SOLEMNIDAD CORPUS CHRISTI (B)
MONICIÓN AMBIENTAL
Hoy celebramos la
solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, memorial sacrificial y
banquete de comunión. Jesucristo es el Mediador de la nueva y eterna Alianza
sellada con su Sangre, es también Sumo Sacerdote de los bienes futuros.
Volvamos litúrgicamente al Cenáculo para actualizar este sacramento del Amor
extremo del Señor que nos invita a responder con la entrega sacrificial de toda
la Iglesia.
ORACIÓN
COLECTA
Oh Dios, que en este sacramento
admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar
de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que
experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas.
PRIMERA
LECTURA
M. El libro del Éxodo
recoge el momento cuando Moisés rocía con la sangre de la alianza al pueblo de
Israel, comprometiéndolo a obedecer todo lo que mandaba el Señor.
Lectura
del libro del Éxodo 24, 3-8
En aquellos días, Moisés bajó y contó
al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo
contestó a una: —«Haremos todo lo que dice el Señor.» Moisés puso por escrito
todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la
falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a
algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como
sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la
otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza
y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: —«Haremos todo lo
que manda el Señor y lo obedeceremos.» Tomó Moisés la sangre y roció al
pueblo, diciendo: —«Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con
vosotros, sobre todos estos mandatos.»
Palabra de Dios.
Salmo
responsorial Sal 115,12-13.15 y 16bc. 17-18
(R/.:13)
M. El salmo 115 destaca el
alzar la copa de la salvación invocando el nombre del Señor, como
agradecimiento por todos los bienes que Dios hace a cada hombre. R/.
Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que
me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R/. Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de
sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R/. Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia
de todo el pueblo. R/. Alzaré la
copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
SEGUNDA
LECTURA
M. La carta a los Hebreos
afirma que la sangre de Cristo, en virtud del Espíritu Santo, purifica la
conciencia de las obras muertas, permitiendo acceder al culto del Dios vivo.
Lectura
de la carta a los Hebreos 9, 11-15
Hermanos: Cristo ha venido como sumo
sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más
perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No
usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha
entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación
eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas
de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la
pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu
eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar
nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte
que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los
llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
Palabra de Dios.
M. San Marcos relata tanto
la preparación de la última Cena como el momento de la Institución de la
Eucaristía durante la cena pascual.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 6, 51
Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo —dice el Señor—; el que coma de este pan vivirá para siempre.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de los Azimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: —«¿Dónde quieres
que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos,
diciéndoles: —«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de
agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro
pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis
discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada
con divanes. Preparadnos allí la cena.» Los discípulos se marcharon, llegaron a
la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo
dio, diciendo: —«Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la
acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: —«Ésta es mi
sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a
beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de
Dios.» Después de cantar el salmo, salieron para el monte de
los Olivos.
Palabra del Señor
ORACION
DE LOS FIELES
Hermanos, el Señor quiere celebrar su Pascua con nosotros y
quiere que nos preparemos para vivirla mejor. Por eso, unidos a toda la Iglesia
oremos con fe diciendo: Danos tu Pan, Señor.
Para que, fiel a la alianza del Señor, la Iglesia renueve el
sacrificio del altar y viva con gozo su fe en Jesús Eucaristía. Oremos. Danos
tu Pan, Señor
Para que los sacerdotes, a imitación de Cristo que dio su vida
por todos los hombres, lleven una vida
acorde con los Sacramentos que celebran. Oremos.
Danos tu Pan, Señor.
Para que, alimentados con el Cuerpo y la Sangre del Señor,
vivamos en la unidad y promovamos la justicia, la paz y la convivencia. Oremos. Danos
tu Pan, Señor.
Para que Jesús Eucaristía fortalezca la fe de los que hoy lo
recibirán por primera vez. Oremos. Danos tu Pan, Señor.
Para que el Cuerpo y la Sangre de Cristo conceda la salud a los
enfermos, el perdón a los pecadores y la paz a los agonizantes. Oremos. Danos
tu Pan, Señor.
Para que al comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos
transformemos en el Señor y tengamos sus mismos sentimientos. Oremos. Danos
tu Pan, Señor.
Aliméntanos con tu Cuerpo y Sangre, Señor, renueva con
nosotros tu alianza y escucha nuestras
oraciones para que viviendo en comunión contigo manifestemos tu fidelidad a los
hombres. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Concede, Señor, a tu
Iglesia el don de la paz y la unidad, significado en las ofrendas sacramentales
que te presentamos.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN Jn 6,57
El que come mi carne y
bebe mi sangre habita en mí y yo en él –dice el Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
La comunión de tu Cuerpo y
Sangre, Señor, signo del banquete del reino, que hemos gustado en nuestra vida
mortal, nos llene del gozo eterno de tu divinidad.
Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 790, 1003, 1322-1419: la Sagrada Eucaristía
CEC 805, 950, 2181-2182, 2637, 2845: la Eucaristía y la comunión
de los fieles
CEC
1212, 1275, 1436, 2837: la Eucaristía como pan espiritual
1356 Si los cristianos celebran la Eucaristía desde los
orígenes, y de forma que, en su substancia, no ha cambiado a través de la gran diversidad
de épocas y de liturgias, sucede porque sabemos que estamos sujetos al mandato
del Señor, dado la víspera de su pasión: "haced esto en memoria mía"
(1CO 11,24-25).
1357 Cumplimos este
mandato del Señor celebrando el memorial de su sacrificio. Al hacerlo, ofrecemos
al Padre lo que él mismo nos ha dado: los dones de su Creación, el pan y el
vino, convertidos por el poder del Espíritu Santo y las palabras de Cristo, en
el Cuerpo y la Sangre del mismo Cristo: Así Cristo se hace real y
misteriosamente presente.
1358 Por tanto,
debemos considerar la Eucaristía
— como acción de gracias y alabanza al Padre
— como memorial del sacrificio de Cristo y de su
Cuerpo,
— como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de
su Espíritu.
1359 La Eucaristía,
sacramento de nuestra salvación realizada por Cristo en la cruz, es también un
sacrificio de alabanza en acción de gracias por la obra de la creación. En el
sacrificio eucarístico, toda la creación amada por Dios es presentada al Padre
a través de la muerte y resurrección de Cristo. Por Cristo, la Iglesia puede
ofrecer el sacrificio de alabanza en acción de gracias por todo lo que Dios ha
hecho de bueno, de bello y de justo en la creación y en la humanidad.
1360 La Eucaristía
es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la
Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo
que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación.
"Eucaristía" significa, ante todo, acción de gracias.
1361 La Eucaristía
es también el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia canta la
gloria de Dios en nombre de toda la creación. Este sacrificio de alabanza sólo
es posible a través de Cristo: él une los fieles a su persona, a su alabanza y
a su intercesión, de manera que el sacrificio de alabanza al Padre es ofrecido por
Cristo y con Cristo para ser aceptado en él.
1362 La Eucaristía es el memorial de la
Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único
sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. En todas las
plegarias eucarísticas encontramos, tras las palabras de la institución, una
oración llamada anámnesis o memorial.
HERMENÉUTICA
DE LA FE
Jesús envía a Pedro y a Juan a preparar el
Cenáculo, “la "sala grande en el piso superior" (cf. Mc 14,15)…, donde se les había
aparecido después de su resurrección; esa sala se había convertido, por decirlo
así, en la "sede" de la Iglesia naciente” (Benedicto XVI). Este es el
lugar de la institución del Sacrificio de la Nueva Alianza, del don del
sacerdocio, de Pentecostés donde los discípulos tenían un solo corazón y
perseveraban en la oración (cf. Hch 1,14). La celebración eucarística aconteció
el jueves santo por la noche, el primer día de los Ázimos, cuando Jesús comió la
última cena pascual de la antigua Alianza y la primera cena pascual de la Nueva
y eterna Alianza.
Jesucristo es el Cordero de Dios que con su
Sacrificio voluntario realiza la Nueva y eterna Alianza. Mediante el don
extremo de su Amor, en su forma más radical y bella, donde “La libertad de Dios y la libertad del
hombre se han encontrado definitivamente en su carne crucificada, en un pacto
indisoluble y válido para siempre. También el pecado del hombre ha sido expiado
una vez por todas por el Hijo de Dios” (SC 9).
Jesús confía a la Iglesia la perpetuación en
la historia de este único y eterno Sacrificio, como sucedió desde sus comienzos
en Jerusalén. Este don hecho a Dios Padre y a todos los hombres, supone la
aceptación por parte de Cristo del sacrificio de la Iglesia, “llamada a ofrecerse también a sí misma
unida al sacrificio de Cristo. Por lo que concierne a todos los fieles, el
Concilio Vaticano II enseña que « al participar en el sacrificio eucarístico,
fuente y cima de la vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y a sí
mismos con ella” (EcEu 13).
La Eucaristía además de memorial sacrificial
es “el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor"
(CEC 1382). Este banquete convierte al creyente en Cristo mismo. Estamos
ante “la comunión íntima que, en el misterio de la Iglesia, se crea entre Dios
y el hombre, una comunión que, en nuestro camino histórico, encuentra su signo
más elevado en la Eucaristía” (San Juan Pablo II). He aquí la fuente para
construir la Iglesia como misterio de comunión y de amor, para realizar la
identidad y la misión de la familia.
Sin
esta comunión eucarística con Cristo no podemos dar frutos de vida eterna. Esto
supone también que estemos dispuestos a aceptar las necesarias podaduras a
nuestro egoísmo, a las inclinaciones al mal y al pecado. Esta es la respuesta
de amor al Amor que se hace alimento y bebida para nuestra hambre y sed de
vida.
Cada Eucaristía celebrada por la Iglesia, en cualquier
catedral o en la capilla más sencilla del mundo, constituye una acción de
gracias. Mediante la acción litúrgica volvemos al Cenáculo y nos unimos a la
acción de gracias de Jesucristo, Mediador de la nueva alianza y Sumo Sacerdote
de los bienes futuros, por los beneficios de la creación y de la redención, por
nuestro Padre Dios origen del Amor, por Jesús que permanece con nosotros hasta
el fin de la historia, por el Espíritu de Verdad que guía a la Esposa del
Cordero hasta la comunión plena.
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