VIGESIMO NOVENO DOMINGO (B)




MONICIÓN AMBIENTAL

La Iglesia nos presenta hoy la grandeza del servicio de Cristo por todo ser humano por medio de su sufrimiento, de su vida, de su Palabra y de su entrega ilimitada. Del mismo modo, quien desea ser verdadero discípulo del Señor está llamado a servir del mismo modo, consciente que uno de los actos más hermosos del servicio es la evangelización.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón.

Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

M. El profeta Isaías profetiza el sufrimiento del Mesías y su sangre derramada como para expiación de muchos

Lectura del libro del profeta Isaías 53,10-11

El Señor quiso triturar a su siervo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL Salmo 32

M. El Salmista exalta la sinceridad y lealtad del Señor, su cuidado paternal con los que creen en él, digamos: Muéstrate bondadoso con nosotros, Señor.

Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra está llena de sus bondades.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.

En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado.

SEGUNDA LECTURA

M. La carta a los Hebreos habla de la solidaridad de Jesucristo, sumo sacerdote, con nuestros sufrimientos, por esto podemos suplicarle misericordia y su ayuda oportuna.

Lectura de la carta a los hebreos 4,14-16

Hermanos. Puesto que Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo, mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado.

Acerquémonos, por tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.

Palabra de Dios.

M. San Marcos nos relata el momento en que los hijos de Zebedeo le piden a Jesús los dos puestos de honor en su Reino. Jesús, consciente de su ambición humana y de los celos que esto suscitó en los demás, los llama a servir como él mismo nos sirve a todos.

Aleluya, aleluya.

Jesucristo vino a servir y a dar su vida por la salvación de todos. Aleluya.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10,35-45

En aquel tiempo se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. El les dijo: ¿Qué es lo que desean? Le respondieron: Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria. Jesús les replico: No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado? Le respondieron: Sí podemos. Y Jesús les dijo: Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado.

Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos.

Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES

Invoquemos, hermanos, al Señor, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, respondiendo todos: Te lo pedimos, Señor

1.   Para que el Señor avive el corazón de los fieles y los empuje a trabajar  en la salvación de todos los hombres y en el anuncio del Evangelio a todos los pueblos, roguemos al Señor R/. Te lo pedimos, Señor

2.   Para que sean desterradas todas las divisiones que separan a pueblos y razas, y se mantengan firmes en la sociedad humana la igualdad y la justicia, roguemos al Señor R/. Te lo pedimos, Señor

3.   Para que los prófugos, los exiliados, los rechazados por la sociedad y los abandonados puedan regresar a la patria y para que el Señor conceda a todos un corazón bondadoso para con los pobres y forasteros, roguemos al Señor R/. Te lo pedimos, Señor

4.   Para que Dios infunda en nuestros corazones su Espíritu de amor, a fin de que, revestidos con los mismos sentimientos de Cristo, amemos a Dios en los hermanos,  roguemos al Señor R/. Te lo pedimos, Señor

Te damos gracias, Padre, porque siempre nos escuchas, y te pedimos que tu mensaje de amor y salvación universal llegue hasta los confines de la tierra.

Por Jesucristo, nuestro señor. 



ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Concédenos, Señor, ofrecerte estos dones con un corazón libre, para tu gracia pueda purificarnos  en estos misterios que ahora celebramos.

Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTIFONA DE COMUNIÓN Mc 10,45

El Hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

La participación frecuente en esta eucaristía nos sea provechosa, Señor, para que disfrutemos de tus beneficios en la tierra y crezca nuestro conocimiento de los bienes del cielo.

Por Jesucristo nuestro Señor

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CEC 599-609: la muerte redentora de Cristo en el diseño de la salvación

CEC 520: la humillación de Cristo es para nosotros un modelo a imitar

CEC 467, 540, 1137: Cristo, el Sumo Sacerdote

599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (AC 2,23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han "entregado a Jesús" (AC 3,13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.





600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Ps 2,1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (AC 4,27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26,54 JN 18,36 JN 19,11) para realizar su designio de salvación (cf. Ac 3,17-18).



601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (IS 53,11 ; cf Ac 3,14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53,11-12 JN 8,34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice haber "recibido" (1CO 15,3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (ibidem: cf. también AC 3,18 AC 7,52 AC 13,29 AC 26,22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53,7-8 y AC 8,32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20,28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24,44-45).



602 En consecuencia, S. Pedro pudo formular así la fe apostólica en el designio divino de salvación: "Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros" (1P 1,18-20). Los pecados de los hombres, consecuencia del pecado original, están sancionados con la muerte (cf. Rm 5,12 1CO 15,56). Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo (cf.  Flp  PH 2,7), la de una humanidad caída y destinada a la muerte a causa del pecado (cf. Rm 8,3), Dios "a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él" (2CO 5,21).



603 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado (cf. Jn 8,46). Pero, en el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8,29), nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (MC 15,34 PS 22,2). Al haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores, "Dios no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros" (RM 8,32) para que fuéramos "reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (RM 5,10).



604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1JN 4,10 cf. 1JN 4,19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (RM 5,8).

605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor es sin excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños" (MT 18,14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (MT 20,28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5,18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2CO 5,15 1JN 2,2), enseña que Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS 624).



606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le ha enviado" (JN 6,38), "al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo ... para hacer, oh Dios, tu voluntad ... En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (HE 10,5-10). Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (JN 4,34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1JN 2,2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy mi vida" (JN 10,17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado" (JN 14,31).



607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús (cf. Lc 12,50 LC 22,15 MT 16,21-23) porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!" (JN 12,27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (JN 18,11). Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (JN 19,30), dice: "Tengo sed" (JN 19,28).



608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3,21 MT 3,14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (JN 1,29 cf. Jn 1,36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (IS 53,7 cf. Jr 11,19) y carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53,12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (EX 12,3-14 ;cf .Jn 19,36 1CO 5,7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (MC 10,45).



609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los amó hasta el extremo" (JN 13,1) porque "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (JN 15,13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres (cf. He 2,10 He 2,17-18 HE 4,15 HE 5,7-9). En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (JN 10,18). De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18,4-6 MT 26,53).

COMENTARIO

La misión de evangelizar es el desafío más permanente y exigente para la Iglesia pues Ella existe para esto a partir del mandato dado por Cristo resucitado. La Iglesia en cuanto sacramento universal de salvación tiene como misión propagar la fe y la salvación de Cristo movida por la caridad del Espíritu Santo, en virtud del mandato recibido de Cristo, responsable de comunicar la vida que el mismo Jesús infundió en ella.

“¿Pueden beber el cáliz que yo voy a beber?» Es una expresión oriental para decir: «¿Pueden ustedes sorber la tribulación que yo voy a sorber? ¿Pueden ustedes ser bautizados con el bautismo con que me voy a bautizar?» En sentido original bautismo es sumergirse, es el bautismo por inmersión, meterlo en una poza y sacarlo. Bautizarse, en este sentido, quiere decir que Cristo va a sumergirse en el mar del sufrimiento. Ellos le dicen: «Sí, podemos beber este cáliz y sumergirnos en ese mar». Cristo les dice: «Pues, beber el cáliz y sufrir sí va a suceder. Pero lo que ustedes piden: esa gloria de un poder político, esa vanidad que inspira sus corazones, eso no depende de mí. Ya está determinado, en el designio de Dios, la vocación. El sitio de cada hombre ya tiene un puesto; nosotros haríamos muy mal en querer lo que nosotros deseamos y no aceptar lo que Dios quiere de nosotros»

Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos. ¡Ésta es la misión de la Iglesia!»



Misión que sigue un camino en pos de Cristo desinteresadamente y que como Cristo, debe decir: «No he venido a buscar ventajas, honores, cosas que solamente adulan el paladar de la vanidad. He venido a servir».

Es decir, el cristiano tiene que aprender a ver al hombre desde la luz del cristianismo; si lo viera así el hombre no sería un enemigo, el hombre no sería un lobo, no habría torturas, no habría desprecio, no habría desigualdades. La antropología cristiana brilla por su ausencia en el sistema injusto en que hemos estado.



«La Iglesia no necesita, pues, recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre: en el centro del mensaje del cual es depositaria y pregonera, ella encuentra inspiración para actuar en favor de la fraternidad, de la justicia, de la paz, contra todas las dominaciones, esclavitud, discriminaciones, atentados a la libertad religiosa, opresiones contra el hombre y cuanto atenta contra su vida” (San Oscar Romero).

Jesús indica también el punto de referencia: el Hijo del hombre, que vino para servir; es decir, sintetiza su misión en la categoría del servicio, entendido no en sentido genérico, sino en el sentido concreto de la cruz, del don total de la vida como «rescate», como redención para muchos, y lo indica como condición para seguirlo. Es un mensaje que vale para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, vale sobre todo para aquellos que tienen la tarea de guiar al pueblo de Dios. No es la lógica del dominio, del poder según los criterios humanos, sino la lógica del inclinarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la cruz que está en la base de todo ejercicio de la autoridad. En todos los tiempos la Iglesia se ha esforzado por conformarse a esta lógica y por testimoniarla para hacer transparentar el verdadero «señorío de Dios», el del amor” (Benedicto XVI).

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