SEGUNDO DOMINGO ADVIENTO (B)



MONICIÓN DE ENTRADA


La liturgia de la Palabra de este segundo domingo de Adviento está centrada en la misión de Juan el Bautista, que prepara el gran acontecimiento del encuentro de Jesucristo con la humanidad. El Señor viene para hacer nuevas todas las cosas a partir de la conversión del corazón humano, haciéndolo nuevo por la regeneración sobrenatural del bautismo.


ORACIÓN COLECTA


Dios omnipotente y misericordioso, haz que ninguna ocupación terrena sirva de obstáculo a quienes van presurosos al encuentro de tu Hijo, antes bien, que el aprendizaje de la sabiduría celestial, nos lleve a gozar de su presencia.


Él que vive y reina por los siglos…


PRIMERA LECTURA


M. El profeta Isaías recoge el vaticinio de la misión del Precursor del Mesías: su voz llama en el desierto a la conversión del corazón, a preparar una calzada para el Señor.
Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11


«Consolad, consolad a mi pueblo, —dice vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por su pecados».


Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos —ha hablado la boca del Señor—».


Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres».
Palabra de Dios.


Salmo responsorial: Salmo 84
M. El salmo 84 es una petición de la misericordia y de la salvación divina. El autor sagrado ve íntimamente unidos a estos valores mesiánicos la paz, la justicia, la fidelidad. Unámonos diciendo: R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.


Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra.
R.


La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.
R.


El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
R.


SEGUNDA LECTURA


M. El apóstol Pedro nos invita a esperar un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia, a estar en comunión con Dios, conscientes que Él tiene mucha paciencia con todos para que nos convirtamos y que el día del Señor llegará repentinamente.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 8-14


Queridos hermanos:
No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.
Palabra de Dios.


MONICIÓN DEL EVANGELIO
El evangelista san Marcos introduce su evangelio destacando que pertenece al Hijo de Dios e inmediatamente nos pone frente al mensaje de conversión de Juan Bautista como preparación para la misión de Jesucristo.


Aleluya, aleluya
Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán al Salvador.


EVANGELIO
Descripción: 2 cruzLectura del santo evangelio según san Marcos 1, 1-8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
—«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Palabra del Señor.


ORACIÓN DE LOS FIELES
La liberación está ya cercana y Dios viene a consolar a su pueblo y a borrar su pecado, por eso, con alegría serena y confianza filial presentemos al Padre las necesidades, angustias y esperanzas de los hombres y digamos: Muéstranos tu misericordia y escúchanos.


  • Por la Iglesia, para que no deje de anunciar con audacia el Reino de los Cielos que nos trae Jesús, el Salvador del mundo. Oremos.
  • Por los que gobiernan las naciones de la tierra, para que, como Juan, modelo del auténtico servicio, ejerzan sus responsabilidades custodiando el bien común y la dignidad de la persona. Oremos.
  • Por los que sufren a causa de la enfermedad, la pérdida de sus seres queridos, el hambre, la guerra o la marginación, para que descubran en el anuncio de la Palabra al Dios que los salva, y en Él encuentren un motivo para seguir esperando. Oremos.
  • Por los que celebrando este banquete eucarístico nos disponemos a recibir al Señor, para que lo hagamos con fe y alegría, sirviendo y buscando siempre el bien de los que nos rodean. Oremos.


Oh Dios, que no tardarás en venir, escucha las plegarias de tu Iglesia reunida en oración, convierte nuestros corazones a Ti, y haz que preparemos el camino de tu Enviado con esperanza y expectación.
Por Jesucristo nuestro Señor.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que te sean agradables, Señor, nuestras humildes súplicas y ofrendas, y puesto que no tenemos merecimientos en qué apoyarnos, socórranos el poderoso auxilio de tu benevolencia.
Por Jesucristo nuestro Señor.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Saciados por el alimento que nutre nuestro espíritu, te rogamos, Señor, que, por nuestra participación en estos misterios, nos enseñes a valorar sabiamente las cosas de la tierra y a poner nuestro corazón en las del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 522, 711-716, 722: los profetas y la espera del Mesías
CEC 523, 717-720: la misión de Juan Bautista
CEC 1042-1050: los cielos nuevos y la tierra nueva


717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (JN 1,6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (LC 1,15 LC 1,41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (LC 1,68).

718 Juan es "Elías que debe venir" (MT 17,10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (LC 1,17).

719 Juan es "más que un profeta" (LC 7,26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11,13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (JN 1,23 cf. Is 40,1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (JN 1,7 ; cf JN 15,26 JN 5,33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1P 1,10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo ... Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de Dios" (JN 1,33-36).

720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3,5).


HERMENÉUTICA DE LA FE
Este pasaje de san Marcos tiene como paralelos a Mt 3,1-12; Lc 3,1-18 y Jn 1,19-34. San Mateo y san Lucas relatan primero el nacimiento de Jesucristo y después hablan de la misión del Bautista. San Juan coloca al Precursor después de su grandioso Prólogo dedicado al Verbo hecho carne (cf. San Agustín; San Atanasio). En la expresión Evangelio de Jesucristo de Marcos el complemento del nombre expresa la dignidad real y sacerdotal del Señor. 
Jesucristo en cuanto Hijo de Dios se anonadó al Encarnarse porque siendo igual a Dios Padre en naturaleza, coeterno con Él y sin perder su Ser divino, asumió nuestra naturaleza humana limitada de una mujer: la Virgen María, exento de pecado en un vientre inmaculado. Jesucristo fue concebido en el vientre de la Virgen María y nació virginalmente por obra del Espíritu Santo. En cuanto a la mención de algunos miembros pecadores como antepasados de Jesús recogida en la genealogía de los sinópticos indica que viene para salvar a los pecadores.
Marcos inmediatamente después de dejar clara la divinidad de Jesús, introduce la misión del Bautista anunciada por Isaías. El bautismo de penitencia administrado por Juan Bautista pretendía suscitar la conversión y el perdón de los pecados, por esto no solamente tenía un valor ritual, como sucedía en el judaísmo y en otras religiones, sino también un valor moral. 
El Precursor anunciaba y preparaba la llegada del Mesías, quien bautizaría con fuego y Espíritu Santo. En el AT el fuego indicaba el medio empleado por Dios para purificar las conciencias y el bautismo era un rito de purificación renovadora (cf. San Juan Pablo II). Jesucristo fue enviado por Dios Padre para traer a la humanidad el Espíritu Santo a través de la regeneración sacramental del bautismo, de la institución del nuevo nacimiento sobrenatural, algo totalmente nuevo en la economía de la salvación.
El sacerdote ministerial también está llamado a asemejarse al Precursor: servir a la Palabra por medio de una profunda abnegación de sí mismo; su voz en el desierto, distinta a la moda o al propio interés, debe tener la fuerza profética de quien muestra la única novedad capaz de renovar auténtica y profundamente al hombre en Jesucristo (cf. Benedicto XVI).

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