CUARTO DOMINGO ADVIENTO (C)
Monición ambiental
En este cuarto domingo de Adviento emerge la
figura de la Virgen María, Madre de Dios, quien del modo más perfecto realiza
la obediencia de la fe. La Virgen María supo creer, esperar y amar, por esto es
bienaventurada. Su fidelísima confianza en la Palabra de Dios le permite vivir
la comunión con el Dios Amor en su pensamiento y en su voluntad.
Oración Colecta
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que
por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que
lleguemos por su pasión y su cruz
a la gloria de la resurrección.
Por
nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
M. El profeta Miqueas vaticina
el nacimiento del Mesías en Belén de Efrata. El jefe de Israel pastoreará con
la fuerza del Señor y será grande en toda la tierra.
Lectura de la profecía de
Miqueas 5,
1-4ª
Así dice el Señor: “Pero tú, Belén de Efrata,
pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es
desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entregará hasta el tiempo en que la
madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En
pie, pastoreara con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su
Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la
tierra, y éste será nuestra paz”.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial Sal 79, 2ac y 3b. 15-16.18-19 (R.: 4)
M. El salmista invoca al Señor para que nos
salve, que brille su rostro y nos restaure. Unámonos diciendo: R/. Oh Dios,
restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre
querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos.
R/.Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Dios de los ejércitos,
vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra
plantó,
y que tú hiciste vigorosa
R/.Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Que tu mano proteja a tu
escogido,
al hombre que tú
fortaleciste
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que
invoquemos tu nombre.
R/.Oh Dios, restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve.
Segunda Lectura
M. En la carta a los Hebreos el
apóstol Pablo afirma que todos somos santificados por la oblación del cuerpo de
Jesucristo, inmolado por nosotros una vez para siempre.
Lectura de la carta a los
Hebreos 10, 5-10
Hermanos:
Cuando Cristo entró en el
mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un
cuerpo; no aceptas holocaustos ni victimas expiatorias. Entonces yo dije lo que
está escrito en el libro:“Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.”
Primero dice: “No quieres ni
aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias”, que se
ofrecen según la Ley. Después añade: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.”
Niega lo primero, para
afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por
la oblación del cuerpo de Jesucristo,
hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios.
M. San Lucas relata la
visitación de la Virgen María a Isabel. Al saludo de María, Juan el Bautista
quedó santificado y su prima quedó llena del Espíritu Santo. Isabel destaca la
fe de la Virgen María como causa de su bienaventuranza.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya
Lc1, 38
Aquí está la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra.
Evangelio
† Lectura del Santo evangelio según san Lucas 1,39-45
En aquellos días, María se
puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el
saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz
en grito:
—“¡Bendita tu entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy para que me visite la madre de mi Señor? En
cuanto tu saludo llego a mis oídos, la criatura salto de alegría en mi vientre.
Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
Palabra del Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Pidamos, hermanos, el
auxilio del Señor, para que, apiadado del pobre y del oprimido, venga a salvar
al mundo de sus males, Respondiendo todos: Escucha Señor nuestra oración
h Para
que todos los fieles se dispongan a recibir a Cristo como lo recibió María y
como ella conserven sus palabras en el corazón, roguemos al Señor R/.
Escucha Señor nuestra oración
h Para
que aquellos hermanos nuestros que han abandonado las prácticas cristianas pero
acudirán a la iglesia en las próximas fiestas de Navidad descubran la buena
noticia del Evangelio, no como un rayo fugaz en la noche, sino como luz
permanente que ilumina y alegra toda la vida, roguemos al Señor R/. Escucha
Señor nuestra oración
h
Para que las fiestas del nacimiento del Señor alejen las tinieblas de quienes
viven sumergidos en dudas e incertidumbres y colmen los deseos de quienes se
sienten descorazonados y tristes, roguemos al Señor R/. Escucha Señor
nuestra oración
h Para
que el nacimiento de Cristo nos ayude a renunciar a los deseos mundanos y a
vivir sobria y honradamente esperando la aparición definitiva del Señor,
roguemos al Señor R/. Escucha Señor nuestra oración
Dios nuestro, que elegiste
como templo de tu permanencia a María, la humilde hija de Israel, escucha
nuestras plegarias y concédenos vivir siempre plenamente adheridos a tu
voluntad, imitando la obediencia del Verbo, que vino al mundo a cumplir las
Escrituras.
Oración
sobre las Ofrendas
El mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y
fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique, Señor,
estos dones que hemos colocado sobre tu altar. Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión
Mirad: la Virgen está
encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros.
Oración después de la Comunión
Señor, que este pueblo, que acaba de recibir
la prenda de su salvación, se prepare con tanto mayor fervor a celebrar el
misterio del nacimiento de tu Hijo cuanto más se acerca la fiesta de Navidad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 148,
495, 717, 2676: la “Visitación”
CEC 462, 606-607, 2568, 2824: el Hijo se ha encarnado
para cumplir la voluntad del Padre
2676 Este doble movimiento de la oración a María
ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Ave María:
"Dios te salve,
María [Alégrate, María]". La salutación del Ángel Gabriel abre la
oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a
María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que
Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf LC 1,48) y a alegrarnos con
el gozo que El encuentra en ella (cf SO 3,17b)
"Llena de
gracia, el Señor es contigo": Las dos palabras del saludo del ángel se
aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella.
La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de
toda gracia. "Alégrate... Hija de Jerusalén... el Señor está en medio de
ti" (SO 3, 14, 17a). María, en quien va a habitar el Señor, es en
persona la hija de Sión, el arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria
del Señor: ella es "la morada de Dios entre los hombres" (AP 21,3).
"Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella y
al que entregará al mundo.
"Bendita
tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos
nuestro el de Isabel. "Llena del Espíritu Santo" (LC 1,41),
Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman
bienaventurada a María (cf. Lc 1,48): "Bienaventurada la que ha
creído... " (LC 1,45): María es "bendita entre todas las
mujeres" porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor.
Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las "naciones de
la tierra" (GN 12,3). Por su fe, María vino a ser la madre de los
creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél
que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.
606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su
voluntad sino la del Padre que le ha enviado" (JN 6,38), "al
entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo... para hacer, oh Dios, tu
voluntad... En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación
de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (HE 10,5-10).
Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de
salvación en su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del
que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (JN 4,34). El sacrificio
de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1JN 2,2), es la
expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy
mi vida" (JN 10,17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y
que obro según el Padre me ha ordenado" (JN 14,31).
607
Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la
vida de Jesús (cf. Lc 12,50 LC 22,15 MT 16,21-23) porque su Pasión
redentora es la razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta
hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!" (JN 12,27).
"El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (JN 18,11).
Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (JN 19,30),
dice: "Tengo sed" (JN 19,28).
Comentario del Evangelio
Después de la Anunciación del arcángel, la Virgen
María, movida por el Espíritu Santo, va a servir a su prima Isabel. Su visita
consagra al Precursor en el seno de su madre. Isabel, llena del Espíritu Santo,
reconoce a la Virgen María como Madre de Dios, “sabe que por gracia y operación
del Espíritu Santo, la Madre del Señor saluda a la madre del profeta para
provecho de su hijo” (San Ambrosio). Además, Isabel bajo la acción del Espíritu
Santo mira hacia el futuro de la Madre y su Hijo, “llamándola Madre, comprendió
que llevaba en su vientre al Redentor del género humano. Y prediciendo las
cosas que habían de suceder, vio también lo que se seguiría en lo futuro” (San
Gregorio Magno).
La profunda experiencia de la gracia divina
en la Virgen María se comunica inmediatamente a su prima, pero no solamente a
ella sino a todos nosotros: “la gracia de la Encarnación, después de haber
inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel…, podemos
suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que
lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el
Salvador” (San Juan Pablo II).
La
Virgen María es redimida anticipadamente, “ no debe llamar la atención que el
Señor -que había de redimir al mundo- empezase su obra por su propia Madre, a
fin de que aquella, por la que se preparaba la salvación a todos, recibiese en
prenda -la primera- el fruto de salvación” (San Beda). “Ninguna fue jamás tan
colmada de gracia, ni podía serlo, porque sólo ella es Madre de un fruto
divino” (Orígenes). La Virgen María quedó así tan íntimamente unida a la Misión
de su Hijo Jesucristo en todos los momentos de su vida. “La unión de la Madre
con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la
concepción virginal de Cristo hasta su muerte” (LG 57).
Una
de las grandes afirmaciones de Isabel es que la Virgen María es feliz por su
perfecta obediencia en la fe, del mismo modo que pasa con todo verdadero
discípulo: “Ved que María no dudó sino que creyó, por lo cual consiguió el
fruto de la fe… Cualquier alma que cree, concibe y engendra al Verbo de Dios y
conoce sus obras” (San Ambrosio). Creer en Jesucristo es engendrarlo en el
corazón porque “todo el que concibe al Verbo de Dios en su inteligencia, sube
al punto por la senda del amor a la más alta cumbre de las virtudes” (Beda).
“La salvación que predicamos en la Iglesia de Cristo no es otra que aquella
que María creyó e inició al dar su consentimiento y hacerse fecunda
de la salvación de Dios. Por eso la
Iglesia es tan celosa de cuidar esa fe de María, ese proyecto de Dios en la
salvación de los hombres. Y por eso no tolera que se mezcle con proyectos
meramente humanos, los santifica todos, los penetra todos. Todo esfuerzo de
liberación en los pueblos solamente será eficaz y según el corazón de Dios si
se deja penetrar de la fe del proyecto de Dios para salvar a la
humanidad” (San Oscar Romero).
La
Virgen María es Maestra de la fe y de esperanza para todos los cristianos: “es
la primera en acoger, y de modo perfecto, el misterio de la encarnación…, cree
lo humanamente imposible, y, en Caná impulsa a Jesús a realizar su primer
milagro…, vivan la fe como un camino que compromete e implica, y que en todas
las edades y situaciones de la vida requiere audacia y perseverancia
constante…, docilidad a la voluntad divina…, mire al futuro con pleno
abandono en Dios. En la experiencia personal de la Virgen, la esperanza
se enriquece con motivaciones siempre nuevas” (San Juan Pablo II).
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