CUARTO DOMINGO ADVIENTO (B)



MONICIÓN AMBIENTAL
En este cuarto domingo de Adviento la liturgia de la Palabra nos presenta el misterio de la Anunciación y de la Encarnación del Hijo de Dios en el vientre virginal de María. Gracias a la respuesta de fe y a la obediencia de la Madre de Dios, la humanidad tiene acceso al misterio de salvación que Dios había previsto desde muchos siglos atrás para que los hombres entraran en plena comunión con Él.
ORACIÓN COLECTA
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA
M. El Señor promete a David, a través del profeta Natán, un descendiente que consolidará su realeza, que será para Dios hijo y tendrá por Padre a Dios. El trono de ese descendiente permanecerá para siempre.


Lectura del segundo libro de Samuel  7,1-5. 8b-11.16
Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al Profeta Natán: —Mira: yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda. Natán respondió al rey: —Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo. Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: —Ve y dile a mi siervo David: « ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que animales lo aflijan como antes, desde el día que nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre.»
Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29
M. El salmista canta las misericordias del Señor, la alianza pactada con David y la promesa mesiánica. La misericordia divina garantiza la fidelidad del Señor para siempre. R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad». 
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades.»
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Él me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora.» Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable. 
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta a los Romanos afirma que el misterio de salvación de todos los hombres, mantenido en secreto durante muchos siglos, ha sido revelado en Cristo Jesús para que todos los pueblos participen de él por medio de la obediencia en la fe.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 16, 25-27.
Hermanos: Al que puede fortalecernos según el evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús —revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe—, al Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.


M. El evangelista san Juan recoge el relato de la Anunciación. En el sí de María, nueva Eva, el proyecto de Dios comienza a ser realidad. Ella es la llena de gracia que responde amorosamente a la bondad infinita del Señor.


ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO


Aleluya Lc 1, 38


Aleluya, aleluya. Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Aleluya.


EVANGELIO


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando a su presencia, dijo: —Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: —No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al ángel: — ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó: —Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES
Por intercesión de María, la Madre de Dios y nuestra Madre, oremos al Padre para que escuche la oración de su pueblo que busca la liberación y que espera al Mesías. Digámosle: Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Para que en este tiempo ya cercano a la Navidad, el Espíritu Santo cubra con su sombra a la Iglesia, y haga que su vida comprometida descubra en el mundo la gloria del que  viene en nombre del Señor. Oremos. Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Para que a todos los pueblos de la tierra, en este tiempo de espera del Mesías, se les manifieste su presencia salvadora y su oferta incondicional de liberación. Oremos. Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Para que el Señor que viene, libere a los oprimidos, conceda pan a los hambrientos y   cuide de los enfermos, huérfanos y abandonados. Oremos. Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Para que la venida de Jesús a nuestra tierra, alcance la libertad a los que viven esclavos del pecado, y el consuelo a los que están tristes. Oremos. Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Para que los difuntos gocen de la presencia bondadosa de Dios en la gloria. Oremos. Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Para que Jesús renazca en nuestros corazones, y, como María, sepamos darlo a nuestros hermanos. Oremos. Mira a la Madre de tu Hijo y escúchanos.

Oh Dios, que sales a salvar a tu pueblo y no dejas de bendecirlo con tu mano providente; escucha nuestras oraciones y prepara nuestro corazón, para que, siguiendo el ejemplo de María, acojamos a tu Hijo que viene a nuestra tierra.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
El mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar.
Por Jesucristo nuestro Señor.


ANTÍFONA DE COMUNIÓN        Is 7,14
Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, que este pueblo, que acaba de recibir la prenda de su salvación, se prepare con tanto mayor fervor a celebrar el misterio del nacimiento de tu Hijo cuanto más se acerca la fiesta de Navidad.
Por Jesucristo nuestro Señor.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 484-494: la Anunciación


CEC 439, 496, 559, 2616: Jesús es el Hijo de David


CEC 143-149, 494, 2087: “La obediencia de la fe”
484 La anunciación a María inaugura la plenitud de "los tiempos"(GA 4,4), es decir el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará "corporalmente la plenitud de la divinidad" (COL 2,9). La respuesta divina a su "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?" (LC 1,34) se dio mediante el poder del Espíritu: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti" (LC 1,35).

485 La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo (cf. Jn 16,14-15). El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es "el Señor que da la vida", haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.

486 El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo (cf. Mt 1,20 LC 1,35), desde el principio de su existencia humana, aunque su manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores (cf. Lc 2,8-20), a los magos (cf. Mt 2,1-12), a Juan Bautista (cf. Jn 1,31-34), a los discípulos (cf. Jn 2,11). Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (AC 10,38).

487 Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo.

488 "Dios envió a su Hijo" (GA 4,4), pero para "formarle un cuerpo" (cf. He 10,5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María" (LC 1,26-27):

El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida (LG 56 cf. LG 61).

489 A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3,15) y la de ser la Madre de todos los vivientes (cf. Gn 3,20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18,10-14 GN 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1CO 1,27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres. María "sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación" (LG 55).
490 Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (LC 1,28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios.

491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María "llena de gracia" por Dios (LC 1,28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:

... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (DS 2803).

492 Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción" (LG 56), le viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo" (LG 53). El Padre la ha "bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (EP 1,3) más que a ninguna otra persona creada. El la ha elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor (cf. EP 1,4).

493 Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa" ("Panagia"), la celebran como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura" (LG 56). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.

494 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1,28-37), María respondió por "la obediencia de la fe" (RM 1,5), segura de que "nada hay imposible para Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (LC 1,37-38). Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y , aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención (cf. LG 56):

Ella, en efecto, como dice S. Ireneo, "por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano". Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar "el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe". Comparándola con Eva, llaman a María `Madre de los vivientes' y afirman con mayor frecuencia: "la muerte vino por Eva, la vida por María". (LG 56).
HERMENÉUTICA DE LA FE
La maternidad virginal de María ha sido sostenida por la Iglesia desde los comienzos del cristianismo, como aparece proclamada en la patrística. Su maternidad inaugura en la iglesia naciente el camino de la vocación virginal, que será bien acogido por los cristianos.

La Virgen María fue enriquecida desde su concepción con una santidad singular, fue colmada de gracias, inmune de toda mancha de pecado, por ello es llamada por el arcángel como “llena de gracia”. Hay una profunda conexión entre el “alégrate” y “llena de gracia” pues María se alegra porque Dios la ama y la colma de muchas gracias en orden a su maternidad divina. La gracia es la fuente de la verdadera alegría, este don divino produce el verdadero gozo.

 “Llena de gracia” indica una gracia perfecta y duradera, implica perfección del amor y plenitud de vida. La llena de gracia recibe la primicia de la redención anticipada. Se trata de una total gratuidad, de una total benevolencia de Dios con una joven que, humanamente hablando, carece de título alguno para ser madre del Mesías, originaria de Nazareth, una aldea insignificante en el AT, desposada con san José, descendiente pobre de David.

María es Virgen antes del parto y después del parto, pues el Sol de justicia santificó aún más a la Madre con su nacimiento. Dios quiso hacer de ella la única virgen que es también Madre, destacándose la excelencia del amor virginal respecto al amor matrimonial. La Virgen María pregunta cómo sería madre del Mesías porque en su matrimonio con José no pretendería llegar a la cópula conyugal, como lo atestigua la Tradición.
La maternidad virginal de María pone en evidencia la paternidad única de Dios en la Persona de Jesús, tanto en su generación eterna como en su nacimiento virginal, sin intervención de varón. También pone de relieve la naturaleza divina de Jesús pues no queda duda que la Encarnación es obra del Espíritu de Dios.
El Señor da pruebas de su omnipotencia especialmente con la esterilidad de Isabel ya anciana, ante la pregunta de la llena de gracia de cómo concebiría. Una vez aceptada su maternidad divina la acción del Espíritu de Dios en ella le permite consagrarse con toda su persona a la obra redentora de Jesús, coopera con una fe libre y obediencia, desatando de ese modo el nudo de la desobediencia de Eva, conduciéndonos a la vida. Ella, la nueva Eva, cooperó en el crecimiento humano de Jesús y en su obra de salvación, participando de modo activo en la redención.

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