QUINTO DOMINGO T O (B)
MONICIÓN
AMBIENTAL
Las lecturas de este
quinto domingo del tiempo ordinario nos revelan el inmenso amor de Jesucristo
por todos los hombres: cura sus cuerpo de enfermedades y expulsa demonios,
predica para suscitar y acrecentar la fe, ofrece el bien de la salvación
integral a todo hombre, nos revela que el secreto de su misión y de su comunión
con Dios Padre es la oración.
ORACIÓN
COLECTA
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia;
protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M.
El libro de Job recoge la experiencia del hombre que sufre sin esperanza, cuya
vida es tan breve y cuyos ojos están oscurecidos por la desdicha.
Lectura
del libro de Job 7, 1-4. 6-7
Habló Job, diciendo: —«El hombre está
en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero;
Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda
el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de
fatiga; al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me
harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la
lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo,
y que mis ojos no verán más la dicha.»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 146, 1-2. 3-4. 5-6 (R/.: cf. 3a)
M.
El salmista nos invita a levantar nuestros ojos a Dios y esperar la redención
de nuestros corazones, a confiar en que Él vendará nuestras heridas y sostendrá
al hombre humilde. R/. Alabad al Señor, que sana los
corazones destrozados.
Alabad
al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel. R/.
Él
sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las
estrellas, a cada una la llama por su nombre. R/.
Nuestro
Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a
los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados. R/.
SEGUNDA
LECTURA
M.
El apóstol de los gentiles nos da a conocer cuál es la paga del verdadero
evangelizador: dar a conocer el Evangelio, hacerse todo para todos para ganar a
algunos y esperar participar de los bienes del Evangelio que se predica.
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22-23
Hermanos:
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y,
¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio
gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han
encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar
a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me
da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho
esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los
débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para
ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio,
para participar yo también de sus bienes.
Palabra
de Dios.
M.
San Marcos recoge la bondad y el amor de Jesucristo al curar a los enfermos y
expulsar a los demonios, disponiendo su corazón para la fe y para esperar la
plena salvación. También nos enseña a orar para acrecentar nuestra comunión y
la fidelidad a su Evangelio.
Aleluya Mt 8, 17
Cristo
tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos 1,29-39
En
aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago
y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre,
y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó
la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le
llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a
la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios;
y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de
madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros
fueron y, al encontrarlo, le dijeron: —«Todo el mundo te busca.» Él les
respondió: —«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también
allí; que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las
sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra
del Señor.
ORACIÓN
DE LOS FIELES
Hermanos,
acudamos a Dios que nos anuncia su Evangelio de paz y libertad, y, haciendo
nuestras las necesidades de todos los hombres, digámosle: Te rogamos, óyenos.
Para que la Iglesia viva
los valores del Evangelio, se encarne en nuestro pueblo y permanezca al lado de
los pobres dando gloria a Dios que da la gracia y la vida. Oremos.
Para que el Señor conceda
sabiduría a los que conducen a su Iglesia y les dé fortaleza de espíritu para
ser profetas de justicia y de paz en medio del mundo. Oremos.
Para que todos los
cristianos, cultivando nuestra vida interior y viviendo en amistad con
Jesucristo, sepamos dar sentido evangélico a nuestro cotidiano vivir con sus
luces y sus sombras. Oremos.
Para que los enfermos y
los que sufren, invoquen a Dios que puede confortarlos y sientan su ayuda.
Oremos.
Padre
y Señor nuestro, que enviaste a Jesucristo para aliviar a los que sufren y para
anunciar tu salvación, escucha nuestras oraciones, y haz que nos dejemos sanar por
su Palabra y su presencia.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor Dios nuestro, que
has creado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, concédenos que
sean también para nosotros sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN Mt
5,5-6
Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la
justicia, porque ellos quedarán saciados.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Oh Dios, que has querido hacernos
partícipes de un mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir tan unidos en
Cristo, que fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC
547-550: las curaciones, signo del tiempo mesiánico
CEC
1502-1505: Cristo, el que cura
CEC
875, 1122: la necesidad de la predicación
1502 El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara
a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad (cf PS 38) y de él, que
es el Señor de la vida y de la muerte, implora la curación (cf PS 6,3 IS 38).
La enfermedad se convierte en camino de conversión (cf PS 38,5 PS 39,9 PS
39,12) y el perdón de Dios inaugura la curación (cf PS 32,5 PS 107,20 MC
2,5-12). Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se
vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a Dios, según su Ley, devuelve
la vida: "Yo, el Señor, soy el que te sana" (EX 15,26). El
profeta entreve que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por
los pecados de los demás (cf IS 53,11). Finalmente, Isaías anuncia que
Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda
enfermedad (cf IS 33,24).
1503 La compasión de
Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase
(cf MT 4,24) son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su
pueblo" (LC 7,16) y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús
no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados (cf MC
2,5-12): vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los
enfermos necesitan (MC 2,17). Su compasión hacia todos los que sufren
llega hasta identificarse con ellos: "Estuve enfermo y me
visitasteis" (MT 25,36). Su amor de predilección para con los
enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy
particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su
alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que
sufren.
1504 A menudo Jesús
pide a los enfermos que crean (cf MC 5,34 MC 5,36 MC 9,23). Se sirve de
signos para curar: saliva e imposición de manos (cf MC 7,32-36 MC 8,22-25),
barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf MC
1,41 MC 3,10 MC 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a
todos" (LC 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa
"tocándonos" para sanarnos.
1505 Conmovido por tantos sufrimientos,
Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus
miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras
enfermedades" (MT 8,17 cf IS 53,4). No curó a todos los
enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban
una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su
Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf IS 53,4-6)
y quitó el "pecado del mundo" (JN 1,29), del que la enfermedad
no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio
un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos
une a su pasión redentora.
HERMENÉUTICA
DE LA FE
Jesús responde generosamente al clamor del
que sufre y establece una identificación moral de él con ellos, hasta el punto
que seremos juzgados sobre el bien que hayamos hecho o dejado de hacer a los
más pequeños. Jesús es solidario con la persona que sufre moral y
corporalmente. Para el creyente esta “preocupación y el servicio que se presta
al enfermo es uno de los indicios que distinguen a un pueblo cristiano. En ese
servicio que exige sacrificios, brilla la más alta virtud: la caridad” (San
Juan Pablo II, 1985).
El rito actual del sacramento de la unción de
enfermos cita un pasaje de la Carta de Santiago, donde se habla de la gracia
eficaz sobre el enfermo. En ese pasaje “los verbos "salvará" y
"levantará" no sugieren una acción dirigida exclusivamente, o sobre
todo, a la curación física, pero en un cierto modo la incluyen” (Cong. Doctrina
Fe). Este sacramento nos presenta la acción amorosa del Señor, en la nueva
Alianza con los hombres, que sana integralmente a la persona humana, incluyendo
su psicología y su alma heridas por el pecado.
Los espíritus inmundos, los demonios, se daban cuenta que Jesús era el
Mesías pero no fueron capaces de advertir que era el mismo Dios, pues de lo
contrario nunca hubieran inducido a los judíos a que crucificaran a Jesucristo,
ya que eso suponía su propia destrucción, san Agustín dice “desconocían
el misterio de su divinidad, ya que si lo hubieran conocido, nunca hubiesen
crucificado al Señor de la majestad”.
En cuanto a la oración del Señor todos los
evangelios revelan que Jesús oraba en todo momento, particularmente se subraya
su oración en los momentos claves de la fundación de la Iglesia. Jesús llevaba
en su oración a los hombres y los ofrecía al Padre a través de su propio
ofrecimiento. El secreto de su Misión y Comunión con su Padre está en la
oración. “Se puede decir que toda la misión de Cristo está animada por la
oración, desde el inicio de su ministerio mesiánico hasta el acto sacerdotal
supremo: el sacrificio de la cruz, que se realizó en la oración” (San Juan
Pablo II, 1993).
Nosotros estamos llamados a que nuestra vida
sea una continua oración, a confrontar constantemente nuestra existencia con la
Palabra, de tal manera que sea “comunión con el Señor y se traduzca en un
compromiso de fidelidad evangélica, de opción radical por Cristo y por su causa
que es el Evangelio” (San Juan Pablo II, 1984). También estamos llamados a
descubrir el sentido redentor del sufrimiento y de la enfermedad, unidos a
Jesucristo, conscientes que es un bien que no solamente purifica, sino también
preserva del mal futuro y que completa la Pasión del Señor a lo largo de la
historia.
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