TRIGESIMO PRIMER DOMINGO T O (A)
MONICIÓN AMBIENTAL
La liturgia
de la palabra de este domingo nos llama a la conversión a todos lo que tenemos
algún tipo de autoridad, particularmente aborda a la autoridad religiosa judía
para que abandone la vanagloria, la presunción y el vivir de apariencias.
Jesucristo invita a toda autoridad a buscar el servicio y la humildad,
convencidos que la imitación fiel a Jesucristo es la que permite un servicio
verdadero en el gobierno y una transmisión fiel del evangelio.
ORACIÓN COLECTA
Señor de
poder y de misericordia, que has querido hacer digno y agradable por favor tuyo
el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes
que nos prometes.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. El
profeta Malaquías recoge un oráculo de Yavé que censura la desobediencia y
vanagloria del sacerdocio judío, invalidando la alianza hecha con Leví.
Lectura de la profecía de Malaquías
1,14b-2,2b.8-10
Yo soy el
Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones –dice el Señor de los
ejércitos–. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os
proponéis dar gloria a mi nombre –dice el Señor de los ejércitos–, os enviaré
mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la
ley, habéis invalidado mi alianza con Leví –dice el Señor de los ejércitos–.
Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis
caminos, y porque os fijáis en las
personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el
mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la
alianza de nuestros padres?
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal
130,1.2.3
M. El
salmista nos invita a acallar nuestros deseos, la ambición y la altanería.
Digamos con un corazón sencillo: R.
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Señor, mi
corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que
superan mi capacidad. R. Guarda mi alma
en la paz, junto a ti, Señor.
Sino que
acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti,
Señor.
Espere
Israel en el Señor ahora y por siempre.
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
SEGUNDA LECTURA
M. San
Pablo, dirigiéndose a los Tesalonicenses, da gracias al Señor por la acogida
que tuvo entre ellos la Palabra de Dios, que permaneció operante en esa
comunidad.
Lectura de
la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2,7b-9.13
Hermanos: Os
tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto
cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta
nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.
Recordad si
no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no
serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.
Ésa es la
razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra
de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual
es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los
creyentes.
Palabra de Dios.
M. San Mateo
recoge el encuentro de Jesucristo con los escribas y fariseos, a quienes
reprocha su presunción y vanagloria. El Señor los llama a vivir la conversión y
a buscar la humildad.
Aleluya Mt 23,9b.10b
Uno solo es
vuestro Padre, el del cielo, y uno solo es vuestro consejero, Cristo.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12
En
aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: –En la
cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid
lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo
que dicen.
Ellos
lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros,
pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo
que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las
franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los
asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y
que la gente los llame maestros.
Vosotros,
en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y
todos vosotros sois hermanos.
Y no
llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre,
el del cielo.
No os
dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo.
El
primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que
se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Palabra del
Señor.
Oración de los fieles
Sólo Dios es nuestro Padre, y sólo Él puede darnos cuanto le
pedimos con fe. Por eso, digamos juntos: Padre escúchanos.
Para que
caminemos en la presencia del Señor amándonos como hermanos. Oremos.
Para que los
sacerdotes vivan su ministerio como un servicio y reflejen en su vida a Cristo.
Oremos.
Para que
viviendo en fraternidad promovamos la civilización del amor; y la justicia y la
paz sean una realidad en el tercer milenio. Oremos.
Para que los
cristianos seamos generosos al compartir nuestros bienes. Oremos
Para que el
Señor guarde en su paz a los difuntos. Oremos.
Escucha, Señor, la oración de tus hijos, enséñanos a vivir con
humildad, y guarda nuestras vidas en tu paz.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que este
sacrificio, Señor, sea para ti una ofrenda pura, y para nosotros una generosa
efusión de tu misericordia.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 15,11
Me enseñarás
el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te rogamos,
Señor, que aumente en nosotros la acción de tu poder, para que, alimentados con
estos sacramentos, tu gracia nos disponga a recibir las promesas con que los
enriqueces.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
CATECISMO IGLESIA CATÓLICA
CEC 2044: la acción moral y el testimonio cristiano
CEC 876, 1550-1551: el sacerdocio es un servicio; la fragilidad
humana de los jefes
1550 Esta
presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste estuviese
exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, es decir
del pecado. No todos los actos del ministro son garantizados de la misma manera
por la fuerza del Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía
es dada de modo que ni siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto
de la gracia, existen muchos otros actos en que la condición humana del
ministro deja huellas que no son siempre el signo de la fidelidad al evangelio
y que pueden dañar por consiguiente a la fecundidad apostólica de la Iglesia.
1551 Este sacerdocio es ministerial. "Esta Función, que
el Señor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio" (LG
24). Está enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende totalmente
de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los hombres y
de la comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica "un poder
sagrado", que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad
debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el
último y el servidor de todos (cf. Mc 10,43-45 1P 5,3). "El Señor
dijo claramente que la atención prestada a su rebaño era prueba de amor a
él" (S. Juan Crisóstomo, sac. 2,4; cf. Jn 21,15-17).
HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesucristo reprende el auto
ensalzamiento, como sucede con las autoridades religiosas judías de su tiempo:
“Había reprendido el Señor a los escribas y a los fariseos por crueles y
perezosos, y ahora les reprende su vanagloria, que los separa de Dios” (San
Juan Crisóstomo).
En cuanto al uso de las
filacterias: “No entendían los fariseos que debían llevar estos preceptos más
bien en su corazón que en sus cuerpos. De otro modo, quedaban reducidos a ser
armarios o cajas que tienen libros, pero que no conocen a Dios. Como dilataban
en vano las filacterias, y hacían mayores sus orlas, se captaban la admiración
de los hombres, pero les vituperaban en las demás cosas” (San Jerónimo).
Respecto a llamar padre o
maestro a alguien: “Una cosa es ser padre o maestro por naturaleza, y otra cosa
es serlo por gracia. Si nosotros llamamos padre a un hombre, le dispensamos
este honor en razón a su edad, y con ello no confesamos que sea el autor de
nuestra vida. También se le llama maestro a aquel que en cierto sentido está
unido con el verdadero maestro” (San Jerónimo).
Hay una única paternidad por
naturaleza en Dios pero el Señor también hace partícipe por gracia al hombre de
su paternidad: “En efecto, no hay más paternidad que la de Dios Padre, el único
Creador «de todo lo visible y lo invisible». Pero al hombre, creado a imagen y
semejanza de Dios, se le ha hecho partícipe de la única paternidad de Dios”
(Benedicto XVI). Del mismo modo algunos hombres son hechos partícipes por parte
del único Maestro.
Esta llamada del Señor hecha a
todo tipo de autoridad a vivir coherentemente en toda época es siempre actual.
“Las palabras de Jesús ponen en guardia frente a cualquier «fariseísmo», es
decir, frente a la búsqueda de las apariencias, a la fácil componenda con la
mentira y a la tentación de afirmarse a sí mismo independientemente de la
voluntad divina. Ante esta orgullosa pretensión del hombre de prescindir de
Dios, Jesús, el verdadero Maestro, dirige una apremiante invitación a acoger
con humilde disponibilidad la acción de la gracia divina” (San Juan Pablo II).
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