DOMINGO XXX T O (B)



En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
—“Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
—“Hijo de David, ten compasión de mí.”
Jesús se detuvo y dijo:
— “Llamadlo”
Llamaron al ciego, diciéndole:
—“Ánimo, levántate, que te llama.”
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
—“¿Qué quieres que haga por ti?”
El ciego le contestó:
—“Maestro, que pueda ver.”
Jesús le dijo:
—“Anda, tu fe te ha curado.”
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino (Mc 10,46-52).

CONTEXTO LITÚRGICO DEL PASAJE

Jer 31,7-9; Sal 125,1-6; Heb 5,1-6

CITAS DEL CEC SUGERIDAS

CEC 547-550: Jesús manifiesta los signos mesiánicos
CEC 1814-1816: la fe es un don de Dios
CEC 2734-2737: la confianza filial en la oración

HERMENÉUTICA DE LA FE



San Marcos ubica en un primer momento a Jesús en Jericó que significa “luna, designa nuestra mutabilidad. Y es ya cerca de aquella ciudad en donde dio el Señor la vista al ciego, porque después de haberse hecho carne y aproximándose la pasión, atrajo a muchos a la fe” (San Beda). Inmediatamente después que Jesús sale de Jericó se encuentra con el ciego Bartimeo, que movido por su fe suplica a Jesús que lo cure.

Ante la súplica hecha con fe Jesús siempre responde positivamente, curando alguna enfermedad o perdonando los pecados. “La fe es el tesoro del corazón humano”, ante la cual Jesús siempre alaba al que cree, como lo hizo con Bartimeo. La fe permite la manifestación del poder de Jesús. Pero el Señor no se queda en la enfermedad corporal, ve más allá, ve la necesidad interior del hombre, “para Jesús es más importante la curación interior por medio de la fe” (San Juan Pablo II). La curación física ha de conducirnos a la salvación espiritual.

La aceptación de la enfermedad nos acerca a Jesús, frecuentemente conduce a cambios radicales en nuestra relación con Dios. “La enfermedad consigue a veces que el hombre caiga de su pedestal de arrogancia y se descubra tal y como es: pobre, desvalido, necesitado de la ayuda de Dios” (San Juan Pablo II).

La curación de la ceguera de Bartimeo “arroja luz sobre su vida…, Cristo… arroja luz divina sobre la vida humana por medio del Evangelio. A la luz de las palabras de Cristo la vida humana adquiere sentido: el sentido último, que ilumina también las diversas esferas de eta vida terrena” (San Juan Pablo II). “Dios es luz y creador de la luz. El hombre es hijo de la luz, está hecho para ver la luz, pero ha perdido la vista, y se ve obligado a mendigar. Junto a él pasa el Señor, que se ha hecho mendigo por nosotros: sediento de nuestra fe y de nuestro amor” (Benedicto XVI). Simultáneamente a su curación física, “Bartimeo se convierte a su vez en testigo de la luz, narrando y demostrando en primera persona que había sido curado, renovado y regenerado” (Benedicto XVI).

El encuentro de Bartimeo con Jesús cambio totalmente el destino del ciego. “El destino es ‘vocación’, esto es llamada a vincularse y a permanecer unidos a Dios, que ha querido unirse a nosotros para que tuviésemos la vida en abundancia” (San Juan Pablo II). Además, “la fe en Jesucristo —cuando se entiende bien y se practica— guía a los hombres y a los pueblos a la libertad en la verdad…, a la reconciliación, a la justicia y a la paz” (Benedicto XVI).

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