VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO T O (C)
MONICION AMBIENTAL
El
Señor nos invita nuevamente este domingo a una actitud constante de humildad
interior y exterior, convencidos que el Señor da su gracia y revela sus
secretos a los humildes, como nos lo enseñó con su humildad y mansedumbre.
También nos invita a descubrir en nuestros hermanos más pobres interior y
exteriormente su mismo Rostro, siendo solidarios con ellos y sin esperar nada a
cambio como lo pide el verdadero amor.
ORACION COLECTA
Dios todopoderoso,
de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre,
para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros
y con solicitud amorosa lo conserves.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M.
En el libro del Eclesiástico el Señor nos invita a humillarnos voluntariamente
para alcanzar su favor.
Lectura del libro del
Eclesiástico 3,17-18.20.28-29
Hijo
mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre
generoso.
Hazte
pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es
grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes.
No
corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala
planta.
El
sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se
alegrará.
Palabra de Dios.
SALMO RESPOSORIAL Sal
67,4-5ac.6-7ab.10-11(R.:cf.11b)
M. El salmista nos invita a alegrarnos por la justicia y
misericordia de Dios con los pobres y justos, digamos también nosotros: R/. Preparaste, oh Dios, casa para los
pobres.
Los
justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría.
Cantad
a Dios, tocad en su honor; su nombre es el Señor. R/. Preparaste, oh Dios, casa para los pobres.
Padre
de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada.
Dios
prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. R/. Preparaste, oh Dios, casa para los
pobres.
Derramaste
en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu
rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R/. Preparaste, oh Dios, casa para los
pobres.
SEGUNDA LECTURA
M.
San Pablo nos recuerda que nosotros nos hemos acercada al Mediador de la nueva
alianza, a Jesucristo y a la Jerusalén del cielo.
Lectura de la carta a los
hebreos 12,18-19.22-24a
Hermanos:
Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un
fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta;
ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera
hablando.
Vosotros os habéis acercado al monte de Sion, ciudad del
Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea
de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas
de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza,
Jesús.
Palabra de Dios.
M.
En el Evangelio de este domingo el Señor nos invita a humillarnos
constantemente y a ser solidarios con quienes no pueden devolvernos nada,
convencidos del favor divino para el que ama de verdad.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Mt 11,29ab
Cargad con mi yugo y aprended de
mí
―dice el Señor―,
Que soy manso y humilde de
corazón.
EVANGELIO
†
Lectura del santo evangelio según san
Lucas 14,1.7-14
Un sábado, entró Jesús en casa de uno
de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían
los primeros puestos, les propuso esta parábola:
―cuando
te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan
convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al
otro y te dirá:
“Cédele el puesto a éste.”
Entonces, avergonzado, iras a ocupar
el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a
sentar en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba.”
Entonces quedarás muy bien ante todos
los comensales.
Porque todo el que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido.”
Y dijo al que lo había invitado:
―
“Cuando des una comida o una cena, no
invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos
ricos, porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a
pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te
pagarán cuando resuciten los justos.”
Palabra del Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 525-526: la
Encarnación, un misterio de humildad
CEC 2535-2540: el
desorden de las concupiscencias
CEC 2546, 2559, 2631,
2713: la oración nos llama a la humildad y a la pobreza de espíritu
CEC1090, 1137-1139:
nuestra participación en la Liturgia celeste
CEC 2188: el domingo nos hace partícipes en la asamblea festiva
del cielo
2546 ‘Bienaventurados los
pobres en el espíritu’ (MT 5,3). Las bienaventuranzas revelan un orden
de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los
pobres, a quienes pertenece ya el Reino (LC 6,20)
El Verbo llama ‘pobreza en el Espíritu’ a la
humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como
ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: ‘Se hizo pobre por nosotros’ (2CO
8,9) (S. Gregorio de Nisa, beat, 1).
2559 "La oración es la
elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes"(San
Juan Damasceno, f. o. 3, 24). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la
altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde "lo más
profundo" (PS 130,14) de un corazón humilde y contrito? El que se
humilla es ensalzado (cf LC 18,9-14). La humildad es la base de
la oración. "Nosotros no sabemos pedir como conviene"(RM 8,26).
La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de
la oración: el hombre es un mendigo de Dios (cf San Agustín, serm 56, 6, 9).
2631 La petición de perdón
es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: "ten
compasión de mí que soy pecador": LC 18,13). Es el comienzo de una
oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión
con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1JN 1,
7-2, 2): entonces "cuanto pidamos lo recibimos de El" (1JN 3,22).
Tanto la celebración de la eucaristía como la oración personal comienzan con la
petición de perdón.
2713 Así, la contemplación es
la expresión más sencilla del misterio de la oración. Es un don, una
gracia; no puede ser acogida más que en la humildad y en la pobreza. La oración
contemplativa es una relación de alianza establecida por Dios en el fondo de
nuestro ser (cf JR 31,33). Es comunión: en ella, la Santísima
Trinidad conforma al hombre, imagen de Dios, "a su semejanza".
REFLEXIÓN
Hoy en día “al
humilde se le considera un abandonista, un derrotado, uno que no tiene nada que
decir al mundo. Y, en cambio, este es el camino real, y no sólo porque la
humildad es una gran virtud humana, sino, en primer lugar, porque constituye el
modo de actuar de Dios mismo. Es el camino que eligió Cristo, el mediador de la
nueva Alianza”
(Benedicto XVI). Si queremos vivir en comunión con el Dios que eligió y vivió
la humildad, hemos de escuchar lo que Dios quiere de nosotros. La humildad es
el fundamento de la verdadera santidad.
Si estamos heridos por la soberbia que
indudablemente nos conduce a la muerte eterna, tenemos un Modelo digno de
imitar que atrae: “¿Pues qué mayor ejemplo
de humildad podemos concebir que el Omnipotente se deje atar con sogas y clavar
a una Cruz? ¿Y que él, "en el cual están ocultos todos los tesoros de la
sabiduría y de la ciencia" (Col 2,3), permita que Herodes y su
ejército lo traten como un loco y lo vistan con una túnica blanca, y que Aquél
que "se sienta en querubines" (Ps 99,1) sufra el mismo ser
crucificado entre dos ladrones?” (San Roberto Belarmino).
El Señor nos “enseña
la humildad, refrenando el deseo de ocupar el primer lugar en el banquete
nupcial”
(San Ambrosio). No podemos olvidar que “cuanto
más pequeño es tu hermano, tanto más se aproxima Cristo y visita por él. Porque
quien recibe a un grande lo hace muchas veces por vanagloria y por otros fines
y se busca en muchas ocasiones la ventaja de ser promovido por él” (San Juan Crisóstomo).
La sabiduría de invitar al que no puede devolvernos el bien atesora para la
eternidad, porque “los que convidan a los
pobres recibirán el premio en la otra vida, pero los que convidan a los amigos,
a los hermanos y a los ricos ya reciben aquí su premio” (Beda).
Lo más grande que Dios nos da es siempre
gratuito porque no podemos corresponder, he aquí la lógica de la gratuidad que
Dios espera del que quiere hacer el auténtico bien, a semejanza del Señor, “así ha actuado Dios mismo: Él nos invita a su banquete de bodas
al que no podemos corresponder, sino que sólo podemos aceptar con alegría” (Benedicto XVI). No
cabe duda que hacer el bien sin interés supone de nuestra parte un amor maduro
y auténtico.
Hemos de tener también una mirada eclesial de
humildad para que “veamos ante todo a los
fieles que viven cada día su ser Iglesia con humildad y amor— y, sin embargo,
no debemos cansarnos de salir, como nos pide el Señor, "a los caminos y
cercas" (Lc 14,13), para invitar al banquete que Dios ha preparado también
a los que hasta ahora no lo han conocido, o quizá han preferido ignorarlo” (Benedicto XVI).
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