LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (A)
MONICIÓN AMBIENTAL
La liturgia de este domingo recoge el momento de la
Ascensión del Señor a los cielos. Jesucristo culmina su obra redentora y es
glorificado por Dios Padre, sentándose a su derecha. Ahora todos nosotros, su
cuerpo místico, hemos de continuar la redención iniciada por Jesucristo
apoyados en la fuerza de su Espíritu, quien realiza la redención en la
conciencia de cada ser humano que se deja convencer de su pecado y se abre a la
acción sanadora de la redención.
ORACIÓN
COLECTA
Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y
darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo,
tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra
cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo.
Por nuestra Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. El libro de los Hechos de los Apóstoles relata
las apariciones de Jesucristo resucitado durante cuarenta días. También nos
habla del momento de la Ascensión de Jesucristo y de la promesa de su segunda
venida al final de los tiempos.
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 1,1-11
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de
todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio
instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu
Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles
numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoles durante cuarenta días,
les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: “No os
alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que
yo os he hablando. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis
bautizados con Espíritu Santo”. Ellos lo rodearon preguntándole: “Señor, ¿es
ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?” Jesús contestó: “No os toca a
vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su
autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza
para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los
confines del mundo”. Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo
quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les
presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué
hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para
subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse”.
Palabra de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL
Sal 46,2-3.6-7.8-9 (R.: 6)
M. El salmo 46 nos invita a aclamar al Señor, a
glorificar la fuerza de su poder en su ascensión y con todos los pueblos de la
tierra digamos: R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de
trompetas.
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al
son de trompetas.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al
son de trompetas.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al
son de trompetas.
SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta a los Efesios ruega para
que el Señor nos dé el don de sabiduría y revelación para conocer la esperanza,
la riqueza de la gloria y la grandeza de su poder manifestada en la
resurrección de Jesucristo.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1,17-23
Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre
de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine
los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que
os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la
extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la
eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre
los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo
principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre
conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus
pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo,
plenitud del que lo acaba todo en todos.
Palabra de Dios.
M. El evangelista san Mateo nos narra el momento de
la Ascensión del Señor. Antes de ascender Jesús les manda a sus discípulos
evangelizar a todos los pueblos, seguros de su presencia sacramental hasta el
final de los tiempos.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
ALELUYA Mt 28,19.20
Id y haced discípulos de todos los pueblos
– dice el Señor -;
yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo.
EVANGELIO
† Conclusión
del santo evangelio según san Mateo 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que
Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y
en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo
lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 659-672, 697, 792, 965, 2795: la Ascensión
659 "Con esto, el Señor
Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de
Dios" (MC 16,19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el
instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y
sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre (cf. LC
24,31 JN 20,19 JN 20,26). Pero durante los cuarenta días en los que él come
y bebe familiarmente con sus discípulos (cf. Ac 10,41) y les instruye
sobre el Reino (cf. Ac 1,3), su gloria aún queda velada bajo los rasgos
de una humanidad ordinaria (cf. Mc 16,12 LC 24,15 JN 20,14-15 JN 21,4).
La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su
humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube (cf. Ac 1,9 cf.
también LC 9,34-35 EX 13,22) y por el cielo (cf. Lc 24,51) donde
él se sienta para siempre a la derecha de Dios (cf. Mc 16,19 AC 2,33 AC 7,56
cf. también PS 110,1). Sólo de manera completamente excepcional y única,
se muestra a Pablo "como un abortivo" (1CO 15,8) en una última
aparición que constituye a éste en apóstol (cf. 1CO 9,1 GA 1,16).
660 El carácter velado de la
gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta en sus palabras
misteriosas a María Magdalena: "Todavía no he subido al Padre. Vete donde
los hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios"
(JN 20,17). Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria
de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El
acontecimiento a la vez histórico y transcendente de la Ascensión marca la
transición de una a otra.
661 Esta última etapa permanece
estrechamente unida a la primera es decir, a la bajada desde el cielo realizada
en la Encarnación. Solo el que "salió del Padre" puede "volver
al Padre": Cristo (cf. Jn 16,28). "Nadie ha subido al cielo
sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre" (JN 3,13 cf, EP
4,8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la
"Casa del Padre" (JN 14,2), a la vida y a la felicidad de
Dios. Solo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, "ha querido
precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo,
vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (MR, Prefacio
de la Ascensión).
662 "Cuando yo sea levantado
de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(JN 12,32). La elevación en
la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su
comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no
"penetró en un Santuario hecho por mano de hombre, ... sino en el mismo
cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor
nuestro" (HE 9,24). En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su
sacerdocio. "De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se
llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor"(HE
7,25). Como "Sumo Sacerdote de los bienes futuros"(HE 9,11),
es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los
cielos (cf. AP 4,6-11).
663 Cristo, desde entonces, está
sentado a la derecha del Padre: "Por derecha del Padre entendemos la
gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes
de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado
corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada"
(San Juan Damasceno, f.o. 4, 2; PG 94, 1104C).
664 Sentarse a la
derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose
la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio
imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido
jamás" (DA 7,14). A partir de este momento, los apóstoles se
convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo
de Nicea-Constantinopla).
HERMENÉUTICA
DE LA FE
Antes de su Ascensión, el Señor “fundó su Iglesia
como sacramento de salvación, y envió a los Apóstoles a todo el mundo, como Él
había sido enviado por el Padre… incumbe a la Iglesia el deber de propagar la
fe y la salvación de Cristo, tanto en virtud del mandato expreso,… como en
virtud de la vida que Cristo infundió en sus miembros… por el ejemplo de la
vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia” (AG
5).
La misión evangelizadora de la Iglesia es
continuación de la misión redentora de Jesucristo, bajo la fuerza transformante
del Espíritu Santo, “esta misión continúa y desarrolla a lo largo de la
historia la misión del mismo Cristo,… la Iglesia debe caminar, por moción del
Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino
de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo
hasta la muerte” (AG 5).
La fórmula
trinitaria del bautismo revela la vida divina y la unidad divina, “en la que se
expresa la fuerza vivificadora del Sacramento que obra la participación en
la vida de Dios uno y trino, porque da al hombre la gracia santificante
como don sobrenatural. Por medio de ella éste es llamado y hecho « capaz » de
participar en la inescrutable vida de Dios” (DEV 9).
El bautismo además
de ser signo de la conversión personal indica la participación en la vida plena
de Jesucristo resucitado, “nos regenera a la vida de los hijos de Dios, nos une
a Jesucristo y nos unge en el Espíritu Santo: no es un mero sello de la
conversión, como un signo exterior que la demuestra y la certifica, sino que es
un sacramento que significa y lleva a cabo este nuevo nacimiento por el
Espíritu; instaura vínculos reales e inseparables con la Trinidad; hace
miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia” (RM 47).
La nueva venida y
presencia de Cristo en la Iglesia después de su Ascensión se da gracias a la
misión santificadora del Espíritu Santo, “se realizan en la realidad
sacramental. En ella Cristo, que se ha ido en su humanidad visible, viene,
está presente y actúa en la Iglesia de una manera tan íntima que la constituye
como Cuerpo suyo. En cuanto tal, la Iglesia vive, actúa y crece « hasta el fin
del mundo ». Todo esto acontece por obra del Espíritu Santo” (DEV 61).
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