tan imposible les parece la cosa que,
incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan
todavía (cf. Lc 24,38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,39).
"No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (LC
24,41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. JN 20,24-27)
y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin
embargo dudaron" (MT 28,17). Por esto la hipótesis según la cual la
resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad)
de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la
Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina - de la experiencia
directa de la realidad de Jesús resucitado.
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones
directas mediante el tacto (cf. Lc 24,39 JN 20,27) y el compartir la
comida (cf. Lc 24,30 Lc 24,41-43 JN 21,9 JN 21,13-15). Les invita
así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24,39) pero sobre todo
a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es
el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue llevando las
huellas de su pasión (cf LC 24,40 JN 20,20 JN 20,27). Este cuerpo
auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las propiedades nuevas de un
cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede
hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28,9
Mt 28,16-17 LC 24,15 LC 24,36 JN 20,14 JN 20,19 JN 20,26 JN 21,4) porque
su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al
dominio divino del Padre (cf. Jn 20,17). Por esta razón también Jesús
resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia
de un jardinero (cf. Jn 20,14-15) o "bajo otra figura" (MC
16,12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para
suscitar su fe (cf. Jn 20,14 Jn 20,16 JN 21,4 JN 21,7).
646 La Resurrección de Cristo no fue un
retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había
realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro. Estos
hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el
milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena
"ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La resurrección de
Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de
muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el
cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida
divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de Cristo que
es "el hombre celestial" (cf. 1CO 15,35-50).
HERMENÉUTICA
DE LA FE
Jesús
resucitado aparece con un cuerpo glorificado, “su humanidad ya no puede ser
retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre”
(CEC 645), por ello es capaz de traspasar paredes, de aparecerse de diversas
formas; además conserva las llagas para que no quepa duda del realismo de su
Pascua. “Donde acaba la razón, empieza la fe. Las puertas cerradas no podían
impedir el paso a un cuerpo en quien habitaba la Divinidad, y así pudo penetrar
las puertas El, que al nacer dejó inmaculada a su Madre” (San Agustín). De
igual modo, nuestra participación en la resurrección de Jesús implica que
nuestro cuerpo glorificado “será sutil
por efecto de la espiritualidad de la persona divina, pero palpable por la
realidad de la naturaleza corporal” (San Gregorio).
El
envío misionero es dado a los discípulos como participación en la misión de
Jesucristo. Este envío es para toda la Iglesia: para los apóstoles que “por la
participación gratuita en la gracia de Cristo, prolongan en la historia, hasta
el final de los tiempos, la misma misión de salvación de Jesús en favor de los
hombres” (PDV 14) gobernando al nuevo pueblo de Dios, como para los laicos en
su dimensión profética de anunciar el evangelio.
Además “la misión de la Iglesia subsiste solamente en cuanto
prolongación de la de Cristo: "Como el Padre me envió, también yo os
envío" (Jn 20,21). El evangelista pone de relieve, incluso de forma
plástica, que esta transmisión de consignas acontece en el Espíritu Santo: "Sopló
sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo..."" (Jn
20,22). La misión de Cristo se realizó en el amor. Encendió
en el mundo el fuego de la caridad de Dios (cf. Lc 12,49). El Amor es
el que da la vida; por eso la Iglesia es enviada a difundir en el mundo la
caridad de Cristo, para que los hombres y los pueblos "tengan vida y la
tengan en abundancia" (Jn 10,10)” (Benedicto XVI).
De
cara a esta Misión “Cristo resucitado, para comunicar a los hombres los frutos
de su pasión y muerte, confirió a los Apóstoles el poder de perdonar los
pecados” (San Juan Pablo II). Esta participación de los apóstoles en el poder
divino de perdonar los pecados, fue comunicada gracias al sacramento del Orden
Sacerdotal a los presbíteros. El sacramento de la reconciliación implica la
acción del Espíritu Santo, que “hace
conocer al hombre su mal y, al mismo tiempo, lo orienta hacia el bien”
(DEV 42), convirtiéndolo y santificándolo.
Las
dudas del apóstol Tomás sobre la imposibilidad de la Resurrección son
providenciales para el hombre sujeto al puro conocimiento del mundo sensible.
También las dudas de Tomás pretenderían “demostrar que la fe, no sólo es útil a
aquel que cree, sino también a nosotros mismos, añade: "Y para que,
creyendo, tengáis vida en su nombre", esto es, en Jesucristo, porque Él es
la vida” (san Juan Crisóstomo). La fe, en cuanto adhesión a aquellas cosas que
no vemos, requiere una gracia mayor, madurez interior para prescindir de las
pruebas tangibles porque confía totalmente en Dios, como nos llama Jesús.
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