DOMINGO DÉCIMO QUINTO T O (C)




MONICION AMBIENTAL
La Palabra de este domingo nos presenta los dos grandes mandamientos del que pende toda la Ley: el amor a Dios y el amor al prójimo. Amamos de verdad al Señor si actuamos como buenos samaritanos con todo ser humano que necesita el bien y la misericordia, siguiendo las huellas de Jesucristo que redime a la humanidad caída. Se trata de un amor efectivo expresado a través de la solidaridad, la justicia y la misericordia.

ORACION COLECTA
Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan volver al buen camino, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre, y cumplir cuanto el él se significa.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. Moisés invita al pueblo de Dios a escuchar al Señor y a guardar sus mandamientos, convirtiéndose con todo el corazón.
Lectura del libro del Deuteronomio 30,10-14
Moisés habló al pueblo, diciendo:
―”Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de la ley; conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma.
Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: “¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”; ni está más allá del mar, no vale decir: “¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”
El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca.
Cúmplelo.”
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Sal 68,14y17.30-31.33-34.36ab y 37 (R.:cf.33)               
M. El salmista invita a los humildes a buscar al Señor, a alabar su obra salvadora, a mirarlo y alegrarse en El, diciendo: R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Miradlo los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
El Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella. R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo exalta la persona de Jesucristo, imagen del Dios invisible, cabeza de la Iglesia, plenitud de todo y pontífice de la reconciliación de los hombres con Dios por medio de la Cruz.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1,15-20
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que se residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios

M. El Evangelio de este domingo nos presenta la doble vertiente del amor verdadero: el amor a Dios está íntimamente unido al amor al prójimo y no se pueden separar si queremos alcanzar la salvación.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya cf. Jn 6, 63c.68c
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,25-37
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Él le dijo:
¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?
Él contestó:
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.
Él le dijo:
Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
” ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le dijo:
Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino, y al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo:
“Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”
Él contestó:
El que practicó la misericordia con él.
Díjole Jesús:
Anda, haz tú lo mismo.
Palabra del Señor. 

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 299, 381: el hombre ha sido creado a imagen de Dios; el primogénito
CEC 1931-1933: el prójimo tiene que ser considerado como “otro yo”
CEC 2447: las obras de misericordia corporal
CEC 1465: en la celebración del Sacramento de la Penitencia el sacerdote es como el buen
samaritano
CEC 203, 291, 331, 703: el Verbo y la creación, visible e invisible

1931 El respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: ‘Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como «otro yo», cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente’ (GS 27,1). Ninguna legislación podría por sí misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las actitudes de soberbia y de egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades verdaderamente fraternas. Estos comportamientos sólo cesan con la caridad que ve en cada hombre un ‘prójimo’, un hermano.

1932 El deber de hacerse prójimo de los demás y de servirlos activamente se hace más acuciante todavía cuando éstos están más necesitados en cualquier sector de la vida humana. ‘Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (MT 25,40).

1933 Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a todos los enemigos (cf MT 5,43-44). La liberación en el espíritu del Evangelio es incompatible con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al mal que hace en cuanto enemigo.
COMENTARIO
El ágape o amor cristiano tiene una doble vertiente: hacia el Señor y hacia el prójimo. El prójimo de que nos habla Jesús supera el concepto judío que se restringía solamente a los que vivían dentro de su territorio, ahora “mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto… requiere mi compromiso práctico aquí y ahora” (DCE 15). Se trata de “todo ser humano, sin excepción. Es inútil preguntarle su nacionalidad, su pertenencia social o religiosa. Si necesita ayuda, hay que ayudarle” (San Juan Pablo II). Lo que hace prójimo al hermano es la misericordia para con él, la misericordia con las heridas de sus pecados.

Solamente quien practica esta doble vertiente del amor cristiano está cerca del Reino de los Cielos, “el amor al prójimo se considera imitación y prolongación de la bondad misericordiosa del Padre celestial, que provee a las necesidades de todos y no hace distinción de personas” (San Juan Pablo II). Esa inseparabilidad tiene como modelo a Jesucristo “de su unidad inseparable da testimonio Jesús con sus palabras y su vida: su misión culmina en la cruz que redime (cf.  Jn 3,14-15), signo de su amor indivisible al Padre y a la humanidad” (VS 14).

El Buen Samaritano por excelencia es el Señor, ya que todo hombre “estaba medio muerto el movimiento vital (esto es, el libre albedrío), herido el cual no era suficiente para volver a la vida eterna que había perdido. Por esto se encontraba tendido, porque no le bastaban sus propias fuerzas para levantarse, sino que necesitaba un médico para sanar (esto es, a Dios)” (San Agustín), por esto se encarnó y vivió la Pascua para curarnos del pecado y elevarnos con su gracia divina.

La fe cristiana católica es una fe que obra movida por el amor verdadero, más aún, no es verdadera fe si no se traduce en obras de bien, por esto es oportuno reflexionar y preguntarnos que en el buen samaritano “La fe dio fruto en él mediante una buena obra. Dios, en quien creemos, nos pide obras semejantes. Estas son las obras de amor al prójimo. ¿Es fructuosa de veras nuestra fe?, ¿fructifica realmente en obras buenas?, ¿está viva o, tal vez está muerta?” (San Juan Pablo II).

Los pecados que atentan directamente contra el prójimo se llaman sociales: “es social el pecado contra el amor del prójimo, …Es igualmente social todo pecado cometido contra la justicia en las relaciones tanto interpersonales como en las de la persona con la sociedad, y aun de la comunidad con la persona. Es social todo pecado cometido contra los derechos de la persona humana, …Es social todo pecado contra el bien común y sus exigencias, … Puede ser social el pecado de obra u omisión por parte de dirigentes políticos, económicos y sindicales, que aun pudiéndolo, no se empeñan con sabiduría en el mejoramiento o en la transformación de la sociedad según las exigencias y las posibilidades del momento histórico” (RP 15).

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