SEXTO DOMINGO PASCUA (A)
MONICIÓN AMBIENTAL
En la liturgia de la
Palabra de este domingo Jesucristo nos promete el envío del Espíritu Santo.
Como sucedió con los apóstoles, el Señor nos pide primero la purificación de
nuestros pecados y una fe más madura que cumple por amor los mandamientos del
Señor, para que la fuerza de su Espíritu produzca abundantes frutos en
nosotros.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Dios
todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de
Cristo resucitado, y que los misterios que estamos recordando transformen
nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. En
el libro de los Hechos de los apóstoles vemos como los cristianos de Samaria
reciben el Espíritu Santo a través de la oración y la imposición de manos de
Pedro y Juan.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 8,5-8.14-17
En aquellos días, Felipe
bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con
aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que
hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos
lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó
de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que
Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos
bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu
Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre
del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 65,1-3a.4-5.6-7a.16 y 20 (R.:1)
M. Con el salmo 65
aclamemos las portentosas obras del Señor para con su pueblo, diciendo:
R/: Aclamad al Señor, tierra entera.
Aclamad al Señor, tierra
entera;
tocad en honor de su
nombre,
cantad himnos a su
gloria.
Decid a Dios: “¡Qué
temibles son tus obras!”
R/: Aclamad al Señor, tierra entera.
Que se postre ante ti la
tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu
nombre.
Venid a ver las obras de
Dios,
sus temibles proezas a
favor de los hombres.
R/: Aclamad al Señor, tierra entera.
Transformó el mar en
tierra firme,
a pie atravesaron el
río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder
gobierna eternamente.
R/: Aclamad al Señor, tierra entera.
Fieles de Dios, venid a
escuchar,
os contaré lo que ha
hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no
rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
R/: Aclamad al Señor, tierra entera.
SEGUNDA LECTURA
M. San
Pedro nos exhorta a dar razón de nuestra esperanza a través de una vida
intachable, sabiendo que es mejor padecer haciendo el bien, igual que
Jesucristo, que resucitó gracias al Espíritu Santo.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 3,15-18
Queridos hermanos:
Glorificad en vuestros
corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra
esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en
buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden
confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es
padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo
el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el
inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo
mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
Palabra de Dios.
M. San Juan recoge la
llamada de Jesucristo a guardar sus mandamientos movidos por el amor para que
recibamos al Espíritu Santo. Esta comunión con Jesucristo permite la
inhabitación de la Santísima Trinidad en nosotros.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 14,23
El que me ama guardará mi palabra
– dice el Señor -,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él.
EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Juan 14,15-21
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si me amáis, guardareis mis
mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre
con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no
lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros
y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo
no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo.
Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con
vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me
ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él”.
Palabra del Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA
CATÓLICA
CEC
2746-2751: la oración de Jesús en la Última Cena
CEC
243, 388, 692, 729, 1433, 1848: el Espíritu Santo, consolador/defensor
CEC 1083, 2670-2672: invocar al Espíritu Santo
243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro
Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la
Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Credo de
Nicea-Constantinopla), estará ahora junto a los discípulos y en ellos (cf. Jn
14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la
verdad completa" (JN 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como
otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.
388 Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la
realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento conoció de
alguna manera la condición humana a la luz de la historia de la caída narrada
en el Génesis, no podía alcanzar el significado último de esta historia que
sólo se manifiesta a la luz de la Muerte y de la Resurrección de Jesucristo
(cf. Rm 5,12-21). Es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia
para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito, enviado por
Cristo resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo referente al
pecado" (JN 16,8) revelando al que es su Redentor.
692 Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo,
le llama el "Paráclito", literalmente "aquél que es llamado
junto a uno", "advocatus" (JN 14,16 JN 14,26 JN 15,26 JN 16,7).
"Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador",
siendo Jesús el primer consolador (cf. 1JN 2,1). El mismo Señor llama al
Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (JN 16,13).
729 Solamente cuando ha llegado la Hora en que va a ser glorificado
Jesús promete la venida del Espíritu Santo, ya que su Muerte y su
Resurrección serán el cumplimiento de la Promesa hecha a los Padres (cf. Jn
14,16-17 Jn 14,26 JN 15,26 JN 16,7-15 JN 17,26): El Espíritu de
Verdad, el otro Paráclito, será dado por el Padre en virtud de la oración de
Jesús; será enviado por el Padre en nombre de Jesús; Jesús lo enviará de junto
al Padre porque él ha salido del Padre. El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo
conoceremos, estará con nosotros para siempre, permanecerá con nosotros; nos lo
enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio
de él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo. En cuanto al
mundo lo acusará en materia de pecado, de justicia y de juicio.
1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en
lo referente al pecado" (JN 16,8-9), a saber, que el mundo no ha
creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el
pecado, es el Consolador (cf JN 15,26) que da al corazón del hombre la
gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf AC 2,36-38 Juan Pablo
II, DEV 27-48).
1848 Como afirma san Pablo, ‘donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia’ (RM 5,20). Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el
pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos ‘la justicia para la vida
eterna por Jesucristo nuestro Señor’ (RM 5,20-21). Como un médico que
descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su palabra y su espíritu,
proyecta una luz viva sobre el pecado:
La conversión exige el reconocimiento del pecado, y éste,
siendo una verificación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad
del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la
gracia y del amor: ‘Recibid el Espíritu Santo’. Así, pues, en este ‘convencer
en lo referente al pecado’ descubrimos una «doble dádiva»: el don de la
verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de
la verdad es el Paráclito (DEV 31).
HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesús y el Padre envían al Espíritu de la Verdad después de
haber purificado del pecado a los discípulos y previendo la etapa de
sufrimiento y persecución que vivirían después de la Ascensión del Señor.
Después de la resurrección los discípulos adquirieron la clara conciencia de
que Jesús estaba con ellos, volviéndose su fe más sólida y madura: El Espíritu
Santo les enseñaba todas las cosas. Desde Pentecostés el Espíritu Santo
permanece para siempre en los discípulos del Señor indicando que no se apartará
aún después de la muerte, permanecerá en sus almas (cf. San Juan Crisóstomo).
El que ama tiene al
Espíritu Santo y merece tenerlo más, merece amar más (cf. San Agustín). El
Espíritu Santo continúa la obra redentora de Jesucristo a través de la Iglesia,
continúa la obra de la Buena Nueva de salvación. En este pasaje de san Juan
vemos como el misterio trinitario encuentra una expresión muy relevante.
Gracias a la presencia del Espíritu Santo la totalidad de los fieles de la
Iglesia no puede equivocarse cuando cree, porque manifiesta el sentido sobrenatural
de la fe de todo el cuerpo místico.
El Señor Jesús promete a
sus discípulos venir de nuevo pero de un modo diferente. Entendemos que su
venida es sacramental: bajo los velos del misterio. Es una presencia más
profunda y nueva. Lo ven aquellos que tienen fe en El, los que cumplen sus
mandamientos, los que lo aman de verdad, sus discípulos, “porque el amor humano
no tiene ojos invisibles, y éstos son los únicos que pueden ver lo invisible,
como es el Espíritu Santo” (San Agustín). La vida cristiana consiste
fundamentalmente en seguir al Señor, abandonarse en él, dejarse transformar por
su gracia y ser renovados por su misericordia, en la comunión de su Iglesia.
La misión de los
cristianos de hoy es ser imagen del hombre espiritual. La caridad, forma de
todas las virtudes, nos hace disponibles para dejarnos guiar por el Espíritu
Santo. El verdadero y propio diálogo del amor es la oración, “la oración puede
avanzar, como verdadero y propio diálogo de amor, hasta hacer que la persona
humana sea poseída totalmente por el divino Amado, sensible al impulso del
Espíritu y abandonada filialmente en el corazón del Padre” (NMI 33). Por esto
hemos de construir nuestras comunidades como auténticas escuelas de oración,
donde el encuentro con Cristo nos permita pedir, dar gracias, alabar, adorar,
contemplar, la escucha y la viveza del afecto del corazón (cf. San Juan Pablo
II).
El don del Espíritu de la Verdad es un don y una tarea para
todos los fieles: hacer presente a Cristo y revelar el amor del Señor al mundo (cf.
Benedicto XVI). Los sacerdotes, en virtud de su consagración, nunca perderán la
presencia ni el poder eficaz del Espíritu Santo para que vivan su ministerio y
la caridad pastoral, como don total de sí mismos (cf. Directorio para
presbíteros 8).
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