SEXTO DOMINGO T O (A)
MONICIÓN AMBIENTAL
Jesucristo nos enseña el
valor permanente de la Ley de Dios, que ha sido perfeccionada con el
mandamiento de la caridad a Dios y al prójimo. Destaca en la nueva ley de
Jesucristo la interiorización de los mandatos divinos y su radicalidad. Esto
requiere lucha para purificar el corazón, nuestras intenciones y nuestras
miradas de cualquier tipo de concupiscencia.
ORACIÓN COLECTA
Señor, tú que te complaces
en habitar en los rectos y sencillos de corazón, concédenos vivir por tu gracia
de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M.
El libro del Eclesiástico nos invita a cumplir la voluntad del Señor, cuya
sabiduría lo conoce todo, incluso las intenciones del corazón.
Lectura del libro del Eclesiástico 15,16-21
Si
quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su
voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras;
delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa
la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven
las acciones, él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre,
ni deja impunes a los mentirosos.
Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 118, 1-2.4-5.17-18.33-34 (R.: 1b)
M.
El salmista elogia la felicidad del que cumple la voluntad de Dios, del que
busca al Señor con todo su corazón, digamos también nosotros: R/. Dichoso el que camina en la voluntad
del Señor.
Dichoso
el que, con vida intachable,
camina
en la voluntad del Señor;
dichoso
el que, guardando sus preceptos,
lo
busca de todo corazón.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Tú
promulgas tus decretos
para
que se observen exactamente.
Ojalá
esté firme mi camino,
para
cumplir tus consignas.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Haz
bien a tu siervo: viviré
y
cumpliré tus palabras;
ábreme
los ojos, y contemplaré
las
maravillas de tu voluntad.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Muéstrame,
Señor, el camino de tus leyes,
y
lo seguiré puntualmente;
enséñame
a cumplir tu voluntad
y
a guardarla de todo corazón.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
SEGUNDA LECTURA
M.
San Pablo enseña una sabiduría divina, concedida por el Espíritu de Dios, que
el mundo no conoce ni los poderosos de la tierra.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Corintios 2,6-10
Hermanos:
Hablamos,
entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes
de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría
divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para
nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues,
sin la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Sino, como está escrito: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede
pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman”. Y Dios nos lo ha
revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de
Dios.
Palabra
de Dios.
M.
San Mateo recoge cómo Jesús perfecciona la ley con el mandamiento de la caridad
y con la interiorización de la ley.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Cf, Mt 11,25
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del reino
a la gente sencilla.
EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,17-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he
venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y
la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la
Ley. El que se salte uno sólo de los
preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos
importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será
grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se
dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os
digo: Todo el que esté peleando con su hermano será procesado. Y si uno llama a
su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama
“renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu
ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas
contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte
con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone
pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea
que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te
aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis
oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: El que mira a
una mujer casada deseándolo, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu
ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que
ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y
tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno.
Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”. Pues
yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la
induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus
votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo,
que es el trono de Dios, ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por
Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no
puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir “si” o
“no”. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”.
Palabra
del Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 577-582: Jesús y la Ley
CEC 1961-1964: la Ley antigua
CEC
2064-2068: el Decálogo en la Tradición de la Iglesia
577 Al comienzo del Sermón de la montaña, Jesús
hace una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con
ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza:
"No
penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir
sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes
que pase una i o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por tanto,
el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los
hombres, será el menor en el Reino de los cielos; en cambio el que los observe
y los enseñe, ese será grande en el Reino de los cielos" (MT 5,17-19).
578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el
más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en
su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras.
Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn 8,46). Los
judíos, según su propia confesión, jamás han podido cumplir jamás la Ley en su
totalidad, sin violar el menor de sus preceptos (cf. Jn 7,19 AC 13,38-41 AC
15,10). Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación, los hijos de Israel
piden perdón a Dios por sus transgresiones de la Ley. En efecto, la Ley
constituye un todo y, como recuerda Santiago, "quien observa toda la Ley,
pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos" (JC 2,10 cf. Ga
3,10 GA 5,3).
579 Este principio de integridad en la
observancia de la Ley, no sólo en su letra sino también en su espíritu, era
apreciado por los fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos judíos del tiempo
de Jesús fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf. RM 10,2), el
cual, si no quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt
15,3-7 LC 11,39-54) no podía más que preparar al pueblo a esta intervención
inaudita de Dios que será la ejecución perfecta de la Ley por el único Justo en
lugar de todos los pecadores (cf. Is 53,11 HE 9,15).
580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía
ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona
del Hijo (cf GA 4,4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de
piedra sino "en el fondo del corazón" (JR 31,33) del Siervo,
quien, por "aportar fielmente el derecho" (IS 42,3), se ha
convertido en "la Alianza del pueblo" (IS 42,6). Jesús cumplió
la Ley hasta tomar sobre sí mismo "la maldición de la Ley" (GA
3,13) en la que habían incurrido los que no "practican todos los
preceptos de la Ley" (GA 3,10) porque, ha intervenido su muerte
para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza" (HE 9,15).
581 Jesús fue considerado por los Judíos y sus
jefes espirituales como un "rabbi" (cf. Jn 11,28 JN 3,2 MT 22,
23-24, MT 34-36). Con frecuencia argumentó en el marco de la
interpretación rabínica de la Ley (cf. Mt 12,5 MT 9,12 MC 2,23-27 LC 6,6-9
JN 7,22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los
doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre
los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus
escribas" (MT 7,28-29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el
Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en él se hace oír de nuevo en
el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,1). Esa palabra no revoca la
Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación
definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados ... pero yo
os digo" (MT 5,33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba
ciertas "tradiciones humanas" (MC 7,8) de los fariseos que
"anulan la Palabra de Dios" (MC 7,13).
582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley
sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía,
manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3,24) por medio
de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no
puede hacerle impuro ... -así declaraba puros todos los alimentos - ... Lo que
sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (MC 7,18-21).
Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se
vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no recibían su interpretación a
pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf. Jn
5,36 JN 10,25 JN 10,37-38 JN 12,37). Esto ocurre, en particular, respecto
al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos
(cf. Mt 2,25-27 JN 7,22-24), que el descanso del sábado no se quebranta
por el servicio de Dios (cf. Mt 12,5 NB 28,9) o al prójimo (cf. Lc
13,15-16 LC 14,3-4) que realizan sus curaciones.
HERMENÉUTICA DE LA FE
Con
el don total de sí mismo Jesucristo, centro de la economía de salvación es el
vínculo vivo y eterno de las dos alianzas, “se hace Ley viviente y personal,
que invita a su seguimiento, da, mediante el Espíritu, la gracia de compartir
su misma vida y su amor, e infunde la fuerza para dar testimonio del amor en
las decisiones y en las obras” (VS 15). Las bienaventuranzas y los mandamientos
se refieren al bien de la vida eterna “son una especie de autorretrato de
Cristo y, precisamente por esto, son invitaciones a su seguimiento y a
la comunión de vida con él” (VS 16).
La
grandeza del que evangeliza está en cumplir integralmente el evangelio que
enseña por gracia, “no olviden todos los hijos de la Iglesia que su excelente
condición no deben atribuirla a los méritos propios, sino a una gracia singular
de Cristo, a la que, si no responden con pensamiento, palabra y obra, lejos de
salvarse, serán juzgados con mayor severidad” (LG 14). En cambio, quien enseña
la justicia pero no la cumple puede equipararse al que la incumple,
autoexcluyéndose de la comunión eterna con Dios.
El
quinto mandamiento de la ley de Dios, que defiende la vida, es incluido y
profundizado por Jesús en toda su validez. “No matarás», se transforma en la
llamada a un amor solícito que tutela e impulsa la vida del prójimo; el
precepto que prohíbe el adulterio, se convierte en la invitación a una mirada
pura, capaz de respetar el significado esponsal del cuerpo” (VS 15). El Señor
no se limita solamente a hablar del homicidio sino que establece que todo
pensamiento o deseo que pretenda hacer daño a otro, o que se profiera a través
de las palabras puede producir incluso la muerte de la víctima o de pueblos
enteros.
El
creyente ha de estar reconciliado con Dios para que haya una efectiva
reconciliación con los hermanos, de hecho, es parte de la reconciliación la
capacidad de reconocer la culpa y pedir perdón, como se hace en el sacramento
de la confesión. La reconciliación, además, es un presupuesto interior y
sumamente importante para la paz, tanto a nivel interpersonal como a nivel
político (cfr. Benedicto XVI). La comunión eucarística refuerza la
reconciliación entre los hermanos, particularmente de los que están
enfrentados, abriendo al diálogo y al compromiso por la justicia.
Respecto
al mandamiento “no cometerás adulterio”, el adulterio no solamente es cometido
con el cuerpo sino con la mirada concupiscible que reduce al otro a un objeto
de placer. El origen del adulterio está en la intimidad de la persona humana,
que se manifiesta en la mirada y en el pensamiento, dominados por la
concupiscencia, que tiende a apoderarse de otro ser humano como simple objeto.
El matrimonio mismo requiere que ambos cónyuges se miren como co-sujetos de su
existencia, pues de lo contrario se puede reducir al otro a un objeto de
adulterio en el propio corazón, en objeto de placer y de explotación (cfr. MD
14).
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