DOMINGO DE RESURRECCIÒN (B)
MONICIÓN
AMBIENTAL
¡Aleluya, aleluya, Cristo ha resucitado! Esta es
la victoria que reunidos como hermanos proclamamos y celebramos de manera
solemne, unidos con toda la Iglesia. Pero además, esta celebración está
revestida de una alegría inmensa, provocada por nuestra esperanza en la vida
eterna: si por medio del bautismo, hemos muerto con Cristo al pecado, sabemos
que también resucitaremos con Él. Jesucristo resucitado nos protege y nos
guarda de la muerte definitiva, gracias al Espíritu Santo que ha sido derramado
en nuestros corazones. Dispongámonos, pues, con un corazón nuevo y lleno de
luz, a celebrar estos sagrados misterios, poniéndonos de pie y entonando el
canto de entrada.
ORACIÓN
COLECTA
Señor Dios, que en este día nos has abierto las
puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concede a los
que celebramos la solemnidad de la resurrección de Jesucristo, ser renovados
por tu Espíritu, para resucitar en el reino de la luz y de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. Por nuestra experiencia en la celebración de
la Pascua del Señor, somos testigos, al igual que el apóstol Pedro, de todo
cuanto Jesucristo hizo en Judea y en Jerusalén y de su muerte en la cruz. Pero
atestiguamos con más empeño su resurrección al tercer día. Por eso, hacemos
nuestra la misión de anunciar la Buena Nueva con el testimonio de una vida
resucitada. Escuchemos con atención la primera lectura.
Lectura del
libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: —«Conocéis lo que sucedió en el país de
los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en
Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea
y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al
tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él
había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo,
dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El
testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su
nombre, el perdón de los pecados.»
Palabra de Dios
Salmo responsorial Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 (R/. 24)
M. El gozo del cristiano es provocado por la
convicción que tenemos del triunfo del Señor sobre la muerte. Por eso,
proclamamos las maravillas del Señor y le aclamamos con el salmo 117.
R/. Éste es el
día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga
la casa de Israel: eterna es su misericordia.
R/. Éste es el
día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
La
diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir,
viviré para contar las hazañas del Señor.
R/. Éste es el
día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
La
piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
R/. Éste es el
día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
SEGUNDA LECTURA
M.
Gracias a la acción del resucitado en su vida, san Pablo se convirtió en un
hombre nuevo, un misionero que nos invita a aspirar a los bienes de arriba, a
los bienes que realmente nos darán la auténtica felicidad, junto a Jesucristo
glorificado, escuchemos.
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Colosenses 3,1-4
Hermanos:
Ya
que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde
está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba,
no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con
Cristo escondida en Dios. Cuando
aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros
apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Palabra
de Dios.
SECUENCIA
Ofrezcan
los cristianos
ofrendas
de alabanza
a
gloria de la Víctima
propicia
de la Pascua.
Cordero
sin pecado
que
a las ovejas salva,
a
Dios y a los culpables
unió
con nueva alianza.
Lucharon
vida y muerte
en
singular batalla,
y,
muerto el que es la Vida
triunfante
se levanta.
«¿Qué
has visto de camino,
María,
en la mañana?»
«A
mi Señor glorioso,
la
tumba abandonada,
los
ángeles testigos,
sudarios
y mortaja.
¡Resucitó
de veras
mi
amor y mi esperanza!
Venid
a Galilea,
allí
el Señor aguarda;
allí
veréis los suyos
la
gloria de la Pascua.»
Primicia
de los muertos,
sabemos
por tu gracia
que
estás resucitado;
la
muerte en ti no manda.
Rey
vencedor, apiádate
de
la miseria humana
y
da a tus fieles parte
en
tu victoria santa.
M.
En la mañana del domingo, María Magdalena, Pedro y Juan encuentran el sepulcro
vacío. Esto significaba lo incomprensible: el Señor Jesús había resucitado, tal
como lo anunciaban las Escrituras. Atendamos ahora el mensaje salvador que
constituye la base de nuestra fe y de nuestra vida cristiana: la Resurrección
del Señor. Pero antes, entonemos el aleluya.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya 1 Co 5, 7b-8ª
Ha
sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua
en el Señor.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Juan 20, 1-9
El
primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando
aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue
donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les
dijo: —«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos,
pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero
al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó
también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el
suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con
las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la
Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Cristo ha resucitado y vive para interceder por nosotros;
por eso digámosle: Te
glorificamos, Señor.
Porque con tu resurrección has vencido las tinieblas dando
muerte al pecado y nos ofreces la vida
en plenitud: Te glorificamos, Señor.
Porque Tú eres el Viviente, el que nos renueva y nos permite
vivir una vida nueva: Te
glorificamos, Señor.
Porque tu resurrección ha colmado de alegría a todos los pueblos
y les abre esperanzas de paz y libertad: Te
glorificamos, Señor.
Porque hoy enriqueces a tu Iglesia con la vida de los nuevos
bautizados: Te glorificamos, Señor.
Porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna: Te glorificamos, Señor.
Porque la luz del sepulcro vacío y el mensaje de la resurrección
guían nuestra fe y allanan nuestro camino: Te
glorificamos, Señor.
Te glorificamos y te pedimos que tu gracia renueve nuestras
vidas, las sumerja en tu misterio y un
día disfrutemos en plenitud de tu resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Rebosantes de gozo
pascual, celebramos, Señor, estos sacramentos en los que tan maravillosamente
ha renacido y se alimenta tu Iglesia.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN 1Co
5,7-8
Ha sido inmolada nuestra
víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua con los panes ázimos
de la sinceridad y la verdad. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Protege, Señor a tu
Iglesia con amor paternal, para que, renovada por los sacramentos pascuales,
llegue a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC
638-655, 989, 1001-1002: la Resurrección de Cristo y nuestra resurrección
CEC
647, 1167-1170, 1243, 1287: la Pascua, el Día del Señor
CEC
1212: los Sacramentos de la iniciación cristiana
CEC
1214-1222, 1226-1228, 1234-1245, 1254: el Bautismo
CEC
1286-1289: la Confirmación
CEC 1322-1323: la
Eucaristía
638 "Os anunciamos la Buena Nueva de
que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos,
al resucitar a Jesús (AC 13,32-33). La Resurrección de Jesús es la
verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera
comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la
Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como
parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:
Cristo
resucitó de entre los muertos.
Con
su muerte venció a la muerte.
A
los muertos ha dado la vida.
(Liturgia
bizantina, Tropario de Pascua)
639 El misterio de
la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones
históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya San Pablo,
hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en
primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados,
según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1CO 15,3-4).
El Apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que
recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Ac 9,3-18).
640 "¿Por qué
buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (LC
24,5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento
que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La
ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo
(cf. Jn 20,13 MT 28,11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha
constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos
fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el
caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24,3 Lc 24,22-23),
después de Pedro (cf. Lc 24,12). "El discípulo que Jesús
amaba" (JN 20,2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al
descubrir "las vendas en el suelo"(JN 20,6) "vio y
creyó" (JN 20,8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro
vacío (cf. JN 20,5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había
podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida
terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11,44).
641 María Magdalena y las santas mujeres,
que venían de embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1 LC 24,1)
enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf. Jn
19,31 Jn 19,42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt
28,9-10 ;Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de
la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24,9-10).
Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1CO
15,5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc
22,31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su
testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Simón!" (LC 24,34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete
a cada uno de los Apóstoles - y a Pedro en particular - en la construcción de
la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado,
los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera
comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos,
conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía.
Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Ac 1,22)
son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente
de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez,
además de Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1CO 15,4-8).
643 Ante estos
testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden
físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la
fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la
muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22,31-32).
La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo
menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la
resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por
una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos
("la cara sombría": LC 24,17) y asustados (cf. Jn 20,19).
Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y
"sus palabras les parecían como desatinos" (LC 24,11 cf. Mc
16,11 Mc 16,13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde
de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no
haber creído a quienes le habían visto resucitado" (MC 16,14).
644 Tan imposible
les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado,
los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24,38): creen ver un espíritu (cf. Lc
24,39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban
asombrados" (LC 24,41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda
(cf. JN 20,24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por
Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (MT 28,17). Por esto la
hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de
la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al
contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina
- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
645 Jesús
resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto
(cf. Lc 24,39 JN 20,27) y el compartir la comida (cf. Lc 24,30 Lc
24,41-43 JN 21,9 JN 21,13-15). Les invita así a reconocer que él no es un
espíritu (cf. Lc 24,39) pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo
resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido
martirizado y crucificado ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf LC
24,40 JN 20,20 JN 20,27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al
mismo tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en
el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde
quiere y cuando quiere (cf. Mt 28,9 Mt 28,16-17 LC 24,15 LC 24,36 JN
20,14 JN 20,19 JN 20,26 JN 21,4) porque su humanidad ya no puede ser
retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre
(cf. Jn 20,17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente
libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn
20,14-15) o "bajo otra figura" (MC 16,12) distinta de la
que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn
20,14 Jn 20,16 JN 21,4 JN 21,7).
646 La Resurrección de Cristo no fue un
retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había
realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro. Estos
hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el
milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena
"ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La resurrección de
Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de
muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el
cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida
divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de Cristo que
es "el hombre celestial" (cf. 1CO 15,35-50).
647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de Pascua,
sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los
muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de
la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo
sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue
perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal
del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con
Cristo resucitado, no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del
Misterio de la fe en aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por
eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf. Jn 14,22) sino a
sus discípulos, "a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén
y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (AC 13,31).
648 La Resurrección
de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención transcendente de Dios
mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres personas divinas actúan
juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder
del Padre que "ha resucitado" (cf. Ac 2,24) a Cristo, su Hijo,
y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad - con su cuerpo -
en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente "Hijo de Dios con poder,
según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos" (RM
1,3-4). San Pablo insiste en la manifestación del poder de Dios (cf. Rm
6,4 2CO 13,4 PH 3,10 EP 1,19-22 HE 7,16) por la acción del Espíritu que ha
vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de
Señor.
649 En cuanto al
Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino. Jesús
anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar
(sentido activo del término) (cf. Mc 8,31 MC 9,9-31 MC 10,34). Por otra
parte, él afirma explícitamente: "doy mi vida, para recobrarla de nuevo
... Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo" (JN
10,17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó" (1 Te 4, 14).
650 Los Padres
contemplan la Resurrección a partir de la persona divina de Cristo que
permaneció unida a su alma y a su cuerpo separados entre sí por la muerte:
"Por la unidad de la naturaleza divina que permanece presente en cada una
de las dos partes del hombre, éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce
por la separación del compuesto humano, y la Resurrección por la unión de las
dos partes separadas" (San Gregorio Niceno, res. 1; cf.también DS 325
359 369 539).
651 "Si no
resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1CO
15,14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que
Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al
espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado
la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.
652 La Resurrección
de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf. Lc
24,26-27 Lc 24,44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal
(cf. Mt 28,6 MC 16,7 LC 24,6-7). La expresión "según las
Escrituras" (cf. 1CO 15,3-4 y el Símbolo nicenoconstantinopolitano)
indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.
653 La verdad de la
divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. El había dicho:
"Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo
Soy" (JN 8,28). La Resurrección del Crucificado demostró que
verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San
Pablo pudo decir a los Judíos: "La Promesa hecha a los padres Dios la ha
cumplido en nosotros ... al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo
primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy" (AC 13,32-33
cf. Ps 2,7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio
eterno de Dios.
654 Hay un doble aspecto en el misterio
Pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el
acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que
nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4,25) "a fin de que, al
igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos ... así también nosotros
vivamos una nueva vida" (RM 6,4). Consiste en la victoria sobre la
muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. EP 2,4-5 1P
1,3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en
hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su
Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (MT 28,10 JN 20,17).
Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación
adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha
revelado plenamente en su Resurrección.
655 Por último, la Resurrección de Cristo - y el propio Cristo
resucitado - es principio y fuente de nuestra resurrección futura:
"Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron
... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en
Cristo" (1CO 15,20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo
resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El los cristianos
"saborean los prodigios del mundo futuro" (HE 6,5) y su vida
es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. COL 3,1-3) para
que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquél que murió y resucitó por
ellos" (2CO 5,15).
HERMENÉUTICA
DE LA FE
María era la discípula que
más amó al Señor, como lo destaca el evangelista san Juan al nombrarla
solamente a ella. Su amor por el Señor se percibe cuando sale muy de madrugada
hacia la tumba, cuando avisa a Pedro y al “discípulo amado” que se habían
llevado el cuerpo del Señor, más aún cuando el ángel le esclarece que Jesús
está resucitado, transformándose en la “apóstol de los apóstoles” pues esta “mujer fue la primera en anunciar a los
Apóstoles palabras de vida” (santo Tomás de Aquino). La dignidad
de ser hijos de Dios, desde este momento, queda borrado cualquier menosprecio
de la dignidad femenina respecto a la del hombre.
Esta experiencia de encuentro de
Magdalena con el Señor constituye una llamada para todos los creyentes, “también nosotros, si buscamos al
Señor con sencillez y sinceridad de corazón, lo encontraremos, más aún, será él
quien saldrá a nuestro encuentro; se dejará reconocer, nos llamará por nuestro
nombre, es decir, nos hará entrar en la intimidad de su amor” (Benedicto
XVI). El discípulo de
Cristo está llamado a vivir con su Señor y como su Señor, para esto se requiere
una gran familiaridad y una confianza total, como sucedió con san Juan y
Magdalena.
El
sepulcro vacío, aunque no sea una prueba directa, constituye un signo esencial
de la Resurrección, pues la ausencia del cuerpo indica algo sobrenatural y que
el Señor recobró una vida distinta a la terrenal (cfr. CEC 640). Pedro
y el “discípulo amado” corren presurosos: “Los
Padres de la Iglesia vieron en esa carrera hacia el sepulcro vacío una
exhortación a la única competición legítima entre los creyentes: la competición
en busca de Cristo” (Benedicto XVI).
La preeminencia de Pedro
el domingo de resurrección, día de la nueva creación, es confirmada. Esa
preeminencia comenzó en Cesarea de Filipo, ahora, entra primero para ver la
tumba vacía, después de la resurrección preside la Iglesia naciente de
Jerusalén. San Pablo mismo reconoce a Pedro como el primer testigo de la fe
cristiana.
El “discípulo amado” se
identifica con san Juan evangelista, quien no se había adherido por la fe a la
resurrección aun cuando Jesús mismo se los anunció. Hasta que san Juan fue y
vio el sepulcro vacío afirma “vio y creyó”. Esto indica lo grandioso del
triunfo de Cristo sobre la muerte para todos los discípulos de Jesús. La
Resurrección desde entonces constituye la base de la fe y de la vida cristiana.
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