DECIMO QUINTO DOMINGO T O (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
La liturgia de este domingo nos presenta la eficacia de la Palabra de Dios en el corazón humano, cuando éste es capaz de abrirse a Dios por la fe en Jesucristo, de lo contrario, la fuerza de Dios no actúa por nuestro egoísmo. Entre los frutos maduros y que denotan vida están las vocaciones. Acojamos al Señor a través de su Palabra para que su Reino crezca entre nosotros.

ORACIÓN COLECTA
Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan volver al buen camino, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre, y cumplir cuanto en él se significa.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Isaías recoge un oráculo del Señor sobre la eficacia de su Palabra, que siempre produce frutos tanto en el sembrador como pan para el que come.

Lectura del libro de Isaías 55,10-11

Así dice el Señor: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 64,10.11.12-13.14 (R.: Lc 8,8)
M. El salmo habla del cuidado que tiene Dios con sus hijos, a quienes alimenta con los frutos de la tierra y con toda clase de bienes, digamos: R/. La semilla cayó en tierra buena y dio frutos.

Tú cuidas de la tierra, las riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales.
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio frutos.

Riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes.
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio frutos.

Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría.
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio frutos.

Las praderas se cubren de rebaños,
 y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio frutos.

SEGUNDA LECTURA
M. En la carta a los Romanos san Pablo nos habla de cómo la creación entera espera la redención de los hijos de Dios.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,18-23

Hermanos:
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios.

M. San Mateo relata la parábola del sembrador, donde la semilla es depositada por Jesucristo en nuestro corazón para que produzca frutos. Cuando nuestro corazón es movido por el egoísmo echa a perder las plantitas, pero cuando la acoge generosamente produce diversidad de frutos.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya
La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo;
quien lo encuentra vive para siempre.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,1-23

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: “Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga”. Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él les contestó: “A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos, para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno”.
Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 546: Cristo enseña a través de las parábolas
CEC 1703-1709: la capacidad de conocer y responder a la voz de Dios
CEC 2006-2011: Dios asocia al hombre a la obra de su gracia
CEC 1046-1047: la creación, parte del universo nuevo
CEC 2707: el valor de la meditación

1703 Dotada de un alma “espiritual e inmortal” (GS 14), la persona humana es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma”(GS 24,3). Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna.”

1704 La persona humana participa de la luz y la fuerza del Espíritu divino. Por la razón es capaz de comprender el orden de las cosas establecido por el Creador. Por su voluntad es capaz de dirigirse por sí misma a su bien verdadero. Encuentra su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y del bien (cf GS 15,2).

1705 En virtud de su alma y de sus potencias espirituales de entendimiento y de voluntad, el hombre está dotado de libertad, “signo eminente de la imagen divina” (GS 17).

1706 Mediante su razón, el hombre conoce la voz de Dios que le impulsa “a hacer el bien y a evitar el mal”(GS 16). Todo hombre debe seguir esta ley que resuena en la conciencia y que se realiza en el amor de Dios y del prójimo. El ejercicio de la vida moral proclama la dignidad de la persona humana.

1707 “El hombre, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia”(GS 13,1). Sucumbió a la tentación y cometió el mal. Conserva el deseo del bien, pero su naturaleza lleva la herida del pecado original. Ha quedado inclinado al mal y sujeto al error.

De ahí que el hombre esté dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. (GS 13,2)

1708 Por su pasión, Cristo nos libró de Satán y del pecado. Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia restaura en nosotros lo que el pecado había deteriorado.

1709 “El que cree en Cristo es hecho hijo de Dios. Esta adopción filial lo transforma dándole la posibilidad de seguir el ejemplo de Cristo. Le hace capaz de obrar rectamente y de practicar el bien. En la unión con su Salvador, el discípulo alcanza la perfección de la caridad, la santidad. La vida moral, madurada en la gracia, culmina en vida eterna, en la gloria del cielo.

HERMENÉUTICA DE LA FE
Las parábolas, empleadas por Jesús para hablarnos de su Reino, explican el misterio de Dios presente en la historia a través de su Hijo unigénito. Los discípulos del Señor son instruidos, catequizados, guiados por Jesús para que vivan una relación de comunión y amistad con Él, para enviarlos después como heraldos de la buena nueva. Recordemos que solamente una fe que se funda en la búsqueda incesante y en una relación íntima con Cristo no corre el riesgo de ser sofocada por el mundo que se opone o rechaza a Dios, como sucedió con todos aquellos judíos que no se abrieron a la fe en Jesucristo.

La parábola del sembrador describe el don de sí mismo de Dios que se nos da a través de su Palabra. La presente parábola describe también el modo cómo la Palabra es acogida en el corazón humano, tres cuartas partes no logran producir frutos por inconstancia, falta de virtudes, o por afán desmedido de bienes temporales, pero una cuarta parte sí la acoge y produce diversas medidas de frutos.

La fuerza de la Palabra depende de Dios aun cuando aparezca bajo los signos de la humildad, como la cruz, su poder es eficaz si lo acogemos con sabiduría y fe. Aunque el mal haga ruido, sigue existiendo un terreno bueno que la acoge y produce fruto. El anuncio de la Palabra sigue realizándose a pesar de la incomprensión, la indiferencia y la persecución; y los más interesante es que hay acogida, sin ruido pero real, para encontrarse con Cristo y convertirse en sus discípulos.

Sembrar la Palabra es una labor prioritaria e indispensable, ha de hacerse continua, extensa e intensamente a través de la predicación y de la catequesis. Esta labor evangelizadora ha de ser realizada tanto por los agentes de pastoral como por los padres de familia en la misión formativa de sus hijos.

Las parroquias, comunidades, movimientos son esa tierra fértil donde la Palabra produce frutos vocacionales, ya que la vida siempre produce vida. Las vocaciones son la verificación de la vitalidad de la Iglesia. Una comunidad eclesial da pruebas de su vigor y de su madurez con el florecimiento de las vocaciones.

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