TRIGESIMO PRIMER DOMINGO (B)
MONICION AMBIENTAL:
El Señor nos enseña la profunda inseparabilidad que
hay entre el amor a Dios y el amor al prójimo. La autenticidad de hacer, pensar
y hablar el bien respecto a los demás ha de estar íntimamente unido al amor a
Dios. El amor al prójimo nace y se alimenta del amor a Dios a través de la
escucha de la Palabra en la oración, de la frecuencia de los sacramentos,
especialmente de la Eucaristía.
ORACION COLECTA:
Señor de poder y de misericordia,
que has querido hacer digno y agradable por favor
tuyo
el servicio de tus fieles,
concédenos caminar sin tropiezos
hacia los bienes que nos prometes.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. El libro del Deuteronomio recoge la oración del
amor al único Dios con todo el ser, repetida varias veces al día por los israelitas
para no olvidar su fidelidad a la alianza con el Señor.
Lectura del
libro de Deuteronomio 6,2-6
En aquellos
días, habló Moisés al pueblo, diciendo:
—“Teme al Señor,
tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y
tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y
ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas un número. Ya te dijo el Señor,
Dios de tus padres: “Es una tierra que mana leche y miel.”
Escucha, Israel:
El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el
corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
Las palabras que
hay te digo quedarán en tu memoria.”
Palabra de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL 17,2-3ª.3bc-4.47 y 51ab ( R/.:2)
M. El salmista expresa su amor a Dios, consciente
que el Señor constituye su propia fortaleza, digámosle también nosotros: R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo,
Señor; tú eres mi fortaleza:
Señor, mi roca,
mi alcázar, mi libertador.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Dios mío, peña
mía, refugio mío, escudo mío,
Mi fuerza
salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor
de mi alabanza
y quedo
libre de mis enemigos.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Viva el Señor,
bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi
Dios y Salvador.
Tú diste gran
victoria a tu rey,
Tuviste
misericordia de tu Ungido.
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
SEGUNDA
LECTURA
M. En la carta a los Hebreos el apóstol Pablo
afirma la eternidad del sacerdocio de Jesucristo, su santidad y la ausencia de
todo pecado en El, así como el valor eterno de su sacrificio redentor.
Lectura de la carta a los Hebreos 7,23-28
Hermanos: Ha
habido multitud de sacerdotes del antiguo Testamento, porque la muerte les
impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el
sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por
medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor.
Y tal convenía
que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los
pecadores y encumbrado sobre el cielo.
Él no necesita
ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero
por los propios pecados, después por los del pueblo— porque lo hizo de una vez
para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la
Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las
palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para
siempre.
Palabra de
Dios
M. El evangelista san Marcos recoge el encuentro de
un escriba con Jesús. El letrado interroga a Jesús sobre el primero de los
mandamientos de Dios. Jesús responde afirmando la unidad del amor a Dios y al
prójimo.
ACLAMACIÒN ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya. Jn
14, 23
El que me ama guardará mi palabra
—dice el Señor—,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él.
EVANGELIO
+ Lectura del Santo evangelio según san
Marcos 12,28b-34
En aquel tiempo,
un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
—“¿Qué
mandamiento es el primero de todos?”
Respondió Jesús:
—El primero es:
“Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu
ser. ”El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay
mandamiento mayor que éstos.”
El escriba
replicó:
—“Muy bien,
Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera
de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo
el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y
sacrificios.”
Jesús, viendo
que había respondido sensatamente, le dijo:
—“No estás lejos
del reino de Dios.”
Y nadie se
atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Homilía.
Credo.
ORACION
UNIVERSAL
Pidamos,
hermanos, al Señor que escuche nuestras oraciones y nos conceda el auxilio que
necesitamos, respondiendo todos: Danos tu
bendición
1. Para que Dios derrame en su Iglesia el Espíritu de
piedad y fortaleza, que suscite numerosos y dignos ministros del altar y
testigos celosos y humildes del Evangelio, roguemos al Señor R/. Danos tu bendición
2. Para que Dios infunda en el corazón de los
gobernantes la voluntad de promover el bien de sus súbditos, a fin de que todos
puedan desarrollarse debidamente y reinen en el mundo la justicia y la
igualdad, roguemos al Señor R/. Danos tu
bendición
3. Para que el Señor fortalezca a los moribundos que
luchan en su último combate, los libre de las
tentaciones y no permita que nosotros, al llegar la hora de abandonar
este mundo, caigamos en manos del enemigo, roguemos al Señor R/. Danos tu bendición
4. Para que Dios conceda a nuestros familiares y
amigos el perdón de sus pecados, una vida prospera y el don de la caridad,
roguemos al Señor R/. Danos tu bendición
Padre santo, Dios nuestro, el único que eres Señor,
concédenos la gracia de estar siempre atentos, para que nuestro corazón,
nuestra alma, nuestra mente y nuestro ser se rindan plenamente a tu palabra, el
evangelio de tu Hijo, el único sacerdote que puede salvar definitivamente a los
que por medio de él se acercan a ti.
Por Jesucristo, nuestro señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.
Que este sacrificio, Señor,
sea para ti una ofrenda pura,
y para nosotros una generosa efusión de tu
misericordia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA
DE COMUNIÓN Sal
15,11
Me
enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.
Te rogamos, Señor,
que aumentes en nosotros la salvación de tu poder,
para que, alimentados con estos sacramentos,
tu gracia nos disponga
a recibir las promesas con que los enriqueces.
Por Jesucristo nuestro Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 2083: los Mandamientos exhortan a la respuesta
del amor
CEC 2052, 2093-2094: el primer Mandamiento
CEC 1539-1547: el Sacramento del
Orden en la economía de la salvación
2093 La
fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la
caridad divina mediante un amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar
a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por El y a causa de El (cf DT
6,4-5).
2094 Se puede pecar de diversas maneras contra el amor
de Dios. La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la
caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza. La ingratitud
omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza
es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la
negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedía o pereza
espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el
bien divino. El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al
amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige
penas.
HERMENÉUTICA
DE LA FE
La pregunta hecha por el escriba al Señor no
parece ser una trampa, sino que parece que es una auténtica cuestión que
requiere aclaración, ya que frecuentemente la cuestión discutida por los
doctores de la ley era sobre el principal mandamiento de la ley de Dios. El
Señor revela que la perfección evangélica consiste en el amor al único Dios con
todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Jesucristo, en otro momento, nos
manda amar con la fuerza del Espíritu Santo que hemos recibido en el bautismo,
que alcanzó su plenitud en la confirmación y que se alimenta en la eucaristía,
conservando y perfeccionando esa santidad recibida de Dios.
El amor a Dios y al prójimo constituyen un
solo amor. Cuando el amor es verdadero no se puede separar. El cristianismo
coloca en su núcleo el amor, invitando al creyente a responder al Amor con
amor. El mandamiento del amor al prójimo se funda en la gran dignidad de la
persona humana, en el respeto por sus derechos inherentes a su naturaleza, y en
el misterio de comunión de la Iglesia que hemos de construir.
“La
alianza con Dios no es asunto jurídico sino de entrega, de amor, de todo mi
ser. Pero Cristo perfecciona esa ley del Viejo Testamento cuando le responda al legista de su tiempo: «La segunda
ley es ésta: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Lo original de Cristo está en
unir en un solo precepto, bajo una sola motivación, el amor del prójimo con el
amor de Dios. Y esto es lo original de los cristianos: que amamos por Dios” (San Oscar Romero).
Los primeros cristianos vivieron este
mandamiento nuevo del amor poniendo todos sus bienes al servicio de sus
hermanos, al servicio del bien común del prójimo. Se trataba de un verdadero
amor a los hermanos porque estaba unido al amor a Dios, nacía de la comunión
con El. El creyente, al reconocer a Dios como Padre de todos, comprende que los
demás constituyen sus hermanos. Por otra parte, si la santidad de Dios en su
naturaleza íntima consiste en el amor, es lógico que nos mande amar con ese
mismo amor, ya que esperamos vivir en comunión eterna con El.
Amar significa querer el bien, pensar
bien y hablar bien del otro. Dios nos da la misericordia, el perdón, su
Providencia, la redención y la justificación, la santificación como fuerza del
Espíritu Santo que nos conduce a amar al Padre con espíritu filial. El mismo
Espíritu Santo, comunicado por el Padre y el Hijo, nos hace caminar en el
verdadero amor y permite que superemos todos los obstáculos que podamos
encontrar en la realización de este mandato divino, de amar a los hermanos como
Jesucristo nos amó.
“El verdadero
culto es el culto espiritual, el que ama, el que se entrega por el servicio a
los demás, el que va a misa el domingo después de haber vivido una semana de
entrega en el hogar, en la profesión, y haber vivido no para él sino para los
otros. El culto espiritual es antes que el culto estructural. La misa en sí no
tiene un sentido, aunque sea la presencia de Cristo muriendo por nosotros, si
nosotros no venimos con ánimo de Cristo que se
entrega” (San Oscar
Romero).
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