SOLEMNIDAD DE CRISTO REY (B)



MONICION AMBIENTAL:
El banquete de la Palabra de este último domingo del año litúrgico, nos presenta a Jesucristo, Rey del Universo. El Señor reina con la fuerza de su amor y de su entrega ilimitada desde la Cruz, testimonia toda la verdad del misterio de Dios y con el poder de su gracia transforma el corazón de los hombres. Escuchemos su voz para pertenecer al reino de la verdad, de la vida, de la santidad y de la gracia.
ORACION COLECTA:
Dios todopoderoso y eterno,
que quisiste fundar todas las cosas
en tu Hijo muy amado, Rey del Universo,
haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado,
sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Daniel, en una visión nocturna, ve al hijo del hombre revestido por Dios Padre con poder real, eterno y su reino no tiene fin.
Lectura de la profecía de Daniel 7,13-14
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ente él.
Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL  Sal 92, 1ab. 1c-2.5 ( R/.: 1ª )
M. Con el salmo 92 proclamamos el reinado del Señor, vestido de poder y majestad, su trono es eterno, sus mandatos son firmes, y la santidad adorna su casa. R/. El Señor reina, vestido de majestad.

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
R/. El Señor reina, vestido de majestad.

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
R/. El Señor reina, vestido de majestad.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
R/. El Señor reina, vestido de majestad.

SEGUNDA LECTURA
M. En el libro del Apocalipsis Jesucristo es el testigo fiel de la verdad que nos ama, que nos ha convertido en su reino y hecho sacerdotes de Dios, habiéndonos purificado de nuestros pecados por su sangre
Lectura del libro del Apocalipsis 1,5-8
Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra.
Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre.
A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén.
Dice el Señor Dios: “Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el todopoderoso.”
Palabra de Dios
M. El evangelista san Juan nos presenta el diálogo entre Pilato y Jesús sobre el reinado del Señor. Jesucristo afirma que es Rey, que es testigo de la verdad, que su reinado es espiritual y eterno.
ACLAMACIÒN ANTES DEL EVANGELIO.

Aleluya Mc 11,9b-10 a.

Bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.

EVANGELIO
+ Lectura del Santo evangelio según san Juan 18,33b-37

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:
—“¿Eres tú el rey de los judíos?”
Jesús le contestó:
—“¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”
Pilato replicó:
—“¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué  has hecho?”
Jesús le contestó:
—“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría  luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”
Pilato le dijo:
—“Con que, ¿tú eres rey?”
Jesús le contestó:
—“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”
Palabra del Señor.

ORACION UNIVERSAL
Dirijamos, llenos de confianza, nuestras súplicas a Cristo, supremo Señor de la vida y de la muerte y rey de todas las criaturas del cielo y de la tierra, respondiendo todos: Reina, Señor, en nuestras vidas.
1.   Para que los pastores y fieles de la Iglesia se esfuercen con celo para reconciliar al universo con Dios y en pacificar por la sangre de la cruz de Jesucristo a todas las criaturas, roguemos al Señor: R/.  Reina, Señor, en nuestras vidas.
2.   Para que la semilla evangélica, escondida en las diversas religiones y culturas, germine y se manifieste, y todos los hombres reconozcan con gozo que Cristo es Señor, para gloria de Dios Padre, roguemos al Señor: R/. Reina, Señor, en nuestras vidas.
3.   Para que quienes aún viven bajo el dominio de la ignorancia, el pecado o el sufrimiento sean trasladados al reino de Cristo y encuentren el fin de sus penas, roguemos al Señor: R/. Reina, Señor, en nuestras vidas.
4.   Para que los que hoy celebramos la solemnidad de Cristo, Señor supremo del universo, a quien están destinadas todas las cosas, participemos también un día en la herencia del pueblo santo, en el reino de la luz, roguemos al Señor: R/. Reina, Señor, en nuestras vidas.
Dios nuestro, principio y origen de toda paternidad, que has enviado a tu Hijo al mundo para convertirnos en un reino y hacernos tus sacerdotes, escucha nuestras oraciones e ilumina nuestro espíritu, para que comprendamos que servirte es reinar y, al dar nuestra vida a los demás, proclamamos con obras nuestra fidelidad a Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.
Te ofrecemos, Señor,
el sacrificio de la reconciliación de los hombres
pidiéndote humildemente que tu Hijo
conceda a todos los pueblos
el don de la paz y la unidad.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTIFONA DE  COMUNIÓN  Sal 28,10-11
El Señor se sienta como rey eterno, el Señor bendice a su pueblo con la paz.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.
Después de recibir el alimento de la inmortalidad,
te pedimos, Señor,
que quienes nos gloriamos de obedecer los mandatos
de Cristo, Rey del Universo,
podamos vivir eternamente con él
en el reino del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.


Cristo manifiesta, ante todo, que el reconocimiento honesto y abierto de la verdad es condición para la auténtica libertad” (San Juan Pablo II)

El poder de Cristo es un poder que transforma  nuestra  débil naturaleza y nos hace capaces, mediante la gracia del Espíritu Santo, de vivir en paz los unos con los otros y en comunión con Dios” (San Juan Pablo II)

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 440, 446-451, 668-672, 783, 786, 908, 2105, 2628: Cristo, Señor y Rey
CEC 678-679, 1001, 1038-1041: Cristo, el juez
CEC 2816-2821: “Venga tu Reino”

668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (RM 14,9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(EP 1,20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf.  Ef EP 4,10 1CO 15,24 1CO 15,27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (EP 1,10), su cumplimiento transcendente.

669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf.  Ef EP 1,22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf.  Ef EP 4,11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1JN 2,18 cf. 1P 4,7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf.  Mc MC 16,17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf.  Mc MC 16,20).

671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (LC 21,27 cf. MT 25,31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2TH 2,7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1CO 15,28), y "mientras no [...] haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1CO 11,26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2P 3,11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (AP 22,20 cf. 1CO 16,22 AP 22,17-20).

672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf.  Hch AC 1,6-7) que, según los profetas (cf.  Is IS 11,1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf  Hch AC 1,8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1CO 7,26) y la prueba del mal (cf.  Ef EP 5,16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1P 4,17) e inaugura los combates de los últimos días (1JN 2,18 1JN 4,3 1TM 4,1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. MT 25,1-13  Mc MC 13,33-37).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesús frente a Pilato revela que su Reino es de naturaleza espiritual, diferente a los reinos temporales, precisamente porque en ese momento muchos concebían el Reino de Dios en clave política, “los judíos y hasta los mismos Apóstoles pensaban erróneamente que el Mesías había de reivindicar la libertad del pueblo y restablecer el reino de Israel” (DZ 3678). Estamos ante el reino de los grandes valores que vinculan a la eternidad “reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz” (Prefacio de esta solemnidad). Más aún, Cristo no solamente es testigo de la verdad sino que Él es la Verdad.
Jesús declara abiertamente que su poder es diferente al de los reyes de la tierra, “su reino no es el despliegue de fuerza, de riqueza y de conquista que parece forjar nuestra historia humana. Al contrario, se trata del poder de vencer al maligno, de la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Es el poder de curar las heridas que deforman la imagen del Creador en sus criaturas. El poder de Cristo es un poder que transforma  nuestra  débil naturaleza y nos hace capaces, mediante la gracia del Espíritu Santo, de vivir en paz los unos con los otros y en comunión con Dios” (San Juan Pablo II).
Para entrar en ese Reino de Dios se requiere fe, que sintetiza la escucha y la pertenencia a la verdad, la misma escucha de la verdad es una gracia, “no todos han recibido de la verdad la gracia de obedecer a la verdad” (San Agustín). Jesús mediante el bautismo sacramental “nos ha consagrado en la verdad... No puede, engañarnos; no puede abandonarnos en la niebla de las confusiones, en la espiral de la duda, en el abismo de la angustia; en la ansiedad de la incertidumbre” (San Juan Pablo II).
Hay una íntima relación entre la adhesión a la verdad y la auténtica libertad, “Cristo manifiesta, ante todo, que el reconocimiento honesto y abierto de la verdad es condición para la auténtica libertad… Así los verdaderos adoradores de Dios deben adorarlo «en espíritu y en verdad» (JN 4,23). En virtud de esta adoración llegan a ser libres. Su relación con la verdad y la adoración de Dios se manifiesta en Jesucristo como la raíz más profunda de la libertad” (VS 87).
Lo que atrae de Cristo es su servicio y la verdad, pero “cuántos cristianos tienen como respeto humano al partido político, a la organización política; y por congraciarse con ella, no les importa que quede mal la Iglesia. Cuántas veces estamos haciendo más bien grupos políticos que comunidades cristianas. Hay que tener en cuenta que el quehacer de Cristo ante Pilato y  ante todos los imperios y las políticas del mundo es mantenerse autónomo, rey que ha bajado del cielo, y que se encarna en esta tierra para trascender a los reinos desde sus propias entrañas, pero no identificándose con ellos” (San Oscar Romero).

El Reino de Dios se extiende en la historia a través de la evangelización que realiza la Iglesia, “Cristo es rey en cuanto revelador de la verdad que trajo del cielo a la tierra (cf. Jn 18,37) y que confió a los Apóstoles y a la Iglesia para que la difundieran por el mundo a lo largo de toda la historia. Vivir en la verdad recibida de Cristo y trabajar por difundirla en el mundo es, pues, compromiso y tarea de todos los miembros de la Iglesia, y también de los laicos” (San Juan Pablo II).

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (C)

PRIMER DOMINGO CUARESMA (B)

DOMINGO XXX T O (A)