VIGÉSIMO DOMINGO T O (C)




MONICION AMBIENTAL
El banquete de la Palabra de este domingo nos invita a dejarnos transformar por el fuego del amor divino ante la adversidad, como le sucede a Jeremías, o ante la división experimentada en la propia familia como nos habla san Lucas en el evangelio. El Señor nos pide que el fuego de su amor, de su Espíritu, arda en nuestro corazón y lo comuniquemos al mundo entero.

ORACION COLECTA
Oh Dios, que has preparado bienes inefables para los que te aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. En el libro de Jeremías escuchamos cómo el profeta es arrojado en un pozo para que muera, ante la súplica oportuna de un sirviente real, el rey lo manda a sacar para que viva.

Lectura del libro de Jeremías 38,4-6.8-10
En aquellos días, los príncipes dijeron al rey:
― “Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos.
Ese hombre no busca el bien del pueblo, si no su desgracia.”
Respondió el rey Sedecías:
― “Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el rey no puede nada contra vosotros.”
Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en el lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey:
― “Mi rey y Señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la ciudad.”
Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita:
― “Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera.”
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Sal 39,2.3:4.18 (R.:14b)
M. Con el salmo 39 suplicamos al Señor que venga en nuestro auxilio, diciendo: R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. R/. Señor, date prisa en socorrerme.
Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. R/. Señor, date prisa en socorrerme.
Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor. R/. Señor, date prisa en socorrerme.
Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes. R/. Señor, date prisa en socorrerme.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo nos exhorta a abandonar el pecado que nos esclaviza, imitando a nuestro Señor Jesucristo, que sufrió por nosotros para darnos su vida.

Lectura de la carta a los Hebreos 12,1-4
Hermanos:
Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
Palabra de Dios.

M. San Lucas recoge el deseo de Jesucristo de que su Espíritu arda en el mundo, a través de sus discípulos. También nos invita a ser fieles a su verdad ante el rechazo de las tinieblas.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 10,27
Mis ovejas escuchan mi voz
― dice el Señor ―,
Y yo las conozco, y ellas me siguen.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino, división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”
Palabra del Señor

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 575-576: Cristo, un “signo de contradicción”
CEC 1816: el discípulo debe dar testimonio de la fe con autenticidad y valentía
CEC 2471-2474: dar testimonio de la Verdad
CEC 946-957, 1370, 2683-2684: nuestra comunión con los santos
CEC 1161: las imágenes sagradas manifiestan “el gran número de los testigos”

2471 Ante Pilato, Cristo proclama que había ‘venido al mundo: para dar testimonio de la verdad’ (JN 18,37). El cristiano no debe ‘avergonzarse de dar testimonio del Señor’ (2TM 1,8). En las situaciones que exigen dar testimonio de la fe, el cristiano debe profesarla sin ambigüedad, a ejemplo de san Pablo ante sus jueces. Debe guardar una ‘conciencia limpia ante Dios y ante los hombres’ (AC 24,16).


2472 El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cf MT 18,16):

Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación (AGD 11).

2473 El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. ‘Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios’ (S. Ignacio de Antioquía, RM 4,1).

2474 Con el más exquisito cuidado, la Iglesia ha recogido los recuerdos de quienes llegaron hasta el extremo para dar testimonio de su fe. Son las actas de los Mártires, que constituyen los archivos de la Verdad escritos con letras de sangre:

No me servirá nada de los atractivos del mundo ni de los reinos de este siglo. Es mejor para mí morir (para unirme) a Cristo Jesús que reinar hasta los confines de la tierra. Es a El a quien busco, a quien murió por nosotros. A El quiero, al que resucitó por nosotros. Mi nacimiento se acerca... [S. Ignacio de Antioquía, Rom. 6, 1-2).

Te bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser contado en el número de tus mártires... Has cumplido tu promesa, Dios de la fidelidad y de la verdad. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado. Por El, que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros. Amén. (S. Policarpo, mart. 14, 2-3).

COMENTARIO
Jesús tiene la plenitud del Espíritu, por esto habla del fuego que ha venido a traer a la tierra. Jesús nos trajo el amor y la verdad. Su angustia o tristeza no era por “miedo de su muerte, sino por la tardanza de nuestra redención” (San Ambrosio). Por otra parte, ese fuego divino tiene como finalidad en el hombre “consumir el pecado y renovar su alma” (San Juan Crisóstomo).

Jesucristo vino para traer a la humanidad, herida por el pecado, el fuego del Espíritu Santo. Es la Fuerza divina que purifica al hombre de modo integral y le devuelve la santidad de vida. Es el fuego del Amor que ha sido desde la Ascensión del Señor el Protagonista de la evangelización realizada por la Iglesia. Jesús afirma que desearía que ese fuego estuviera ardiendo ya entre los hombres. El Señor quiere que ese fuego arda en nosotros, que nos queme, purificándonos de toda mancha de pecado, que nos transforme en El

El fuego del Espíritu Santo fue encendido desde nuestro bautismo, junto con todas las gracias que Jesús nos ha concedido, y lo aviva constantemente con el memorial de su Muerte. Se trata del fuego del amor y de la verdad que salva, del fuego del testimonio que proviene de una auténtica fe, como se palpa en la vida de muchos consagrados y de varios laicos en la historia de la Iglesia; del fuego del estar con Cristo y que permite aportar lo mejor de nosotros mismos a los hombres. El creyente debe darle la primacía absoluta a este amor de Dios transformante.

El bautismo del Señor es el momento de su crucifixión, cuando Él nos redime de nuestros pecados para comunicarnos su vida divina. Jesús espera que prendamos el fuego de su Espíritu a todo el mundo. Es tanta la misericordia del Señor por los pecadores, antes de su pascua, que El desearía que ese bautismo llegara cuanto antes. El mismo Espíritu Santo trazó el Via Crucis como un camino de peregrinación, de paso del pecado a la libertad de la vida en Cristo, planteó las exigencias de la vida cristiana. En la Cruz Dios Padre quiso castigar a su propio Hijo en lugar de castigar a sus hijos adoptivos. El Verbo hecho carne quiso no solamente padecer la cruz en el cuerpo sino experimentarla también interiormente, he aquí el sentido de su angustia hasta que no sea bautizado en la Pasión y en la Cruz.

La división que Cristo trae es a causa de la luz de su verdad y de su redención, que cuando es acogida por los miembros de una familia, produce la adhesión del que se abre a la verdad y a la gracia, o el rechazo, o incluso la oposición de quien prefiere el pecado; del mismo modo se experimenta tal división en nuestra interior, en nuestro corazón, donde la vida en el Espíritu nos pide apartarnos de todo lo que rompe la comunión con Dios, nos pide romper con nuestro hombre viejo, que se opone y resiste a morir.

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