SEGUNDO DOMINGO CUARESMA (B)
MONICIÓN
AMBIENTAL
Este segundo domingo de
cuaresma estamos llamados a reflexionar sobre el misterio de la Resurrección de
Jesucristo. Dios nos revela en el monte que su nombre verdadero es Padre,
nosotros somos sus hijos en Cristo. Por esto necesitamos escuchar a Jesús,
obedecerle en la fe para alcanzar en plenitud nuestra condición de hijos de
Dios.
ORACIÓN
COLECTA
Señor, Padre santo, tú que
nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro espíritu
con tu palabra; así con mirada limpia, contemplaremos gozosos la gloria de tu
rostro.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. El libro del Génesis
nos relata el sacrificio de Abrahán, quien obedece a Dios cuando le pide
sacrificar a su hijo Isaac. Este acto de profunda fe le valió para que fuese
confirmada la promesa de hacerlo padre de una descendencia innumerable.
Lectura
del Libro del Génesis 22, 1-2.
9a. 15-18
En aquel tiempo Dios puso a prueba a
Abrahán llamándole: — ¡Abrahán! El respondió: —Aquí me tienes. Dios le dijo:
—Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moría y
ofrécemelo allí en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar
y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de
la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el
ángel del Señor gritó desde el cielo: —¡Abrahán, Abrahán ! Él contestó: —Aquí
me tienes. Dios le ordenó: —No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas
nada, ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único
hijo. Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la
maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de
su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—Juro por mi mismo— oráculo del Señor—: Por haber hecho eso, por no haberte
reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes
como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes
conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo
se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 115, 10 y
15. 16-17. 18-19
M. Con el salmo 115
disponemos nuestro corazón para caminar en la presencia del Señor, para
mantener la fe en las pruebas, ofrecer sacrificios de alabanza y cumplir
nuestras promesas. Digamos: R/ Caminaré
en presencia del Señor, en el país de la vida.
Tenía fe, aun cuando dije: «Qué
desgraciado soy.» Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
R/.Caminaré en presencia del Señor, en
el país de la vida.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo,
hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. —Te ofreceré un sacrificio de
alabanza, invocando tu nombre, Señor.
R/.
Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
Cumpliré
al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo; en el atrio de la casa del
Señor, en medio de ti, Jerusalén.
R/.
Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.
SEGUNDA
LECTURA
M. San Pablo nos asegura
que si Dios Padre no perdonó a su Hijo unigénito para nuestra salvación, ¿cómo
podremos dudar de su infinita misericordia y bondad para con nosotros después
de nuestro bautismo?
Lectura de la carta del Apóstol
San Pablo a los Romanos 8, 31b-34
Hermanos:
Si
Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó
a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no
nos dará todo con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es
el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún,
resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Palabra
de Dios.
MONICIÓN DEL EVANGELIO
San Marcos nos relata el
momento de la Transfiguración de Jesús en el monte. Jesús nos revela su gloria,
preparando su paso de la muerte a la Vida, para hacernos partícipes de su
resurrección.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO (falta la cita)
En
el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: Este es mi Hijo, el Amado,
escuchadle.
EVANGELIO
†
Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 9, 2-10
En
aquel tiempo Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con
ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos
se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos
ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando
con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: —Maestro.
¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó
una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: —Este es mi Hijo amado;
escuchadlo. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más
que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les
mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del
Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían
qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Palabra
del Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Oremos
a Dios Padre, de quien proviene todo bien, y convencidos de que su providencia
guía nuestros pasos, digámosle: Escúchanos, Señor, esperamos en Ti.
Por la Iglesia: que en su vida resplandezca
el amor del Padre que ama y salva a su pueblo. Oremos. Escúchanos, Señor,
esperamos en Ti.
Por los que han sido ungidos por el Señor y
sirven a su pueblo: que escuchen la Palabra de Dios, la hagan vida y la
prediquen con fidelidad y convicción. Oremos. Escúchanos, Señor, esperamos en
Ti.
Por los pueblos del mundo que no conocen la
paz, la justicia y el bienestar: que los gobernantes de cada nación se
comprometan a conseguirlas y garanticen el respeto a los derechos de todo ser
humano. Oremos. Escúchanos, Señor, esperamos en Ti.
Por los que con generosidad siguen al Señor
y no se reservan nada para sí: que su entrega dé frutos de santidad y sean
ejemplo para cuantos buscan a Dios. Oremos. Escúchanos, Señor, esperamos en Ti.
Por los que viven en pecado, los que se
cierran a la verdad, los que no quieren o no pueden creer: que Dios, por los
méritos de su Hijo, se les manifieste como luz, camino y verdad para sus vidas.
Oremos. Escúchanos, Señor, esperamos en Ti.
Por esta asamblea: para que la celebración
de la Palabra y de la fracción del pan fortalezca nuestra fe para vivir con
austeridad este tiempo de conversión. Oremos. Escúchanos, Señor, esperamos en
Ti.
Escucha,
Padre, a tu pueblo que viene a tu presencia y te suplica, y haz que siempre que
te invoquemos tengamos la certeza de que Tú nos escuchas. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor, que
esta oblación borre nuestros pecados, santifique los cuerpos y las almas de tus
siervos y nos prepare a celebrar dignamente las fiestas pascuales.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN Mt
17,5
Éste es mi Hijo, el amado,
mi predilecto. Escuchadle.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te damos gracias, Señor,
porque al darnos en este sacramento el cuerpo glorioso de tu Hijo nos haces
partícipes, ya en este mundo, de los bienes eternos de tu reino.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 554-556, 568: la Transfiguración
CEC 59, 145-146, 2570-2572: la obediencia de Abrahán
CEC 153-159: las características de la fe
CEC 2059: Dios manifiesta su Gloria para revelarnos su voluntad
CEC
603, 1373, 2634, 2852: Cristo es para todos nosotros
554 A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus
discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir ... y ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día" (MT 16,21): Pedro rechazó este anuncio
(cf. Mt 16,22-23), los otros no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17,23
LC 9,45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la
Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17,1-8 par.: 2P 1,16-18), sobre
una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El
rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y
Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse
en Jerusalén" (LC 9,31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde
el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (LC
9,35).
555 Por un
instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de
Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (LC 24,26),
es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la
gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los
sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24,27). La Pasión de Jesús es la
voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is
42,1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: "Tota Trinitas
apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara"
("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el
Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás, s.th. III 45,4, ad 2):
Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la medida en
que ellos eran capaces, tus discípulos han contemplado Tu Gloria, oh Cristo
Dios, a fin de que cuando te vieran crucificado comprendiesen que Tu Pasión era
voluntaria y anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del
Padre (Liturgia bizantina, Kontakion de la Fiesta de la Transfiguración,)
556 En el umbral de
la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración.
Por el bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera
regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es es sacramento
de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás,
s.th. III 45,4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la
Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del
Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la
gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo
nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (PH 3,21). Pero ella
nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas
tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (AC 14,22):
Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con
Cristo en la montaña (cf. Lc 9,33). Te ha reservado eso, oh Pedro, para
después de la muerte. Pero ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la
tierra, para servir en la tierra, para ser despreciado y crucificado en la
tierra. La Vida desciende para hacerse matar; el Pan desciende para tener
hambre; el Camino desciende para fatigarse andando; la Fuente desciende para
sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte a sufrir? (S. Agustín, serm. 78, 6).
557 "Como se
iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a
Jerusalén" (LC 9,51 cf. Jn 13,1). Por esta decisión,
manifestaba que subía a Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había
repetido el anuncio de su Pasión y de su Resurrección (cf. Mc 8,31-33 MC
9,31-32 MC 10,32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que un
profeta perezca fuera de Jerusalén" (LC 13,33).
558 Jesús recuerda el martirio de los
profetas que habían sido muertos en Jerusalén (cf. Mt 23,37a). Sin
embargo, persiste en llamar a Jerusalén a reunirse en torno a él:
"¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a
sus pollos bajo las alas y no habéis querido!" (MT 23,37b). Cuando
está a la vista de Jerusalén, llora sobre ella y expresa una vez más el deseo
de su corazón:" ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!
pero ahora está oculto a tus ojos" (LC 19,41-42).
COMENTARIO
Este segundo domingo de Cuaresma nos plantea el misterio de
la resurrección de Jesús, “transfigurado el Salvador, no perdió su sustancia
corporal, sino que mostró la gloria de la futura resurrección suya o nuestra.
El que así apareció a los Apóstoles, así aparecerá después del juicio a todos
los elegidos” (Beda). De este misterio los apóstoles serán testigos auténticos
y autorizados ante todos los pueblos de la tierra.
En Cristo encuentran su cumplimiento la Ley y los Profetas.
Moisés y Elías hablan con el Señor para destacar su centralidad en toda la
historia de la salvación, “convenía que se mostrasen unidos a Él, Moisés como
legislador y Elías como celoso defensor de la gloria de Dios” (San Juan
Crisóstomo).
La teofanía del monte de la
Transfiguración, a diferencia de la teofanía del río Jordán, revela el momento
inminente donde el Cordero de Dios quitará efectivamente el pecado del mundo.
Paradójicamente también es el momento de la humillación más profunda del Hijo
del hombre, su kénosis en la cruz.
La presente teofanía también
nos revela el misterio de la paternidad de Dios y de nuestra filiación
adoptiva. En el monte de la Transfiguración Dios nos revela que su nombre
propio es Padre y que nuestro propio nombre es hijos suyos en Cristo, el
predilecto. Dios Padre nos amó hasta tal punto de darnos lo más amado suyo: a
Jesús, quien voluntariamente se ofreció a Sí mismo por nosotros. De este
ofrecimiento de amor sin límites, sin parangones, del Padre y del Hijo por
nosotros, nace la Iglesia, nace la Eucaristía y otros sacramentos, nace el
Sacerdocio, irrumpe la vida eterna en la historia.
Los apóstoles, en ese momento, no
comprendieron que la Resurrección del Señor debía acontecer al precio de su
Cruz y de su Muerte. “La vida del cielo no es otra cosa que la fruición
perfecta, indefectible, intensa del amor de Dios –Padre, Hijo y Espíritu–; no
es otra cosa que la revelación total del ser íntimo de Cristo, y la
comunicación plena de la vida y del amor, que brotan de su Corazón” (San Juan
Pablo II).
Dios Padre nos ordena ahora escuchar a su
Hijo, obedecerle en la fe. Escuchamos al Señor cuando asumimos su llamada a la
conversión como transformación profunda del modo de pensar y de vivir, cuando
creemos en la novedad de su Reino, tal como nos lo mandó al comienzo de su vida
pública; escuchamos a Jesús cuando comemos su Cuerpo y bebemos su Sangre en el
sacramento del altar, cuando escuchamos las palabras eucarísticas de la
Transfiguración, pues Jesús mismo nos hace presente el acontecimiento del Monte
Tabor.
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