VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO T O (C)
MONICION AMBIENTAL
M.
La Palabra de este domingo nos presenta el camino para llegar a la comunión con
la santísima Trinidad, es decir, a la salvación: a través de la persona de
Jesucristo. Él es la puerta estrecha por la que todos hemos de entrar para
llegar a la gloria del cielo. Hemos de imitar su ejemplo y su vida ayudados por
la fuerza de su Espíritu para ser sus testigos ante todos los pueblos.
ORACION COLECTA
Oh Dios, que unes
los corazones de tus fieles en un mismo deseo, inspira a tu pueblo el amor a
tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las
vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M.
El profeta Isaías vaticina el momento en que Dios reúne a todos los pueblos de
la tierra para que vean su gloria en Jerusalén y la anuncien a todas las
naciones.
Lectura del libro de Isaías 66,18-21
Así
dice el Señor:
“Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua:
vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé
supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia,
a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán
mi gloria a las naciones.
Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a
vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios,
hasta mi monte santo de Jerusalén
―dice
el Señor―,
Como los israelitas, en vasijas puras, traen
ofrendas al templo del Señor.
De
entre ellos escogeré sacerdotes y levitas”
―dice
el Señor―.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 116,1.2
(R.: Mc 16,15)
M. Con el salmo 116 la Iglesia nos invita a responder a
nuestra vocación evangelizadora, diciendo: R/.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor,
todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Firme
es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R/. Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio.
SEGUNDA LECTURA
M.
En la carta a los Hebreos san Pablo nos exhorta a dejarnos corregir por el
Señor para alcanzar una vida honrada y en paz.
Lectura de la carta a los
Hebreos 12,5-7.11-13
Hermanos:
Habéis
olvidado la exhortación paternal que os dieron:
―
“Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión;
porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.”
Aceptad la corrección, porque Dios os trata como hijos,
pues, ¿Qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que
nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada
y en paz.
Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las
rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de
retorcerse, se curará.
Palabra de Dios.
M.
San Lucas relata el momento cuando se le pregunta a Jesús sobre si son pocos
los que se salvan. El Señor nos invita a entrar por la puerta estrecha del don
sincero de nosotros mismos a Dios y a los hermanos, a entrar por Cristo e
imitarlo.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 14,6
Yo soy el camino, y la verdad, y
la vida
―dice el Señor―;
Nadie va al Padre, si no por mí.
EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio
según san Lucas 13,22-30
En
aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas
enseñando.
Uno
le preguntó:
―
“Señor, ¿serán pocos los que se salven?”
Jesús
les dijo:
―
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentaran
entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os
quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:
“Señor,
ábrenos”;
Y
él os replicará:
“No
sé quiénes sois.”
Entonces
comenzaréis a decir.
“Hemos
comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.”
Pero
él os replicará:
“No
se quienes sois. Alejaos de mí, malvados.”
Entonces
será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob
y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera.
Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa
en el reino de Dios.
Mirad:
hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.”
Palabra del Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 543-546: todos los
hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios
CEC 774-776: la
Iglesia, sacramento universal de la salvación
CEC 2825-2827: seguir
la voluntad del Padre para entrar en el Reino de los cielos
CEC 853, 1036, 1344, 1889, 2656: el camino estrecho
774 La palabra griega "mysterion"
ha sido traducida en latín por dos términos: "mysterium" y
"sacramentum". En la interpretación posterior, el término
"sacramentum" expresa mejor el signo visible de la realidad oculta de
la salvación, indicada por el término "mysterium". En este sentido,
Cristo es El mismo el Misterio de la salvación: "Non est enim aliud Dei
mysterium, nisi Christus" ("No hay otro misterio de Dios fuera de
Cristo") (San Agustín, EP 187,34). La obra salvífica de su
humanidad santa y santificante es el sacramento de la salvación que se
manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia (que las Iglesias de
Oriente llaman también "los santos Misterios"). Los siete sacramentos
son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo
distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su
Cuerpo. La Iglesia contiene por tanto y comunica la gracia invisible que ella
significa. En este sentido analógico ella es llamada "sacramento".
775
"La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la
unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano "(LG 1):
Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin
de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la
Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta
unidad ya está comenzada en ella porque reúne hombres "de toda nación,
raza, pueblo y lengua" (AP 7,9); al mismo tiempo, la Iglesia es
"signo e instrumento" de la plena realización de esta unidad que aún
está por venir.
776 Como
sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo
"como instrumento de redención universal" (LG 9),
"sacramento universal de salvación" (LG 48), por medio del
cual Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de
Dios al hombre" (GS 45,1). Ella "es el proyecto visible del
amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI, discurso 22 junio 1973) que
quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en
un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu
Santo" (AGD 7 cf. LG 17).
HERMENÉUTICA
DE LA FE
Ante la pregunta si son pocos los que se salvan, aunque Jesús no
responde directamente, por el contexto inmediato y neotestamentario entendemos
que sí. “El Señor confirmó lo que oyó, esto es, que son pocos los que se
salvan, porque entran pocos por la puerta estrecha” (San Agustín). Sin embargo,
el Señor se fija más en el modo para salvarse que en el número, invitándonos a
la radicalidad evangélica del sacrificio y la lucha. De este modo su respuesta
supone una dimensión personal, moral y ascética. Se trata de “luchar con toda
fuerza, sin parar, y con firmeza de orientación” (San Juan Pablo II).
El decidirse con sabiduría por este camino hacia la eternidad
tiene una contraparte atractiva, que invita a seguirlo, “cuando tomamos una
cosa con gusto, la consideramos ligera, por muy pesada que sea. Y si bien es
verdad que el camino de la salvación es estrecho a la entrada, sin embargo, por
él se llega a la mayor anchura” (San Juan Crisóstomo). Por otra parte, “la
puerta estrecha significa los trabajos y la paciencia de los santos. Así como
la victoria atestigua el valor del soldado en las batallas, así también se hace
preclaro el que sufre los trabajos y las tentaciones con paciencia
inquebrantable” (San Cirilo).
La puerta estrecha “es ante todo la aceptación humilde, en la fe
pura y en la confianza serena, de la palabra de Dios, de sus perspectivas sobre
nuestras personas, sobre el mundo y sobre la historia; es la observancia de la
ley moral, como manifestación de la voluntad de Dios, en vista de un bien
superior que realiza nuestra felicidad; es la aceptación del sufrimiento como
medio de expiación y de redención para sí y para los otros, como expresión
suprema de amor; la puerta estrecha es, en una palabra, la acogida de la
mentalidad evangélica, que encuentra en el discurso de la montaña la más pura
extirpación” (San Juan Pablo II). Este camino nos lo ha trazado Jesús, más aún,
él mismo es esa puerta estrecha, invitándonos a entrar por ella.
Tampoco
basta haber comido y bebido con el Señor, hace falta un amor efectivo: “La
Iglesia se ha vuelto siempre más decididamente hacia los pobres consciente que
en esta “opción preferencial” por ellos, hecha de generosa solidaridad y de
ayuda concreta, está la efectiva realización del mandamiento del amor” (San
Juan Pablo II). El mismo sufrimiento de nuestros hermanos es providencial, “en
el programa mesiánico de Cristo…, el sufrimiento está presente en el mundo para
excarcelar el amor, para hacer nacer obras de amor hacia el prójimo, para
transformar toda la civilización humana en la civilización del amor” (San Juan
Pablo II).
En cuanto a que muchos últimos serán primeros: “Muchos que al
principio son fervorosos, después se vuelven tibios y muchos que al principio
son tibios, de pronto se hacen fervorosos. Muchos despreciados en esta vida
habrán de ser glorificados en la otra y otros, honrados por los hombres, serán
condenados al fin” (Beda).
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