CUARTO DOMINGO CUARESMA (B)
MONICIÓN
AMBIENTAL
Este domingo se nos
presenta el Amor extremo de Dios por nosotros al entregar a la muerte de Cruz a
su único Hijo para redimirnos del pecado y de la muerte eterna. Esta
misericordia del Señor con nosotros requiere fe en Jesús, arrepentimiento y
conversión, expresados en un amor verdadero a Dios y al prójimo.
ORACIÓN
COLECTA
Señor, que reconcilias
contigo a los hombres por tu Palabra hecha carne, haz que el pueblo cristiano
se apresure, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas
pascuales.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. El libro de las Crónicas nos
presenta el rechazo de los israelitas frente a los mensajeros del Señor. Esto
los condujo a la deportación a Babilonia. El Señor, sin embargo, tiene
misericordia de ellos y mueve a Ciro para que los liberara.
Lectura
del segundo Libro de las Crónicas
36, 14-16. 19-23
En aquellos días, todos los jefes de
los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las
costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la Casa del Señor, que él
se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde
el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su
pueblo y de su Morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios,
despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira
del Señor contra su pueblo a tal punto, que ya no hubo remedio. Incendiaron la
Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus
palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la
espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de
sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo
que dijo Dios por boca del Profeta Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus
sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los
setenta años». En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la
Palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro,
rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su
reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios de los cielos, me
ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique
una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo,
¡sea su Dios con él y suba!»
Palabra de Dios.
Salmo
responsorial
Sal 136, 1-2. 3. 4. 5. 6
M. El salmista recoge el clamor de
Israel en su deportación en Babilonia, pero especialmente nos recuerda la
inmensa fidelidad de Dios con su pueblo. Digamos: R/. Que se me pegue la lengua
al paladar si no me acuerdo de ti.
R/. Que se me pegue la lengua al
paladar si no me acuerdo de ti.
Junto a los canales de Babilonia nos
sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.
R/. Que se me pegue la lengua al
paladar si no me acuerdo de ti.
Allí los que nos deportaron nos
invitaban a cantar, nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un
cantar de Sión.»
R/. Que se me pegue la lengua al
paladar si no me acuerdo de ti.
¡Cómo cantar un cántico del
Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que
se me paralice la mano derecha.
R/. Que se me pegue la lengua al
paladar si no me acuerdo de ti.
Que se me pegue la lengua al paladar si
no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.
R/. Que se me pegue la lengua al
paladar si no me acuerdo de ti.
SEGUNDA LECTURA
M.
San Pablo revela en la carta a los Efesios que nuestra salvación en Cristo es
fruto de la gracia por medio de la fe, no es fruto del hombre ni de sus obras
sino puro don del amor de Dios.
Lectura de la carta del Apóstol
San Pablo a los Efesios 2, 4-10
Hermanos:
Dios,
rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó: estando nosotros
muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia
estáis salvados- nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado
en el cielo con él. Así muestra en todos los tiempos la
inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a
vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que
nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo
Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó
practicásemos.
Palabra
de Dios.
M.
San Juan recoge el pasaje evangélico donde Dios Padre nos manifiesta su
infinito Amor al entregar a la muerte a Jesucristo, para devolvernos la vida
divina que habíamos perdido por el pecado.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO Jn 3, 16
Tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único. Todos los que creen en él
tienen vida eterna.
EVANGELIO
†
Lectura del santo Evangelio según San
Juan 3,14-21
En
aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: —Lo mismo que Moisés elevó la
serpiente en el desierto así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que
todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó
a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que
tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al
mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras
eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca
a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la
verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según
Dios.
Palabra
del Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Oremos a Dios, que es rico en misericordia, y que en
Jesucristo nos ha llamado a obrar según la ley del amor. Digámosle: Salva a tu pueblo, Señor.
Para que Jesús, que murió en la cruz para conseguirnos la
reconciliación con Dios, ayude a su Iglesia a mantenerse fiel y a dispensar su
misericordia y su perdón. Oremos. Salva a tu pueblo, Señor.
Para que el Hijo de Dios, que dio su vida para reunir en un solo
pueblo a quienes antes estaban distanciados por el odio, consiga de nuestro
mundo el don de la paz, la unidad y el
amor. Oremos. Salva a tu pueblo, Señor.
Para que nuestro Mesías Salvador, que quiso acoger en su cuerpo
todas las dolencias de la humanidad, las reciba hoy, las sane, las santifique,
y haga brotar en los corazones de todos
sentimientos de bondad y solidaridad. Oremos.
Salva a tu pueblo, Señor.
Para que el Señor que fue colgado de un madero para enseñarnos
la locura del amor de Dios Padre, alcance a los consagrados una entrega
radical, un espíritu sin fronteras y un corazón nuevo. Oremos. Salva
a tu pueblo, Señor.
Para que quien nos abrió el camino hacia la Vida, introduzca en
ella a quienes hoy morirán. Oremos. Salva
a tu pueblo, Señor.
Para que Jesús, que quiso darse en alimento a sus amigos, ayude
a los que hoy celebramos esta Eucaristía a ser ofrenda generosa para los que
tienen hambre de amor y esperanza. Oremos.
Salva a tu pueblo, Señor.
Señor Dios, que tanto amas al mundo que nos diste a tu Hijo
para que nos salvara de la muerte y del pecado, escucha las súplicas que en
nombre de todos los hombres te hemos
presentado, y haz que un día gocemos de tu luz y de tu verdad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Al ofrecerte, Señor, en la
celebración gozosa de este domingo, los dones que nos traen la salvación, te
rogamos nos ayudes a celebrar estos santos misterios con fe verdadera y a saber
ofrecértelos por la salvación del mundo.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN
Sal 121,3-4
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, a
celebrar tu nombre, Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor Dios, luz que
alumbras a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestro espíritu con la
claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y
aprendamos a amarte de todo corazón.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC
389, 457-458, 846, 1019, 1507: Cristo, el Salvador
CEC
679: Cristo es el Señor de la vida eterna
CEC
55: Dios quiere dar a los hombres la vida eterna
CEC 710: el exilio
de Israel presagio de la Pasión
679
Cristo es Señor de la vida eterna. El
pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los
hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este
derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo"
(JN 5,22 cf. Jn JN 5,27 MT
25,31 Hch AC 10,42 AC 17,31 2TM
4,1). Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar
(cf. Jn JN 3,17) y para dar la
vida que hay en él (cf. Jn JN 5,26).
Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a
sí mismo (cf. Jn 3,18 JN 12,48);
es retribuido según sus obras (cf. 1CO 3,12-15) y puede incluso
condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf. MT 12,32 Hb HE 6,4-6 HE 10,26-31).
COMENTARIO
Jesucristo se encarnó para redimirnos pues
“quien por el poder de su divinidad nos había creado para gozar de la felicidad
de la vida eterna, El mismo nos redimiese por medio de la fragilidad humana
para que alcanzáramos la vida que habíamos perdido” (San Agustín). Con la
Encarnación y Redención el mundo recibe un “nuevo valor y debe ser amado” (san
Juan Pablo II), pues el Señor quiere la salvación de todos.
La muerte de Jesús en la Cruz es el culmen de
su Amor por cada uno de nosotros. Este misterio del Amor divino tiene un
poderoso atractivo pues “a lo largo de los milenios, muchedumbres de hombres y
mujeres han quedado seducidos por este misterio y le han seguido, haciendo al
mismo tiempo de su vida un don a los hermanos, como Él y gracias a su ayuda”
(Benedicto XVI).
El Amor, en Cristo, asume el núcleo de la fe
judía y lo supera con el Don total de Sí mismo. Con el Don de Sí mismo, Cristo
nos envía la Persona-don del Espíritu Santo, quien nos convence de nuestro
pecado y nos mueve a amar con el mismo Amor de Cristo. El auténtico creyente se
implica en la Redención porque “el Padre ha enviado a su Hijo al mundo para que
nosotros, unidos a Él y transformados en Él, podamos restituir a Dios el mismo
don de amor que Él nos concede” (San Juan Pablo II).
Dios
Padre al darnos a su Único Hijo nos revela el evangelio del amor de Dios al
hombre. Jesús al ser entregado a la Muerte de Cruz nos revela nuestra grandeza
y nuestra vocación al don sincero de nosotros mismos. Cristo derrama su sangre
como don de vida, como instrumento de comunión con Dios. Al comer su Cuerpo y
beber su Sangre el creyente se compromete en su dinamismo de amor y de entrega.
El creyente mediante el conocimiento de Dios Padre y del Hijo acoge la comunión
de la Santísima Trinidad en su vida.
Hay una íntima vinculación entre la luz y la
vida eterna que “consiste en
participar de la donación total y eterna del Hijo al Padre en el amor del
Espíritu Santo” (san Juan Pablo II). San Juan de la Cruz afirma que es «dar a
Dios el mismo Dios en Dios»”. El no creer en la Persona de Jesucristo es
privarse voluntariamente de la verdadera luz, también “no creer en Él es el
suplicio del impenitente. Pues estar fuera de la luz, incluso en sí mismo, es
el mayor castigo” (San Juan Crisóstomo). La incredulidad en Jesús es “rechazo
de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo… y puede
incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor” (CEC 679).
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