DECIMO SEXTO DOMINGO T O (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
El banquete de la Palabra de este domingo nos presenta las parábolas que describen el Reino de Dios entre los hombres. El Reino crece misteriosamente hasta transformar todo, los que formamos parte de ese Reino aprendemos a convivir con la cizaña del mal, enseñándonos a ser fuertes, pacientes y a querer siempre el bien. En el juicio final Dios separará el trigo de la cizaña.

ORACIÓN COLECTA
Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos los dones de tu gracia, para, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento de tu ley.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro de la Sabiduría destaca el poder y la misericordia de Dios, así como su juicio moderado y su gobierno indulgente.
Lectura del libro de la Sabiduría 12,13.16-19

Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no te conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 85,5-6.9-10.15-16a (R.: 5ª)
M. El salmista alaba la riqueza de la misericordia divina, así como su bondad y lealtad, unámonos diciendo: R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
“Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios”.
R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

SEGUNDA LECTURA
M. En la carta a los Romanos san Pablo nos recuerda la mediación que el Espíritu Santo realiza en nuestro corazón para que deseemos lo que Dios quiere.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,26-27

Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios.

M. San Mateo recoge las parábolas del trigo y la cizaña, del grano de mostaza y de la levadura. El Señor explica que conviene que la cizaña y el trigo crezcan juntos hasta el momento de la siega.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Cf. Mt 11,25
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,24-43

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: “El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los criados le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” Pero él les respondió: “No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: “Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”. Les propuso esta otra parábola: “El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas”. Les dijo otra  parábola: “El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente”. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo”. Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: “Acláranos la parábola de la cizaña en el campo”. Él les contestó: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.
Palabra del Señor

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 543-550: el Reino de Dios
CEC 309-314: la bondad de Dios y el escándalo del mal
CEC 825, 827: la mala hierba y la semilla del Evangelio en cada uno de nosotros y en la
Iglesia
CEC 1425-1429: la necesidad de una conversión continua
CEC 2630: la oración de petición habla profundamente a través del Espíritu Santo

309 Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.

310 Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (cf S. Tomás de A., s. th. I 25,6). Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección (cf S. Tomás de A., s. gent. SCG 3,71).

311 Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral, (cf S. Agustín, lib. 1, 1, 1; S. Tomás de A., s. th. I-II 79,1). Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien:

Porque el Dios Todopoderoso... por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si El no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal (S. Agustín, enchir. 11, 3).

312 Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: "No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios... aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir... un pueblo numeroso" (GN 45,8 50 GN 20 cf TB 2,12-18 Vg. TB ). Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia (cf RM 5,20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.

313 "Todo coopera al bien de los que aman a Dios" (RM 8,28). E1 testimonio de los santos no cesa de confirmar esta verdad:

Así Santa Catalina de Siena dice a "los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede": "Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin" (dial.4, 138).

Y Santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: "Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor" (carta).

Y Juliana de Norwich: "Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era preciso mantenerme firmemente en la fe y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien..." "Thou shalt see thyself that all MANNER of thing shall be well" (rev.32).

314 Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios "cara a cara" (1CO 13,12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat (cf GN 2,2) definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra.

HERMENÉUTICA DE LA FE
Los discípulos del Señor preguntan sobre la parábola del trigo y la cizaña, que es sembrada por el padre de la mentira, experto en mezclar la verdad con el error. Recuérdese que “no hay o es muy poca la diferencia entre el trigo y la cizaña, llamada vulgarmente vallico, que cuando aún está en estado de yerba y su tallo no está coronado de espiga, es muy parecida al trigo. Por esta razón nos advierte el Señor que no demos nuestro dictamen sin un examen detenido sobre cosas dudosas, sino que las dejemos a juicio de Dios, a fin de que arroje el Señor en el día del juicio de entre los santos, no a los criminales sospechosos sino a los que entonces serán bien manifiestos” (San Jerónimo).

El Señor no ordena que se corte la cizaña desde el principio porque “los que son buenos, pero que aún están débiles, necesitan de esta mezcla con los malos, ya para adquirir fortaleza con el ejercicio, ya para que comparando los unos con los otros se estimulen a ser mejores. O también se arrancan al mismo tiempo el trigo y la cizaña, porque hay muchos que al principio son cizaña y después se hacen trigo. Si a éstos no se les sufre con paciencia cuando son malos, no se consigue el que muden de costumbres; y si fuesen arrancados en ese estado, se arrancaría al mismo tiempo lo que con el tiempo y el perdón hubiera sido trigo” (San Agustín).
Esto nos enseña que debemos ser prudentes para juzgar a los demás, conscientes que el juicio definitivo le corresponde al Señor. Le “corresponde solamente a Dios separar a los seguidores del Reino y a los seguidores del Maligno, y que este juicio tendrá lugar al final de los tiempos. Pretendiendo anticipar el juicio ya desde ahora, el hombre trata de suplantar a Dios y se opone a su paciencia” (CA 25).

Otra consecuencia que podemos sacar de esta parábola, además de considerar por qué Dios permite el mal en el mundo, de saber vivir la caridad para esperar la conversión del que obra el mal, incluso padecerlo, es “ayudadles a fomentar siempre el diálogo constructivo y la caridad que edifica, evitando la crítica que destruye. Es necesario siempre y en todo lugar un compromiso coherente, para que la fe actúe por la caridad” (San Juan Pablo II).

Respecto a sembrar teniendo frente a nosotros la parábola del grano de mostaza, “una de las tareas prioritarias del presbítero consiste en esparcir a manos llenas en el campo del mundo la Palabra de Dios que, como la semilla de la parábola evangélica, parece en realidad muy pequeña, pero una vez que ha germinado se convierte en un gran arbusto y da frutos abundantes (cf. Mt 13,31-32). La Palabra de Dios que vosotros estaréis llamados a sembrar a manos llenas y que conlleva la vida eterna, es Cristo mismo, el único que puede cambiar el corazón humano y renovar el mundo” (Benedicto XVI).

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