TERCER DOMINGO ADVIENTO (B)
MONICIÓN AMBIENTAL
Las lecturas de este
tercer domingo de Adviento destacan, a través del testimonio de Juan Bautista,
la grandeza del Redentor que ya viene, Él es el Ungido por el Espíritu Santo,
el Hijo amado del Padre. El Mesías es grande en toda su Persona y en todas las
gracias que nos concede, aunque a los hombres nos cuesta reconocerlo por su profunda
humildad. El Señor nos invita a ser testigos de su Luz para toda la humanidad.
ORACIÓN COLECTA
Estás viendo, Señor,
cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos
llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría
desbordante.
Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. Jesús afirma, a través
del profeta Isaías, que en su persona se cumplen las promesas mesiánicas, el
Espíritu de Dios está en Él y desborda de gozo en el Señor.
Lectura del Profeta Isaías Is 61, 1-2a. 10-11.
El Espíritu
del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar
la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para
proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros, la libertad, para
proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me
alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un
jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los
himnos, ante todos los pueblos.
Palabra de
Dios.
SALMO RESPONSORIAL Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54
M.
El salmo de este domingo está tomado del magnificat: la Virgen María llena del
Espíritu Santo se alegra en Dios y alaba su grandeza especialmente en los
humildes. Unámonos diciendo: R/. Se alegra
mi espíritu en Dios mi Salvador.
V/. Proclama
mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mis Salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
R/. Se alegra
mi espíritu en Dios mi Salvador.
V/. Desde
ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación
en generación.
R/. Se alegra
mi espíritu en Dios mi Salvador.
V/. A los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose
de la misericordia.
R/. Se alegra
mi espíritu en Dios mi Salvador.
SEGUNDA LECTURA
M. El apóstol Pablo en la
carta a los Tesalonicenses nos invita a orar, a estar alegres, a dar gracias en
todo momento, evitando todo género de maldad a fin de presentarnos
irreprensibles ante la venida de nuestro Señor.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5,16-24.
Hermanos:
Estad
siempre alegres. Sed constantes en orar. En toda ocasión tened la Acción de Gracias:
ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No
apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos
con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os
consagre totalmente, y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin
reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo. El que os
ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.
Palabra
de Dios.
M. El evangelista san Juan
nos revela la grandeza de la misión de Juan Bautista: ser testigo de la luz,
preparar el encuentro con Jesucristo mediante la conversión y el bautismo
penitencial para recibir el bautismo sacramental.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Is 61, 1
Aleluya,
aleluya. El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado para dar la Buena
Noticia a los pobres. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 1,6-8.19-28.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste
venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos
vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Los judíos enviaron
desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: — ¿Tú quién
eres? El confesó sin reservas: —Yo no soy el Mesías. Le preguntaron: — Entonces
¿qué? ¿Eres tú Elías? Él dijo: —No lo soy.— ¿Eres tú el Profeta? Respondió: —No.
Y le dijeron: — ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos
han enviado, ¿qué dices de ti mismo? Él contestó:— Yo soy «la voz que grita en
el desierto: Allanad el camino del Señor» (como dijo el Profeta Isaías). Entre
los enviados había fariseos y le preguntaron:— Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? Juan les respondió: — Yo bautizo con agua;
en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que
existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Palabra del Señor.
ORACION DE LOS FIELES
Con
espíritu agradecido y con sencillez de corazón, oremos a Dios que nos anuncia
la paz, y nos da la esperanza. Digamos unidos a toda la Iglesia: Escucha,
Señor, nuestra oración.
Para
que la voz de la Iglesia y de sus pastores, resuene en este tiempo con mayor
fuerza proclamando con gozosa esperanza el evangelio de Jesucristo, raíz
profunda de los auténticos derechos humanos. Oremos al
Señor. Escucha, Señor, nuestra oración.
Para que los estados protejan y fomenten el desarrollo de los
pueblos más necesitados, renunciando a los egoístas intereses particulares. Oremos al Señor. Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que la Palabra de Dios mueva a todos los cristianos y hombres
de buena voluntad a ser, según el mandato de Cristo, solidarios con los más
necesitados como una exigencia esencial de nuestra vocación al servicio del
Reino de Dios y su justicia. Oremos al Señor. Escucha, Señor, nuestra oración.
Para que, reconociendo las maravillas que Dios obra en la
historia, como María, vivamos en constante acogida de su Palabra, en activo
servicio a su proyecto, y en solícita y alegre caridad con los que sufren o
están tristes. Oremos al Señor. Escucha, Señor, nuestra oración.
Para que en este tiempo de gracia, los que se han consagrado al
Señor, vivan a impulso de su Espíritu en una creciente fidelidad a sus
insinuaciones y en una amorosa entrega a su vocación. Oremos al Señor. Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que todos los hombres reconozcamos, en Jesús, al Mesías que
nos trae la paz, y allanemos sus caminos en los corazones más endurecidos, con
nuestra oración constante y con nuestra entrega generosa. Oremos al Señor. Escucha, Señor,
nuestra oración.
Escucha, Señor, nuestras súplicas y nuestra acción de gracias; haz
que amemos siempre tu voluntad y que no ahoguemos nunca la llama de tu Espíritu
que nos llama a ser fieles a Ti, que
sellaste con nosotros una promesa de salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Haz,
Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como expresión de nuestra
propia entrega, para que así cumplamos el sacramento que tú nos diste y se
lleve a cabo en nosotros la obra de tu salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN Cf.
Is 35,4
Decid a los cobardes de
corazón: Sed fuertes, no temáis. Mirad a nuestro Dios que viene y nos salvará.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Imploramos,
Señor, tu misericordia, para que esta comunión que hemos recibido nos prepare a
las fiestas que se acercan purificándonos de todo pecado.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC
30, 163, 301, 736, 1829, 1832, 2015, 2362: el gozo
CEC
712-714: las características del Mesías esperado
CEC
218-219: el amor de Dios por Israel
CEC 772, 796: la Iglesia, esposa de Cristo
712 Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan
a aparecer en el Libro del Emmanuel (cf. Is 6,12) ("cuando Isaías
tuvo la visión de la Gloria" de Cristo: JN 12,41), en particular en
Is 11, 1-2:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé,
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
713 Los rasgos del
Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42,1-9 cf.
Mt 12,18-21 JN 1,32-34 después IS 49,1-6 cf. Mt 3,17 LC 2,
32, y en fin IS 50,4-10 y IS 52, 13-53, IS 12). Estos
cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el
Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose
con nuestra "condición de esclavos" (PH 2,7). Tomando sobre sí
nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
714 Por eso Cristo
inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (LC
4,18-19 cf. Is 61,1-2):
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y
proclamar un año de gracia del Señor.
HERMENÉUTICA
DE LA FE
Juan el Bautista humanamente creó más
expectativas mesiánicas que Jesucristo debido a lo ilustre de su familia por
Zacarías, a su cultura sólida sobre la sagrada Escritura, a su pertenencia a
Judea de donde procedían tantos enviados por Dios, mostraba, no obstante, un
gran desprendimiento de los bienes temporales. Por contraste, Jesucristo
procedía de una cuna humilde, sus padres no eran personajes distinguidos, su
vida oculta en Nazareth le quitaba categoría respecto a las expectativas
mesiánicas (cf. San Juan Crisóstomo).
Los judíos le envían a Juan unos personajes
distinguidos entre los sacerdotes, lo adulan gustosos para que el confirmara
que era el Cristo, pero al no responder afirmativamente hubieran deseado que
les dijera que él era Elías, a quien ellos esperaban, pero escuchan una segunda
negación, finalmente le preguntan si es el profeta anunciado por Moisés, a
quien escucharían todos como al mismo Moisés. Pero el Bautista niega todo,
aunque sí afirma que es la voz que prepara el camino al que vendría a bautizar
con Espíritu Santo, indicando el perdón de los pecados (cf. San Gregorio), a
quien no es digno de desatarle las correas de sus sandalias.
La humildad del Bautista es
sorprendente, él es el precursor, el testigo, plenamente subordinado al Mesías a
quien desconocen y que, no obstante, está en medio de ellos, pero el Bautista
anuncia y confirma el ser mesiánico de Jesús ante el rechazo de sus
conciudadanos. Juan concluye el ciclo profético comenzado por Elías, anunciando
la inminencia del Consolador que llega. Juan
señala a Jesús como el Cordero de Dios, tomado de Isaías, que quita el pecado
del mundo. Tan significativo es este título mesiánico como el otro usado por
Isaías de Siervo del Señor. Pero,
aún más fuerte, es el testimonio de Dios Padre cuando afirma que Jesús es su
Hijo amado, a quien hemos de escuchar.
También nosotros, hemos de ser testigos de la
luz, como Juan, gracias a la fuerza del perdón sacramental, al manjar
eucarístico donde se nos entrega el Señor en nuestras manos y penetra nuestro
corazón. “La fe en Jesús es el inicio de esta vida sobrenatural, que es participación
en la vida de Dios; y Dios es Eternidad. Vivir en Dios equivale a
decir vivir eternamente” (San Juan Pablo II). El Adviento es así un
tiempo de preparación, de espera vigilante y de esperanza por la visita del
Señor, hecho carne por nosotros, seguros que la luz verdadera existe, que
habita en nosotros, que somos testigos de esa luz para llevar al mundo al
esplendor de su gloria.
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